Dice un viejo refrán que no hay mal que por bien no venga. Por supuesto, habría que incluir ciertas matizaciones antes de dar por hecho tal afirmación como algo de veracidad indisoluble. Pero no voy a entrar ahora en debates filosóficos de los que no tengo ni idea ni ganas. Lo que si es palpable, o al menos así lo viví en su día, es que el desvanecimiento mediático del heavy metal a mitad de los noventa, liberó a muchos músicos de una esclavitud compositiva al deshacerse de esa imperiosa necesidad de colarse en los charts. El éxito desde otra perspectiva, lo que abrió la puerta y añadió protagonismo a una serie de discográficas que hundieron sus manos en el underground metálico para hacerlo salir a flote como alternativa. Dos grandes focos centralizaron la atención de los metalheads. La reinterpretación del death/doom que venía desde las Islas Británicas y el llamado death melódico o sonido Gotemburgo, desde el frío norte de Europa. Un serie de grandes discos que se fueron convirtiendo en imprescindibles dentro de nuestras discografías personales y un puñado de bandas a las que el paso del tiempo les alcanzó de pleno en una hambrienta vorágine de evolución, transformándolas en muchos casos en directrices totalmente diferentes a las de sus inicios con mayor o menor suerte o capacidad. Sólo por nombrar algunas, me vienen a la cabeza Anathema, Paradise Lost, Opeth, In Flames y la banda que nos ocupa ahora, Dark Tranquility.
El camino del crecimiento, evolución o como queráis denominarlo, siempre demanda un pago. Fans que recorren el camino junto a las bandas. Otros que las abandonan desencantados con su nueva dirección y por supuesto los que se adhieren a la nueva etapa. Dark Tranquility, pieza fundamental de aquel sonido Gotemburgo – es una fobia personal e intransferible, pero el termino death melódico no solo nunca me ha gustado sino que lo encuentro incongruente por naturaleza – han ido quemando etapas durante este largo camino desde sus primeros pasos a final de los años ochenta. “Moment” supone la carta oficial de presentación en sociedad, en forma de disco, de Niklas Sundin y Christopher Amott, lo que despertaba mi interes en conocer cómo sería la influencia de este último en el sonido de Dark Tranquility, más después de un disco como “Atoma”. La palabra que viene a mi cabeza una vez escuchado el nuevo trabajo de los suecos es equilibrio en todas las facetas posibles. La domesticación de la agresividad gradualmente hasta convertirla en parte reseñable del sonido del disco pero en unos parámetros que eviten que se convierta en el sustento principal de “Moment”. Esa comunión de riffs soterrados y sintetizadores se hace presente en “Phantom days” que abre el disco.
“Transient” busca una grandilocuencia en un fuego cruzado con unas guitarras omnipresentes de aguerridos riffs y melódicos solos. “Identical to none” permanece en los mismos modos y maneras, dejando entrever una oscuridad que no se termina de convertir en absoluta penumbra. “The dark unbroken” luce plena en melodía, no solo por los teclados sino por esas líneas vocales de Mikael Stanne que si bien hasta el momento, solo habia dejado salir registros más agresivos aqui intercala partes muy melódicas. “Remain the unknown” ofrece un corte radical con lo acontecido hasta el momento dentro de “Moments” buscando recrearse en un oasis de claridad y melancolía con un ritmo que se aleja de posibles suposiciones alrededor de lo que quizás alguno aún anhela que sean DT. “Standstill” pone sobre la mesa el tratamiento de voz más death sobre partes melódicas buscando y consiguiendo el contraste de dicha conjunción. Algo que se fija como patrón en “Ego deception” aunque con unos riffs más afilados y un solo que alterna eficazmente velocidad y melodía, palabra que se repite mucho a lo largo de la reseña, porque incide como gran protagonista. “A drawn out exit” vuelve a casar con la primera parte del álbum, aumentando un grado el nivel de fuerza. “Eyes of the world” destila cierto rollo gótico de tintes muy accesibles arropado por el pertinente arrebato duro puntual. “Failstate” nos deja unos teclados marcando la señal de salida y un estratosférico solo de Amott. “Empires lost to time” es tal vez la que me acerca al borde del desencanto probablemente por esa fobia que profeso al folk/power metal contra la que no existe vacuna. Cierra el disco “In truth divided” con una calma programada y bien concebida. Un buen disco de una gran banda que ha sabido labrar su propio camino, al que te puedes unir o abandonar en la intersección más cercana.
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