Hace décadas que vimos en el Teatro Lara de Madrid las “Obras completas de William Shakespeare (abreviadas)” en un montaje con Javier Gurruchaga. Una hilarante producción donde solo tres personajes iban pasando de una tragedia a otra de un soneto a otro hasta desembocar en Hamlet en un minuto. Una de las comedias teatrales con las que más nos hemos reído y que no hemos podido evitar al ver este “Hamlet” creado por la compañía portuguesa “Companhia do Chapitó”.
Ya desde su reclamo que presentan como una inadaptación de “Hamlet” sabemos que la broma y la gracia van a estar presentes en los ochenta minutos de duración (tal vez algo más) en los que llevan la tragedia del príncipe danés a un edificio de altos ejecutivos donde se desarrollarán el funeral del padre, la aparición fantasmal, la boda del nuevo director general, el avaro Claudio, con la viuda Gertrudis, el suicidio de Ofelia y el combate final con Laertes. Todo plagado de humor negro, con muchísimo movimiento por el desnudo escenario y cuatro actores que se van intercalando los diferentes roles (Hamlet, Ofelia, el fantasma del padre, Claudio, Gertrudis, Laertes u Horacio, entre otros).
Su humor es físico y gestual, en la línea del “slapstick” que tanto triunfó en el cine mudo y que grupos como Tricicle, en España, han elevado a la categoría de arte. El desarrollo de este “Hamlet” nos pareció irregular, yendo de menos a más, pues se tarda un tiempo en sumergirse en lo que nos están ofreciendo, con algún brillante golpe aislado como confundir el espíritu del difunto con el aire acondicionado pero a partir del “ser o no ser”, con la intraducible coda posterior de “estar o no estar”, todo se convierte en una brillante “bufonada”, con momentos desternillantes como la muerte de Ofelia, el diabólico plan de Claudio jugando al billar o el final con la muerte de todos los personajes, envenenados con aceitunas en el “Dry Martini”.
Los directores escénicos son José Carlos García, Cláudia Nóvoa y Tiego Viegas. Este último reservándose un papel junto a unos inspirados Jorge Cruz, Susana Nunes y Ramón de los Santos, que con sus caras, gestos y onomatopeyas consiguen hacer reír a un Gran Teatro Falla al que se le vio disfrutar con las constantes bromas. Además tuvieron el detalle de sacar en la ovación final a Pepe Bablé, en su despedida como responsable del F.I.T. y de traer el estreno en castellano, pues el original está pensado en portugués. En ello, no se puede poner ningún pero, ya que con muy pocos elementos consiguen conectar con el público, ya que, como hemos comentado un poco más arriba, el escenario se encuentra completamente desnudo y el juego de luces es bastante pobre, por lo que se puede representar en casi cualquier teatro, por pequeño que sea.
El vestuario consiste en unos trajes de ejecutivo y un montón de corbatas que sirven para casi todo, desde cruz en una tumba, teléfonos móviles, espadas, tarjetas identificativas o monóculo, entre otros muchos objetos. Ello les permite crear una “astracanada”, que tiene sus mejores momentos en el humor absurdo. De hecho, el gran momento llega con una escena de metateatro, donde Ofelia llora pero no termina de convencer su llanto a Hamlet, que se transmuta en director aconsejando a la actriz como debe hacerlo como si de un ensayo se tratase, además iluminando el fondo para que veámos que no hay nada, ya que el resto al encontrarse sumido en la oscuridad parece una pared o telón negro. Un “divertimento” que sigue demostrando la capacidad de ofrecer géneros distintos que tiene este Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz.
Fotografía cortesía de Silvia Salado
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