Por si alguien no se ha enterado, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook y uno de los hombres más ricos del mundo, ha testificado hoy mismo en el Congreso de EEUU por la supuesta filtración de datos personales de 70 millones de usuarios a través de la consultora británica Cambridge Analytica. Debido a dicha supuesta filtración se podría haber interferido en el resultado de las elecciones estadounidenses que llevaron al impresentable de Donald Trump hasta la Casa Blanca y en el resultado del referéndum sobre el Brexit. La cosa no debe ser tomada a broma. ¿Realmente tiene Facebook tanto poder como para interferir en el resultado de unas elecciones? ¿Tanta información tiene de los usuarios? ¿Tan bien nos conoce? ¿Tanta información compartimos? ¿Somos tan fácilmente influenciables? Realmente casi nadie podía pensar el alcance de esta red social. Lo cual me lleva a pensar en la película que en 2010 dirigió el genial David Fincher: La red social.
Nos guste o no, el invento de Mark Zuckerberg es una de las claves que están definiendo nuestro mundo actual. La gracia de La red social (el film) radicó en que se centraba en el fenómeno de facebook cuando éste todavía era incipiente, los hechos más lejanos en el tiempo se remontaban a apenas hace 7 años antes. No esperaron 30 años para narrar el origen del fenómeno de la red social. El excelente guión de Aaron Sorkin (basado en la novela Multimillonarios por accidente de Ben Mezrich) no se limitaba solamente a narrar el origen de Facebook. En cierta manera trazaba una elaborada crítica al propio Facebook, un monstruo gigantesco en el que la gente comparte fragmentos seleccionados de su existencia pero que realmente no puede sustituir a las verdaderas relaciones interpersonales.
El film se sigue bastante bien a pesar de su lenguaje informático (algoritmos, códigos fuente, etc) aun siendo un profano en informática y redes. Por suerte pronto se centra en la condición humana pasando a segundo plano en los entresijos técnicos y los conflictos legales. Los estupendos diálogos de Aaron Sorkin (autor de El ala oeste de la casa Blanca) poseen una precisión milimétrica y acaban narrándote un auténtico drama con apariencia de liviana película universitaria. Sentimientos como la envidia, la amistad y el compromiso entrarán en claro conflicto con la política empresarial. El sueño se convierte en pesadilla. El excelente guión de Aaron Sorkin ganó el Globo de Oro, el Oscar y el BAFTA.
Como era de esperar, a Zuckerberg el film no le gustó nada. Normal. Es presentado como un chaval muy inteligente pero incapaz de tener amigos o salir con chicas, un fracasado socialmente que, paradojas de la vida, creará la red social más grande del mundo. Un personaje muy contradictorio y complejo al que Jesse Eisenberg dio vida magistralmente. A pesar de su inmensa fortuna y todo su poder, Zuckerberg no consiguió boicotear la película ni emprendió acciones legales que llegaran a buen puerto. Bendita libertad de expresión. Tengo que destacar la escena final del film, un perturbador epílogo en el que queda patente la tremenda soledad y desesperación en la que puede verse sumido una persona hoy día. Ahí radica la verdadera moraleja del film. Paradójicamente, la tecnología nos está aislando. Podemos tener cientos de amigos en la red pero no son amigos reales, no podemos hablar con ellos cara a cara. Las relaciones se están deteriorando, más que conectar a la gente, estas redes sociales nos están desconectando. Un punto muy interesante que fue explorado muy hábilmente en la posterior Her.
Cuando te das cuenta se te han pasado las dos horas del film en un suspiro. Así es el ritmo de este film, perfecto. David Fincher se limita a rodar eficientemente lo marcado en el guión, sabe supeditarse a la historia, casi sin dejar rastro de su estilo visual y narrativo. Fincher está llegando a un clasicismo narrativo impensable en él unos pocos años antes. Fincher prescinde de estridencias (salvo algún momento aislado como la escena de la regata) y se centra en la historia. Nada de alardes técnicos, planos digitales, grúas imposibles, ni moderneces por el estilo. Solamente un grupo de jóvenes con una idea millonaria y las consecuencias que ésta tendrá en sus vidas y en las miles de millones de personas.
Quizás lo más peculiar del reparto sea que los odiosos gemelos Winklevoss estuvieron interpretados por el mismo actor, Armie Hammer. También hay que valorar la sana ironía en que el cantante Justin Timberlake interprete al creador de Napster y por ende exterminador de las discográficas. Igualmente sorprendente fue la elección de Atticus Ross y Trent Reznor (NIN, How to destroy angels) para elaborar esta peculiar banda sonora que fue premiada con un Globo de oro y un Oscar, marcando el inicio de una fructífera colaboración con Fincher.
En resumen, una muy buena película que refleja fielmente el mundo en el que vivimos. Visto lo que ha pasado en estos 8 años desde su estreno, no nos vendría mal una segunda parte.
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