A veces, y que conste que esto es una percepción, una opinión personal creada a través de lo que leo o escucho, tengo la impresión de que para mucha gente el rock melódico y el A.O.R. es considerado como una especie de hermano menor al que restan mérito y valor. No se si será porque arrastra el lastre de hace ya mucho -quien se acuerda, los consumidores de radio fórmulas seguro que no- se convirtió en música con una difusión masiva. Pero parece ser relegado al rincón de la supuesta «autenticidad» del rock. Y hacer este tipo de música no es nada sencillo. Precisamente porque a veces la línea que lo separa de perder la esencia rockera que siempre ha mantenido se demasiado fácil de atravesar si no se tiene el talento necesario. Será que yo me considero muy fan de este tipo de música, por eso cuando alguna banda consigue dar con la tecla -algo tan complicado como en cualquier otro estilo cobijado bajo el manto del rock- noto ese subidón por el cuerpo. Y precisamente en estos días lo he notado con un par de discos. De uno de ellos ya os hablaré en estos días. Ahora me voy a centrar en una de las mejores bandas de este género -y no solo de él- que se mueven por nuestro país, los madrileños The Val que por fin tienen nuevo disco de la mano de la gente de The Fish Factory.
«King Ocelot» es el nuevo disco de la banda formada por la excelsa vocalista Gaby De Val, Alfonso Samos, Tony Ortega, Alex Morell y Rubén Berengena. Lo primero que llama la atención de este «King Ocelot»es su potente portada, obra de otro viejo rockero, el onubense Ildefonso J. Medrano, conductor del programa de radio Highway Star y artista de pro que te invita a lanzarte al interior de este tercer disco de The Val. Tras la intro «Electric Jungle» comienza lo bueno con «Crying on the bedroom floor». ¡Que maravilla!. Mi inconsciente siempre ha vinculado a The Val con los tiempos de Heart y discos como «Brigade». Nos metemos de lleno en la elegantísima «Crazy world» y sus fantásticos coros. Ojo al desarrollo musical de la canción, y esos coqueteos con el rock sinfónico con esos teclados en primera línea dibujando melodías. «Symphony» es una de esas canciones que sonaría sin parar en las FM’s hace un puñado de años -en los States, claro-. Rock melódico que si hubiese que buscar un referente, a mi me recuerda a la mejor Robin Beck.
«Son of mine» es una maravilla. Así, sin anestesia os lo suelto. Pura melodía sobre un colchón de notas que van construyendo la canción con un clase al alcance de muy poca gente. Si no eres capaz de dejarte llevar por ese estribillo, te lo tendrás que hacer mirar. «Lilly and the old man» puede presumir de estrofa con cualquiera. A la cabeza me vienen los tiempos más melódicos y maravillosos de Fleetwood Mac ¡y eso son palabras mayores, señores!. Turno de la balada. «Inner voice» hace los honores. Lógicamente en una canción de estas texturas es imposible no disfrutar de la voz de Gaby. «High heels» pone un punto más rockero, con esos teclados que se funden con la melodía de voz y un estribillo para subir el volumen hasta que tiemblen los cimientos de la casa. Llega «Wings of an angel», emotivo, franco, con las emociones y la tensión a flor de piel, meciéndote como una canción de cuna. «Save a lilttle love» es puro A.O.R., cuidando al máximo el estribillo. «Kill the noise» es otra balada plagada de arreglos que contribuyen a embellecerla aún más, engrandeciendo una composición ya de por si inmensa.
«You break the silence» tiene un trasfondo más potente, más rockero, gracias al sonido de la guitarra y a la forma de cantar, una canción que en directo puede sonar tremenda. «Say goodbye» vuelve a recuperar la querencia por los sonidos progresivos a la vez que nos muestra una faceta más veloz de la banda, que imprime una velocidad más a sus sonido. Cierra el disco «King Ocelot», canción que da nombre al disco y que como un cuento que se va desarrollando con vida propia. Esta banda no tiene límites, y lo demuestran disco a disco, progresando y creciendo de manera exponencial. ¡Vaya disco se han marcado The Val!. A la altura de muy poca gente.
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