Lo que más me irrita de muchos adolescentes es su desprecio absoluto por toda expresión artística surgida antes de su nacimiento. Todo lo anterior a su llegada al mundo carece de interés. Lo ven como algo rancio y obsoleto. Como si los sentimientos y la vida se hubieran inventado con Instagram. No te digo nada si cometes el sacrilegio de proponerles ver una película en blanco y negro. Si el film es además español o mudo, va de retro, satanás! Ellos se lo pierden, joyas como El fantasma de la Ópera o La parada de los monstruos siguen estando en youtube para quien los quiera ver.
Hubo un tiempo en el que el cine de Hollywood era un arte ejecutado por artesanos de muy distinto calado. Estoy hablando de un tiempo en el que las películas eran en blanco y negro y no estaban diseñadas por algoritmos destinados a satisfacer brevemente a un público adolescente que las olvidará con el siguiente video de un youtuber que se va a vivir a un paraíso fiscal. Eran películas paridas por artistas, pioneros, locos, borrachos y egocéntricos. A veces todos estos adjetivos se podrían aplicar a la misma persona y se quedaban cortos. Hablo de un tiempo en el que poner en pie una película era un trabajo titánico (algo que sigue ocurriendo hoy día), realmente costoso y para el que era casi imprescindible la colaboración de los grandes estudios de Hollywood. Estudios mayormente dirigidos por tipos que sabían mucho de finanzas pero poco de cine. Lamentablemente, este punto tampoco ha mejorado con el tiempo. De esta época dorada del cine de Hollywood habla Mank, la última película del gran David Fincher. Y le pongo a Fincher lo de gran debido a que creo que el tipo se lo merece hace tiempo. Fincher ha sabido evolucionar de sus oscuros y nerviosos thrillers iniciales (Alien3, Seven, Fight club) a un cine mucho más reposado pero no por ello menos carente de interés.
En Mank David Fincher adapta un guión escrito hace 20 años por su padre, Jack Fincher, lamentablemente su padre no ha podido ver su guión inmortalizado en la gran pantalla. Al menos, Mank es un soberbio homenaje al padre de Fincher y a esa injustamente maltratada profesión de guionista. No olvidemos que sin una historia, sin un guión, sin algo que contar, no hay película posible. Bueno, ahora sí: con cuatro efectos especiales ya tienes una carroña tipo Transformers o Resident Evil que devoran miles de zombies sin mucho seso. Volvamos al pasado, cuando todavía había escritores que se estrujaban el cerebro en busca de historias que conectaran con el público. De eso va Mank, del escritor Herman Mankiewicz, hermano del director Joseph L. Mankiewicz y guionista de nada menos que de Ciudadano Kane. ¿Que no has visto Ciudadano Kane? Joven amigo/a lector/a: menos Tik Tok y más Ciudadano Kane.
Pero, ¿qué hizo grande a Ciudadano Kane? ¿A qué viene ahora seguir hablando de este film de hace 80 años? Y en blanco y negro!!! ¿Qué nos puede aportar ahora? ¿Es realmente Ciudadano Kane la mejor película de la historia? Resumiendo mucho y siempre desde mi humilde punto de vista: Cierto que lo del misterio de la palabra Rosebud no tiene mucho sentido ya que no hay nadie en la sala que pueda escuchar a Kane pronunciarla, pero es uno de los mejores Macguffins de la historia. Ya fuera por pura suerte, desconocimiento o por ganas de innovar Ciudadano Kane supuso toda una revolución técnica en su día. Esos planos, esos picados y contrapicados resultaron innovadores y han sido imitados miles de veces desde entonces. El lenguaje cinematográfico cambió para siempre, quizás la anterior gran revolución narrativa fue con El nacimiento de una nación (1915, en la que se elogiaba al Ku Klux Klan, lo del racismo tampoco es nada nuevo).
