Hace bastantes años en que me tomo los estrenos de Woody Allen como algo personal. Soy muy seguidor de su obra, pero creo que desde “Blue Jasmine” no ha parido ninguna película realmente redonda y personal. Puede que “Café society” se acercara algo, pero erró en la elección de Jesse Eisenberg y Kristen Stewart como protagonistas.
Siempre se ha dicho que lleva haciendo la misma película desde hace muchos años y que su personaje, ya sea interpretado por él mismo o por sus sosias (John Cusack, Jason Biggs, Larry David, Jesse Eisenberg…), era la extrapolación de su personalidad y pensamiento a la gran pantalla. Aquí vuelve a conseguir que Nueva York sea protagonista (las calles lluviosas de Manhattan, Central Park, el Metropolitan…) y su amor por la ciudad que nunca duerme logra traspasar la pantalla.
Timothée Chalamet (cuyo talento ya vimos en Call me by your name o Lady Bird) toma la piel del propio Allen para convertirse en un joven universitario de familia adinerada que acude con su novia (Elle Fanning) a pasar un fin de semana a Nueva York con la excusa de acompañar a su novia para entrevistar a Roland Pollard (Liev Schreiber), un cineasta sesudo y en plena crisis creativa. El ideado e ideal fin de semana en Manhattan perpetrado por el joven Gatsby Welles se transforma en una pesadilla al ver que su chica le deja solo al unir los problemas de Pollard con los de su guionista Ted Davidoff (Jude Law) y los del actor Francisco Vega (Diego Luna).
La cámara de Woody sigue moviéndose por Manhattan con la facilidad y claridad con que lo ha hecho toda la vida y consigue que la historia de amor entre Gatsby y Asleigh derive en un final tan romántico y elegante como nos tiene acostumbrados. Es cierto que Elle Fanning o Selena Gómez no son Diane Keaton ni Dianne Wiest, pero ni por esas consiguen desvirtuar la fuerza del imperturbable mensaje que, año tras año, nos devuelve la melancolía por ese cine clásico que tanto amamos.
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