Desde que el movimiento «Metoo» se popularizase, numerosas cintas tratan la problemática de las féminas en la sociedad, luchando por demostrar que tienen la misma, o mejor, capacidad que los hombres para desempeñar cualquier labor. Cine comprometido con el discurso de género, dirigido por (no necesariamente para) mujeres, cuyos máximos estandartes podrían ser las irregulares «Una cuestión de género» de Mimi Leder, en temática realista, y «Wonder Woman» de Patty Jenkins, en los territorios de la fantasía.
«La directora de orquesta» se apunta a esta tendencia del cine actual para narrarnos la historia de una joven que quiere triunfar como directora musical en los años veinte, terreno vedado a las mujeres. Entonces, y ahora, pues los títulos finales nos recuerdan que una prestigiosa revista sobre música clásica presentó hace años una lista con las mejores filarmónicas, sin ningún nombre femenino en la dirección y otra más reciente con los mejores conductores de orquesta, sin nadie de esa condición que apareciese. También nos recuerda que la banda de Antonia Brico funcionó mientras fue femenina en su integridad, fracasando cuando empezaron a formar parte de ella hombres. Una denuncia que no terminamos de entender, pues parece que sugiere que su grupo de trabajó fracasó cuando dejó de ser moda y empezó a ser más habitual, con formación mixta. O eso, o que las mujeres son superiores a los hombres, cosa que no creemos que esté en el discurso. Lo de las listas es discutible, pues desconocemos el talento de Antonia Brico, y otras directoras, al no tener grabaciones y no sabemos si estarán al nivel de Solti, Knappertsbusch, Furtwängler, Von Karajan, Abbado, Barenboim, Harnoncourt o Thielemann, por citar algunos ejemplos.
Es el problema de la ideología, al final el discurso se pierde en la exaltación exagerada, ya que el guion parece una hagiografía del personaje, alguien que supera cualquier adversidad solo con sus enormes capacidades y tesón. De hecho, no le ocurre nada bueno hasta casi el final, como sucedía en la infravalorada «Siete almas» donde Will Smith sufría un tormento vital para conseguir su sueño, cosa que aquí no vemos pues hasta un más que evidente abuso sexual o intento de violación, junto a una vida de pobreza resulta menos incómodo que ese peregrinar por los asilos de Nueva York en el largometraje de Gabriele Muccino. Lo que sí resulta interesante en el «libreto» de Maria Peters es el apuntar como causa de no cumplir las expectativas laborales, la supeditación en la que se convierte el matrimonio para las mujeres. Para ejemplificarlo, Maria Peters rechaza al amor de su vida, un prestigioso representante de artistas, por seguir formándose para llegar a la cima, lo que hace reflexionar, de nuevo, sobre el sentimiento contra la razón. Su claro mensaje está bien simplificado y escrito, pues las más de dos horas tienen ritmo, con una estructura lineal que funciona y unos diálogos llenos de réplicas y contraréplicas, con el divertido recurso de utilizar frases de gente que intenta humillar a la joven como una perfecta respuesta tiempo después y que permite a la Maria Peters directora crear un producto entretenido, al que le falta riesgo en la dirección, sin ninguna secuencia que se recuerde, pero envuelto en una dirección escénica pulcra que retrata bien el Nueva York, Amsterdamm o Berlín de esa época, como esos regalos con un papel decorado precioso pero con un interior que decepciona. Pasa con las interpretaciones, donde todos el reparto está correcto y la protagonista Christanne De Brujin fantástica pero no creemos que la real Antonia Brico tuviese los canones de belleza actuales, lo que resta valor a lo que quiere denunciar Peters, como que todos los hombres alrededor sean atractivos o sabios y comprensivos si son mayores, salvo el «villano» Seuman F. Sargent, que encima tiene bigote y un evidente principio de calvicie, sumado a las «arpías» que encarnan su madre y la madre de su enamorado. Mujeres mayores que se unen a los hombres para perpetuar los estereotipos de género.
Trabajo que se sigue con agrado pero con mejor argumento que puesta en escena y donde vemos unos cuantos referentes, pues hasta copia al Dickens de «Grandes esperanzas», al aparecer un oculto mecenas que no sabremos quien es hasta el final. Una «montaña rusa» de emociones que nunca termina de despegar y con una denuncia que se queda en la superficie, sin profundizar, aunque eso sí, todo muy bonito, con «beautiful people» y donde el esfuerzo puede con todo sin dejar secuelas físicas ni psicológicas.
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