Hasta ahora la filmografía de Todd Phillips se había limitado a comedias juveniles protagonizadas por descerebrados («Viaje de pirados», «Aquellas juergas universitarias», «Escuela de pringados» o «Salidos de cuentas») que funcionaban de forma aceptable en taquilla, con «Starsky & Hutch» y, sobre todo, la trilogía de «Resacón en Las Vegas» de «buque insignia», siendo hasta ahora la primera de «The hangover» su «obra maestra», con un excelente guion, bien interpretado y que llevaba hasta el límite el humor y las situaciones políticamente incorrectas. Así que con estos mimbres, no es del todo sorprendente que le hayan ofrecido escribir y dirigir «Joker», una cinta que bebe de la incorrección política, pues lo que se glosa es discutible, al convertir en héroe a uno de los más célebres villanos de los cómics, como sucedía en «V de Vendetta» donde se preguntaba si el terrorismo es lícito si gobierna un tirano, «Joker» parece enarbolar la bandera de los perdedores, de esa gente que no tiene trabajo, pareja, dinero y tiene que soportar como los poderosos les oprimen. Arthur Fleck es uno de ellos, un hombre con problemas psiquiátricos, que malvive en un apartamento con su madre y que gracias a la violencia empieza a canalizar su tormentosa existencia. De hecho, es sencillo sentir empatía ante el triple crimen en el metro o cierta repugnancia ante la posición de Thomas Wayne. Mucha inteligencia se nota en el guion del propio Phillips y Scott Silver, pues una de las grandezas de «Batman» es diferenciar con una «delgada línea roja» el bien del mal, donde ni todos son dechados de virtudes o actúan sin motivación.
«Joker» va un paso más allá, convirtiéndose en el mejor largometraje de superhéroes, sin necesidad de que aparezca ninguno. Un «crecendo» de tensión que culmina en un espectacular último acto donde un «paria» de la sociedad se convierte en el líder de un movimiento revolucionario, gracias a la prensa y la televisión. Y ahí, es donde Todd Phillips emerge como un excelente realizador, pues mantiene un alto tono en lo que cuenta, con diálogos trabajados bien llevados, con mucho sentido pero superándolos en como lo cuenta, pues su puesta en escena es antológica, como vemos desde los créditos con el logo de Warner de los años ochenta. Sobre un lugar indeterminado de esa década o la anterior sitúa la acción, con numerosos guiños cinéfilos al cine urbano de Scorsese o Lumet y películas como «Taxi Driver» o «Tarde de perros», con una estupenda fotografía de colores fríos y reflejando la suciedad de un habitual en Phillips como Lawrence Sher y sin esconder nunca que Gotham es Nueva York, que como toda gran metrópoli es donde surgen estas revoluciones. Un ritmo magistral que mediante imágenes va elevando la tensión y mostrando la evolución en asesino del protagonista, como la psique va degenerándose, merced a los golpes recibidos para comenzar una venganza contra el mundo y todos los que le han tratado mal, combinando con maestría los primeros planos, con medios, creando una atmósfera intimista que en algún momento resulta agobiante, con falta de generales, al no tener nada de sentido del humor ni alivios cómicos, lo cual sorprende vista la trayectoria anterior de Todd Phillips. Aun así, nimiedades es un gran trabajo.
Para ello, se necesita un actor de amplios registros, y más teniendo en cuenta quienes han encarnado antes al personaje. Joaquin Phoenix está impresionante, con muchas secuencias donde con otro actor se hubiese incurrido en el ridículo, con él se entiende la evolución de este desarraigado que comienza como un foco de risa para el resto para acabar encontrando su sitio como «ángel vengador» contra el poder. Nominación segura. Entre los secundarios destacamos a Frances Conroy, tan efectiva como en «American Horror Story», escondiendo secretos que no imaginamos, Zazie Beetz, Brett Cullen y Robert De Niro, limitándose a hacer del Robert De Niro de los últimos años. Todos ellos, junto a una antológica banda sonora, tanto en las canciones como en el sobresaliente «score» de Hildur Gudnadottir, helando la pantalla con el uso de la cuerda, una digna heredera del malogrado Johan Johansson. Todos consiguen que «Joker» sea una experencia cinéfila, uno de los mejores estrenos de la temporada que nos hace reflexionar y cuestionar todo su discurso. Agradable que se hagan filmes taquilleros con estos mimbres. No es extraño que haya ganado el Leon de Oro en Venecia. Veremos que le puede deportar la temporada de premios y, sobre todo, los Oscars.
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