Ante la cerrazón del espíritu en estos tiempos inciertos recurrimos prestos a la alteración de los sentidos a través de vías no naturales que nos estimulen. Desde pequeños sentimos esa comezón que convive inseparable a la experimentación. La necesidad de conocimiento. De vértigo aunque no seamos capaces de identificarlo. De palparlo. Llueve sobre mojado. O eso pensamos y mantenemos. Aunque no es más que una salida ante el desconocimiento. Frente al desconcierto que nos produce lo desconocido. O lo que se aleja de nuestra regularidad preconcebida. La música a veces tiene la capacidad de tocar tus ramificaciones nerviosas. Despertarlas. Resucitarlas. Otras se enroca en tu mente y la invita a un viaje sin billete. Aferrado a esa satisfacción que produce el no tener que dar explicaciones. Esto último lo experimento con «Refugio». Nanda Devi son los protagonistas. Culpables. Deudores de mi agradecimiento. Los de Úbeda encierran entre sus manos un mundo tan ancho al que es imposible asignar límites. Y lo llevan con talento a su música.
Es difícil encasillar la música de Nanda Devi. En ella viven detrás del espejo la furia y la ternura. La rabia y el sosiego. La calma y prisa. Cada canción se convierte en un viaje de sonidos a través de un nexo común. Desde parajes propios del Black metal más oscuro y ácido hasta las melodías propias del rock alternativo o los cambios enrevesados del rock progresivo de gente como King Crimson. Sin medias tintas. Sin desechos. Solo lo mejor en cada corte. «Refugio» me atrapa. Como fauces que no dejan huir a su presa. Emanando un olor que invita a no presentar resistencia. «Refugio» es un disco para paladares prestos al riesgo. «Juventud» abre esta oda al precipicio. Riffs profundos dejan paso a arrebatos cristalinos y viceversa. «No quiso ser» se mueve con estructuras que podrían pasar cerca del mejor metal progresivo para cerrar puertas y dejar entrar la oscuridad para alternar con partes black metal. «Sunanda devi»es una auténtica maravilla. Batería marcando un ritmo tribal. Fuerza controlada. Instrumentación que parece hablar.
No dejes pasar de largo «Vientos del pueblo». En sus textos viven y perviven la poesía de Miguel Hernández mientras la música construye un medio tiempo obsesivo con voces guturales. «Staropramen» es mi canción preferida de este disco. Ese inicio que te lleva directo a la segunda mitad de los 90 y cuando piensas que el ancla está bien aferrada gira brutalmente convirtiéndose en un profundo aquelarre black metal. «Kintama» son tres maravillosos minutos instrumentales. «Gantavy» se adentrá en los corsés -si realmente puede utilizarse dicho término en esta tesitura- del post rock. Una canción a escuchar con atención porque esconde mucho más de lo que puede parecer en primera instancia. «Radón (canción última)» despide de manera brillante la grabación. Descomunal álbum de Nanda Devi a los que la etiqueta de post rock, post metal o donde quieran alinearles se les queda excesivamente pequeña.
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