En un final de un año que no vamos a olvidar en nuestras vidas, llega lo nuevo de los islandeses Sólstafir, un Lp que lleva por título “Endless twilight of codepedent love” aunque en su mayoría esté cantado en su lengua materna, cosa que no evita que se sienta el dolor y la tristeza que destilan su canciones, en la agónica voz de un Aalbjörn Trygvasson, siempre cerca de perder la nota en su desgarradora garganta cuando encara las notas más altas. El disco no hace más que confirmar el buen momento de los del trío, tras las obras notables que siguen a su excelente “Kold” y que llegan hasta el anterior “Berdreyminn”, del 2017.
El álbum empieza con “Akkeri”, diez minutos divididos en dos partes, con cambios de ritmo constantes, desde el primer “crescendo” al minuto y medio. Atmosférico o veloz, según convenga, en la mejor tradición del rock progresivo. “Drysill” es otro tema largo, lento y con los pasajes de sintetizador perfectamente integrados. Su cadencia es espectacular, con las dos guitarras sonando unidas casi como un lamento y Tryggvasson entonado con la voz. Una preciosidad progresiva, quizás lo mejor de “Endless twilight of codepedent love”. “Rökkur” parece, en su inicio, una continuación del segundo tema, más minimalista donde la voz juega con los fraseos y que evidencia pesadumbre, entre la dicotomía entre los instrumentos naturales y los del sintetizador. Por cierto, maravilloso el estribillo a dos voces del final. “Her fall from grace” es una breve concesión al inglés, marcado por un brillante arpegio que se repite durante los siete minutos de ritmo relajado, con una subida instrumental con posterior “diminuendo” marcado por un cuasiestribillo donde sorprende el “nananana” en la voz de Tryggvasson y un punteo más convencional. “Dionysus” parece quede emular el “black metal” con el que Sólstafir debutaron en esto de la música. Distorsión en las dos guitarras, múltiples efectos y un Tryggvasson sufriente, rozando la afonía con su doliente interpretación, con una parte final con protagonismo a guitarra de Saepor Marius Saeporsson e, incluso, el bajo de Svavar Austman. “Til moldar” nos devuelve a los territorios, más reconocibles, por donde transita el séptimo disco de Sólstafir. Tema corto, de algo más de cuatro minutos, de corte melancólico y que sirve para recuperarnos de la anterior explosión sonora. “Alda syndanna”, tampoco llega a los cinco minutos de duración, posee unas brillantes partes instrumentales, combinadas por la desolación de las cantadas. Una dicotomía que funciona a la perfección y que nos acerca al desenlace del “Endless twilight of codepedent love” a ritmo de distorsión. Un piano jazzístico da el “pistoletazo de salida” a “Ör”, a que el resto de instrumentos se unan con una clara estructura a ese estilo musical, al que los que los del país más septentrional de Europa parecen homenajear en su estilo aunque no olvidemos que estamos hablando de una banda inclasificable con multitud de influencias, cosa que podemos observar cerca de su momento álgido, cambiando de recorrido, a partir del quinto minuto. “Úlfur” es el octavo, y último, corte. De nuevo, larga evolución, de más de nueve minutos, con prefacio instrumental de más de un minuto. Ritmo pesado, rozando el “doom” en más de un momento y esos cambios armónicos que tanto gustan en la banda.
Un buen disco, quizás nos guste algo menos que el “Berdreyminn” pero, a buen seguro, los volverá a traer por estos lares, cuando esta epidemia sea un recuerdo, como ha sucedido con sus anteriores “Otta” y “Berdreyminn” a mostrarnos como entienden la soledad, aflicción y pesadumbre.
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