De vez en cuando me cae en las manos un misilazo que me deja sin aliento. Es cierto que todas las bandas que he pasado por el cedazo están admitidas en mi club, pero sería mojigato decir que todas las canciones de todas las bandas me gustan exactamente igual. Estos tres forajidos bermeanos destilan ese rock killmisteriano, que huele a etiqueta negra y suena como el motor de un carro de combate, pero con la ventaja de poder comprender las letras, sin barrera idiomática. Había visto un videoclip de rebote, descubrí el bandcamp… y aquí hay buena mierda, tíos. Además, Urtzi comparte conmigo una pasión por la lucha libre. Suenan como un obús y encima me caen bien, ¿qué más se puede pedir? Pues que yo sea imparcial. Un, dos, tres… ¡Berserker!

 

 

Berserker. ¿Cómo empiezo? ¡Es la leche! Una púa deslizándose mástil abajo, dos golpes a la caja, y listo. Doble bombo, un bajo que no hace prisioneros y una guitarra que se pone maníaca por debajo de la voz, como en las transiciones del Ace of spades. Más allá del misil sónico, que suena como el tráiler de mi colega Basilio alimentado por queroseno en vez de gasoil, las letras. Hasta donde yo sé, el “berserk” era una especie de éxtasis en el que entraban algunos guerreros bárbaros durante el cual no les sangraban las heridas y no sentían dolor ni fatiga alguna. Se hablaba —que siempre ha habido mística, y está muy influenciado por el punto de vista romano, igual que los pictos escoceses— de algún berserker que tenía las tripas a la vista por el castigo recibido en batalla, que seguían peleando como si nada. Es una plasmación, más allá de las palabras o de las rimas, del espíritu de la canción. Si eran brutales carniceros, si su camino al Valhalla estaba teñido de sangre, el sonido y la letra lo plasman perfecto. Berserker, su gloria es la masacre / Berserker, su legado: la muerte/ Berserker, la locura más salvaje / Berserker, precursores del desastre. Sin más, de lo mejorcito que he reseñado en tiempo.

Golpes duros, cortes profundos. Voy a evitar las continuas referencias a Motörhead, pero va a ser complicado. Este comienzo, con ese bajo distorsionado, que se identifica con Lemmy, recuerda al Overkill, con el doble bombo y el bajo a todo trapo. Me está costando reseñar desde el lado racional del cerebro, porque esto es una descarga que conecta directamente con las tripas, con el cerebro reptiliano. Mi mirada violenta / transparente como el cristal / habrá sorteo: hostias de premio / y todo el mundo a bailar. La primera vez que lo escuchas te ríes, a partir de la segunda estás esperando el mantra de estribillo que le da título al tema, del estilo al Motörhead del disco Motörhead que cantaban los Motörhead. ¿He dicho que pocas referencias a Motörhead? Tema contundente, pero a la vez pegadizo, con un solo que te hace crecer el bigote. Pura metralla, qué pena que los cascos no tiren más, porque me sangrarían los ojos.

 

 

Rickenbastard. Joder, sin referencias a Motörhead, pero canción de homenaje a Lemmy. Otra vez ese bajo distorsionado haciendo de motor de arranque para que la batería salga como una locomotora. Muy del estilo a Iron Fist, va contando vivencias del bueno de Killmister hasta desembocar en un estribillo que podría ponerse de epitafio, o en la placa de la estatua que tiene en el Rainbow. Hombre de negro del rock&roll / su cruz de hierro y gorra de cowboy / el rock y la carretera, fueron su vida entera / el cuartel general: su esquina del Rainbow. No tengo una imagen de Lemmy como un tipo emotivo, pero si escuchara esto, estoy seguro que algo se le removería por dentro. La comparación con Johnny Cash me parece muy acertada. Dos soldados de fortuna, con unos principios claros, que cogieron su música y la reinventaron hasta entrar en la leyenda.

En el nombre de Dios. ¿He dicho que es acojonante? Llevo tres canciones y el teclado me va a echar humo. Por fin bajan un poco el tempo, sin ritmo de galope descabezado, pero sin renunciar a esos comienzos con el bajo —da mucho juego ese rollo de bajo distorsionado, reviste las guitarras, enlaza mejor con la batería y crea una base inmejorable para poner las voces. Al levantar un poco el pie del acelerador, se me abren los paralelismos. El punteo me trae a la mente Lift, de los Poets of the Fall, durante años sintonía de Bienvenidos al paraíso, reserva heavy de Radio 3. También, salvando la forma de afrontar las guitarras, tienen un rollo al Ich tut dir Weh, de Rammstein. Como niño de colegio de monjas (puedo decir tramos enteros de la misa), analizar lo que dice esta canción me saca una sonrisa, sobre todo por la capacidad que tiene la santa madre Iglesia para oprimir y exterminar y, un parpadeo después, ponerse en el papel de perseguidos-mártires. En fin, tampoco vamos a quejarnos, porque han ayudado una barbaridad con la pandemia. Rouco ha abierto su humilde ático para acoger a gente necesitada, y el arzobispo de Tenerife (el que dijo que la culpa de los abusos la tenían los menores, que estaban provocando), se está hartando de poner cazuelas en los comedores sociales.