Más allá del portento técnico que supuso Ciudadano Kane, Orson Welles dirigió con sólo 25 años una patada en la entrepierna al poder establecido, un ajuste de cuentas, una venganza a un despótico magnate al que nada ni nadie llevaba la contraria. Como el gol de Maradona a Inglaterra, no cambió nada, Las Malvinas siguen perteneciendo a los ingleses, pero la victoria moral es el único consuelo del perdedor. El personaje del magnate Kane está inspirando en William Randolph Hearst, un magnate cuyo ego era tan grande como el de Donald Trump (para que nos entiendan las nuevas generaciones). Hearst usaba los medios de comunicación (el cuarto poder, no lo olvidemos) de su propiedad (28 periódicos nada menos) en su propio beneficio. Hearst fundó el sensacionalismo y la prensa amarilla. Creaba noticias falsas (eso que ahora llaman Fake news) y tiraba de sus contactos políticos para provocar guerras. No es que fuera un gran patriota norteamericano (ya sabemos que la patria es el último refugio de los canallas como decía Kirk Douglas), es que así defendía sus intereses económicos y sus propiedades en el extranjero. Hearst también tuvo su influencia con los grandes estudios cinematográficos y encumbró a estrellas a coristas de segunda fila. A ver, zagales, ¿os suena el nombre de Harvey Weinstein y lo del Mee too? pues de eso siempre ha habido. Y desde siempre el que paga la gala de los Oscars se asegura ciertos premios para sus películas. O sino de qué va a tener un Oscar a mejor película Shakespeare in love?… y no me tiréis de la lengua ya me he desviado bastante. Ahora vuelvo a Mank.
En Mank, Fincher realiza un respetuoso homenaje a una época que ya no volverá. La nostalgia inunda la película de principio a fin. Una nostalgia de cuando los decorados eran de cartón piedra y no había pantallas verdes. Me encanta el inicial tono de comedia ligera repleta de gags inconexos que va ganando amargura conforme transcurre el metraje. Ahí está el camaleón Gary Oldman demostrando su enorme talento una vez más. Su Mank resulta tan ingenioso y cautivador como patético. Aunque lo de hacer de alcohólico no debe haberle resultado muy difícil. Ahora ya rehabilitado y sobrio desde hace años, Oldman reconoce que bebía 2 botellas de vodka al día y no recuerda el rodaje del film La letra Escarlata (1995), ni siquiera la escena de sexo con Demi Moore. Mecachis. Si es que las drogas son muy malas, amigos. Para el personaje de Hearst tenemos a Charles Dance, quizás el tipo más aterrador el cine actual (por algo es el patriarca del clan Lannister) un actor que solamente con su voz es capaz de aplacar a los perros del infierno. Una vez más debo insistir en la versión original. Por cierto Oldman y Dance son valores seguros pero Amanda Seyfried me sorprendió muy gratamente como Marion Davies.
Técnicamente y como no podía ser de otra manera, Mank deslumbra por su cuidada y añeja fotografía en blanco y negro y su puesta en escena. Debo destacar la música de Tren Reznor y Atticus Ross (NIN) quienes salen de su zona de confort para presentar una excelente banda sonora clásica (sin sus habituales zumbidos y ruidos industriales, quiero decir) acorde a la época retratada en el film. Lo admito, puede que sus 132 minutos se hagan algo excesivos, pero en Netflix siempre puedes parar y seguir otro día. Mank se disfruta igualmente de un tirón como en pequeñas dosis.
Lo que resulta imprescindible para disfrutar en toda su plenitud de Mank (y donde reside su mayor defecto) es tener fresca en la memoria Ciudadano Kane (que está en Amazon Prime, por cierto), solamente así se disfrutan en su plenitud ciertos diálogos y pasajes de Mank. Y es así cuando uno paladea la venganza de Herman Mankiewicz y Orson Welles sobre Hearst. Pero también la venganza de todos aquellos pequeños y medianos creadores que se enfrentan al poder aunque sepan que la batalla está perdida de antemano. Siempre serán necesarios aquellos que muerden a mano que les da de comer.
Ya veis, amigos adolescentes, quizás Mank sea más actual de lo que podríais pensar y el mundo de hace 80 años no os es tan ajeno.
El inicio de la reseña es espectacular. Me ha encantado. Enhorabuena.
Muchas gracias, la verdad es que me he desviado bastante del tema supongo que se debe a que, como el protagonista de Mank, estoy convaleciente y el nolotíl me hace desvariar. Además, después de tu crítica sobre el mismo film tenía que buscar otro enfoque para aportar algo nuevo. Un saludo.