Barcelona es noticia día si, día también. Entre unos y otros están emponzoñando una ciudad maravillosa. La difamación, la incompetencia, el tú más, el ellos peor. Con la de veces que he pateado sus calles. Con la pasta que me dejé en la calle Tallers. Imagen distorsionada a conveniencia. Me cansan tantos frentes. Barcelona sempre es bona. Barcelona ciudad Punk. Si Madrid tenía a Leño y Euskal Herria a Eskorbuto, Barcelona podía presumir de que de sus alcantarillas surgió La Banda Trapera del Río. Clásicos de lo irreverente por la puerta grande. Reivindicados por culturetas de salón y taza de té como receta frente a su propósito rancio. Asignatura obligatoria para el rock de barrio y billares, de corre que viene la pasma, de oye tú, colega. Precursores de todo, adueñados de nada. Dando guerra ya en el 76, a la vez que en las Islas ya planeaban gritar que Dios salve a la Reina. Cuanta falta nos hace este rock callejero de letras canallas y al límite antes de que todo se termine de ir de una vez a la mierda.
La Trapera ha vuelto. Lo hizo Evaristo con La Polla Records. Ahora es el turno de Morfi y los suyos. No hay futuro, por eso La Banda Trapera del Río propone quemarlo. Ser subversivos sin oficialidad. Huir del yugo de defensores morales y de la libertad que se aúpan a izquierda y derecha. Recuperar el oficio del bicho raro, al que miran con recelo. Casi un cuarto de siglo sin sus canciones de contenedor y esquinas oscuras. Pero aquí están de nuevo. Viva el mal, viva el capital decía la bruja avería. Sube el volumen tío, que suena de nuevo La Trapera, grito yo. «Condición de traidor» y esas guitarras escupen rock and roll mientras Morfi acusa con el dedo. «Quemando el futuro» huele a cerveza recalentada, empujones en primera fila, mirandas desafiantes. Busca debajo de los adoquines, no encontrarás ninguna playa, solo botas duras pisoteando al ritmo de «El puto amo». Declaración de principios. Alteza de barrio. «El Rey de la mugre» como manera de vivir. Canciones de amor desesperadas como decía Ramoncín en sus buenos tiempos. Mujeres al filo de la navaja, al borde del ataque de nervios como autodefensa ante la vida.
«No habrá paz» nos cuenta Morfi a respaldado por los guitarrazos que le acompañan y ese bajo prominente. Angustia y blasfemia. Baila maldito con los huesos desencajados estas historias de cada día de rock and roll actitud que es «Huesos deshuesados», tu héroes y los míos haciendo pogo por la habitación. Locura y confusión atrapada en «Ataque bipolar», viaje al centro de la cabeza. Luces apagadas. Fango nacido de cerveza derramada. Imágenes interiores. «Malditos de lo oscuro». Larga vida a La Banda Trapera del Río. Viva el rock and roll de la calle. Dios salve a los bares. El punk no ha muerto aunque este negocio huela a podrido.
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