Amazon Prime Video parece entregada a la causa de seguir fomentando la “leyenda negra” española desde dentro, ya que tanto Hernán Cortés como, ahora, “El Cid” son desmitificados en producciones nacionales, lo que demuestra que hay pocos países tan cainitas como este, donde una parte importante de sus ciudadanos comparte la misma visión de su tierra que sus enemigos históricos. Recordamos como en la tercera entrega de «Outlander», se culpaba a españoles y portugueses de ser los responsables de la esclavitud (también se pudo ver en “Amistad” de Spielberg) y los británicos, por supuesto, eran los salvadores de esa lacra. Lo mismo sucede cuando no se puede tapar el pasado, como con el genocidio indio o la segregación racial, siempre aparecen personajes que se casan o conviven con los apaches o policías y detectives que luchan contra gente ignorante, minoritaria y bien organizada que mantienen sus privilegios esclavistas, amedrentando a la población que solo sigue por miedo.
Vistos los precedentes esperábamos lo peor de esta adaptación a los nuevos tiempos de “El Cid”, lejos, muy lejos de la versión producida por Samuel Bronston, dirigida por Anthony Mann y protagonizada por Charlton Heston y Sophia Loren pero a su favor hay que decir que no es tan espantosa como se vaticinaba, pues tiene algunos momentos que funcionan como la justa, evitando un magnicidio o la batalla en Zaragoza, donde se gana el apodo de “campeador”. La lástima es que esos buenos momentos se pierden en multitud de pasajes en exceso discursivos, no muy bien interpretados y forzados en grado sumo, incluso llegando a límites ridículos, ofreciendo puntos de vista de actualidad en boca de personajes del siglo XI, que hablan de esa divertida forma, mezclando palabras pasadas de moda para parecer castellano antiguo con reacciones y contextos más propios del 2020. Además hay que sumar una escenografía que “chirría”, con un vestuario y peluquería que parece recién sacado del taller, como si fuesen tejidos para salir en el carnaval o en una fiesta de disfraces temática y de postín.
Cinco episodios, que anuncian una continuación y que mantiene el punto de vista de series y películas exitosas, como “Juego de tronos”, “Braveheart” (aunque de esta solo toma algún aspecto formal) o “El reino de los cielos”, una cinta imitada hasta la saciedad la de Ridley Scott, donde los árabes son un pueblo culto, pacífico y limpio frente a los cristianos reflejados como ignorantes dominados por la iglesia, que resuelven sus conflictos mediante la autotutela y que solo se lavan como expiación a sus pecados. Esto sumado a unas intrigas palaciegas que parecen sacadas de los libros de George R.R. Martin, dominadas por un conde que quiere llegar a rey y el obispo, manos derecha e izquierda de la corona. También tenemos una Urraca feminista que ambiciona el poder para las mujeres empoderadas, como ella y su madre y múltiples historias paralelas que no terminan de estar bien hiladas.
Un entretenimiento ligero, al que le falta épica, guiones de más enjundia, un reparto más convincente y una puesta en escena con más arrojo. Un aspecto que sorprende, pues en los créditos finales, lo primero que aparece es realizada por Zebra Producciones y más tarde sus creadores y el que, supuestamente, ha dirigido el episodio. Algo que hacía mucho tiempo que no veíamos. Otro punto negativo a un producto insuficiente aunque se agradece que en España se intente filmar televisión, o cine, histórico, pues los precedentes en pantalla grande se solventaron casi siempre con estrepitosos fracasos en taquilla. La continuación de “El Cid” dependerá de cuanto quieran gastar en una serie que, imaginamos, tampoco tendrá una pléyade de seguidores.
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