 

 

Demoledor. Volvemos a la marca de la casa: un doble bombo que te retumba en el pecho y la sensación de ir en un tren sin frenos. Mientras guitarra, bajo y voz pone banda a la locura que son capaces de desatar estos tres. Con el espíritu del Holy diver, de DIO, con ese sonido de hard rock de la vieja escuela, a lo Judas Priest, a lo Black Sabbath, pero insertando esas guitarras crudas en su interpretación, con la fuerza y la velocidad que destilan The Hammer Killers.

Mi camino. Esto sí que es rock de la vieja escuela. Igual que Fats Domino aceleró el ritmo del blues, de la misma manera que Little Richard sacó algo que rompió con todo lo anterior, este tema es coger una banda de hard rock y ponerlos a versionar un rock de la vieja escuela, de los cincuenta o sesenta. No pierden potencia, pero dan casi ganas de bailar. Además, hablan de Robert Johnson. Si no te suena el nombre, no pasa nada. Me apuesto lo que tengo en los bolsillos a que has oído la historia, como la de Fausto, de Goethe.

 

 

Virunga. The Hammer Killers, esa banda interactiva que enseña a la vez que entretiene. Resulta que Virunga es un parque nacional de la República Democrática del Congo. El capitalismo —que junto con el feudalismo nos salva del resto de ideologías bárbaras— ha creado un mercado negro tan suculento que a los furtivos empieza a importarles tres huevos entrar masacrando guardas, conductores y al que se les ponga por delante. A veces por los recursos del parque, a veces para secuestrar turistas. Me hace una gracia de la hostia oír a los que ponen el grito en el cielo con lo del puto chalet o con los cuatro mil trillones de muertos del comunismo tirar balones fuera cuando oyen estas movidas, más cuando sabes que están pensando que no son vidas tan importantes como la suya. Por desgracia, lugares como Virunga, las minas de coltán, Bhopal, y esos paraísos del trabajo libre (y fauna exótica) en el sudeste asiático seguirán proliferando y perpetuando ese modelo económico mientras persevere el principio de “tanto tienes, tanto vales”.

Evolución de la destrucción. Doble bombo y destrucción. Fragua, yunque, martillo y mucho rock&roll. Cribas, de los Vhäldemar, combina con Urtzi para darnos una lección de historia de… iba a decir la violencia, pero no. Historia de la humanidad. Ya lo cantaban los Reincidentes. Pueblos contra imperios y no va a terminar. Ha sido una sacada de chorra detrás de otra y una imposición de unos sobre otros por la violencia, de las armas o económica. Menos cuando ha metido mano EE.UU. Mira Irak o Afganistán, piezas fundamentales en lo cultural, países seguros donde los haya y con unos recursos a buen recaudo.

Fast&Loud. Si un tema se llama rápido y ruidoso, pues eso. Baladitas románticas. Este huele como el motor de un Camaro a toda tela por la ruta 66. Como una bestia fuera de control /así es nuestro rock&roll. Llevo un buen rato diciendo lo mismo, y Urtzi está de acuerdo. Pues de esas canciones de transición, de final de disco, que no se escuchan, se disfrutan. Terreno para experimentos, un punteo más trash, no tan “violento” y un guitarreo más técnico, sin tanto berserk.

 

 

Anne Bonny. Me sonaba algo el caso de una pirata de tiempos de los bucaneros y tal, pero ni idea de la biografía de esta buena mujer. Irlandesa, bastarda de un comerciante próspero y criada en la clase media alta, lo mandó todo al carajo para irse a la República Pirata. A principios del siglo XVIII. Con dos cojones. Después de mil correrías, la sentenciaron a muerte, pero se escaqueó y murió de vieja. De esos personajes secundarios que son devorados injustamente por la historia, porque tienen una buena lección que darnos.

En resumen, qué pasada de disco. La reseña más larga que he escrito con diferencia. Me niego a pasar ningún tema en dos líneas, deprisa y corriendo. Son diez pepinazos llenos de fuerza, llenos de rock&roll, pero también de cultura, de sentimientos (no sólo las baladitas expresan lo que nos sale del cuore), y de reivindicación. De lo mejor, mejorcito que he reseñado. Aun siendo un cabrón y metiendo la tijera, este disco tiene al menos 3 imprescindibles y 4 temazos de cagarse. Si no te ha convencido, es que estás muerto.

 

 

Si estás vivo y quieres escuchar, enlaces de la banda.

Facebook www.facebook.com/thehammerkillers

Instagram @thehammerkillers

Bandcamp: https://thehammerkillers.bandcamp.com

Youtube: https://www.youtube.com/channel/UCMW6NKey4XPrtenZ2sa35NA

 

The Hammer Killers – Berserker

by: Teodoro Balmaseda

by: Teodoro Balmaseda

Escritor de ficción y crítico desde la admiración. Si te gustan mis reseñas, prueba 'Buscando oro' en tu librería o ebook.

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