Andalucía se debate en una zozobra que la estremece demasiadas veces con la fragilidad de un barco en plena tormenta. La lucha contra una falsa, estereotipada e interesada imagen a veces instalada desde fuera. El desconocimiento mezclado impasible ante el victimismo propio del que se piensa superior. El desafecto impasible desde dentro. También necesario entonar el mea culpa. La venda en los ojos para defender a capa y espada una realidad impuesta. Que no le permite avanzar. La necesidad de la defensa de una personalidad propia tan rica en raíz como pobre en fuerza propia. El desconsuelo ante la falsa interpretación de una manera de sentir la vida. De una lucha diaria que la distancia ignora. Y lo que es peor. La cercanía muchas veces niega. La fortaleza de una personalidad propia modelada por la riqueza de la cultura del tiempo.
Musicalmente muchas bandas luchan por mantener ese legado y reivindicar que la ofensa exterior a veces es el miedo a reconocer el error propio. De un espectro sonoro a otro. Poniendo en valor el rock andaluz con la diversidad de matices que este es capaz de soportar sin perder su grandeza. Abrir las puertas para comprender y demostrar que entre una casapuerta del barrio de Santiago, un club de Londres o a los sonidos de cualquier círculo industrial los puede unir sin problemas la necesidad de mostrar la riqueza del que abarca lo que le traen los vientos y los que es capaz de sacar de la profundidad de su tierra. Es el caso de Fausto Taranto. Los de Granada vuelven a mostrar sus cartas con este «El círculo primitivo».
Paco Luque y Quini Valdivia ya sabían lo que se hacían desde los tiempos de los añorados Hora Zulú. Su concepción mestiza del metal se traslada sin lugar a dudas a Fausto Taranto. Su percepción del hard rock, el metal más progresivo, el heavy metal tradicional para crear una alianza única con el flamenco como raíz. «Ni las sobras» es un claro ejemplo de ello. Mejor explicación sonora que la que cualquier texto sea capaz de plasmar. Fausto Taranto apuesta por la riqueza musical. Sin tapujos. Sin cortapisas. Sin explicaciones. Tan solo a base de talento. La mutación natural y sin esfuerzos de Ismael de vocalista de rock a cantaor y viceversa. Tan franca como agua de lluvia. Capaces de poner la carne necesaria sobre el asador para sonar contundentes y atravesar las puertas de mundos en principio tan separados.
«El círculo primitivo» puede parecer a más de uno algo anecdótico. Una rara avis. Una propuesta que busca apartarse del camino más ortodoxo. Tal vez se puede entender así. Pero también como un canto de libertad y dolor. Un golpe en la mesa para romper cadenas. Un lamento en busca de liberación. Quizás sea verdad que dependerá del oyente. De la interpretación que cada cual quiera dar – o tenga capacidad – al mensaje recibido. Fausto Taranto consiguen eso para algunos tan inconcebible y cada día más, cuando parecemos aferrarnos más a las banderas que a las personas, de que se puede sentir orgullo propio a la vez que se derriban muros y fronteras que nos separan. Algo escrito en los libros hace mucho. Algo que unos y otros prefieren demonizar antes de comprender. Fausto Taranto juegan en otra liga. Puede que en una liga propia. Pero lo hacen de manera que solo puedes rendirte a su música.
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