“Muñeca rusa” es una de esas series que han dominado las conversaciones en este 2019 entre el público más alternativo de los Estados Unidos. Y por ende, de España donde se suele copiar todas las ideas que suenen a progresistas. Un espectáculo en ocho episodios de media hora de duración cada uno, por lo que es perfecta para verla de un “tirón”, ya que apenas llega a las tres horas.
La idea es simpática: una cínica mujer neoyorkina muere y resucita en el día de su treinta y seis cumpleaños una y otra vez, sin saber el motivo. Durante sus pesquisas para resolver el misterio conocerá a un hombre al que le sucede lo mismo aunque su carácter sea casi el opuesto. Una idea esta de unir la idea de “Atrapado en el tiempo” con “pijos” neoyorkinos funciona aunque no sea del todo original, pues recordamos que hace poco tiempo se unía el argumento de “El día de la marmota” con la ciencia ficción en la interesante “Al filo del mañana” de Dog Liman, con un Tom Cruise que moría y renacía al enfrentarse a unos “bichos” parecidos a los de “Starship troopers” y con el terror se estrenaba “Feliz día de tu muerte” de Christopher Landon, con un asesino a lo “Scream” matando una y otra vez a una insoportable joven cumpleañera. Aun así, la propuesta de “Muñeca rusa” funciona gracias a su punto de vista femenino, con una protagonista fumadora, bebedora, promiscua y mal hablada que destila ironía y un “sentid trágico de la vida” por todos los poros de su piel. Ella empieza en el aseo de casa de una amiga que le ha hecho una fiesta de cumpleaños antológica, con un montón de amigos sofisticados en un apartamento en pleno Manhattan. Al irse de la fiesta con un antiguo romance y al buscar a su gato en Central Park es atropellada y muere. A partir de ahí, renacerá en el mismo lugar falleciendo de las formas más extrañas posibles mientras busca la forma de acabar con esa espiral.
Las responsables son Leslye Headland y las actrices Amy Poehler y Natasha Lyonne, quien además se reserva el papel principal, tras triunfar con “Orange is the new black” y aparecer como secundaria en la notable «Ad Astra» de James Gray. Ella sostiene el edificio, una mujer descreída que a pesar de triunfar profesionalmente y tener un grupo de amigas, ha dejado de creer en la humanidad y su sentido crítico contra la sociedad le hace merecedora de la soledad que suele acompañar a estos caracteres, donde no existe un fracaso vital porque se ha elegido este tipo de vida pero que parece imposible que con semejante egoísmo se consiga una relación fluida con sus semejantes. Lo que sucede es que como pasa en los personajes de Woody Allen, ese nihilismo y falta de empatía con el mundo, resulta atractiva y permite a los amantes del sarcasmo pasar un rato entretenido junto a la televisión aunque con un lenguaje vulgar, en la línea de este tiempo que no ha tocado vivir y sin citas de filósofos ni sabios ni un atisbo de cultura. Gente que ha triunfado gracias a la informática o al diseño de moda, llevando una vida hedonista y contraculturas aunque su búsqueda del placer sea inmediata y no catastemática como prefería Epicuro.
Su mínima duración, una Lyonne estupenda como actriz y unos diálogos rápidos y con “chispa” convierten a “Muñeca rusa” en una propuesta interesante, con un público bien definido que disfrutará los ocho capítulos y, seguro, que al acabar se sentirán superiores que la mayoría de sus congéneres, sin necesidad de que les hablen de personas a los que no conocen ni han leído. Sucedía como en “American beauty” de Sam Mendes, dirigida a esa clase pudiente exquisita que al ver la cinta se sentirían mejores que sus conservadores vecinos en las urbanizaciones del extrarradio. Aquí es para los urbanitas del centro pero sigue siendo lo mismo. Buscar y encontrar nuestra vida y ofrecerla como un ejemplo a seguir.
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