Fast & Furious: Hobbs & Shaw es la primera película (por llamarla de alguna manera) que expande el universo de la exitosa saga Fast & Furious. Vamos, lo que viene a ser un sin off en toda regla. Sí, amigos, así están las cosas dentro del cine de acción y el entretenimiento. Cuando una película da buenos resultados en taquilla, se estira hasta lo indecible en busca de beneficios. Que le pregunten a Stallone que 40 años después sigue empeñado en que Rambo sea un héroe de acción a pesar de que debería de estar ya más que jubilado y amortizado. Lamentablemente, ese cine de acción y anabolizantes que popularizó Stallone en los 80 sigue vigente más de 30 años después. Hobbs & Shaw no es más que una vigoréxica actualización de sagas como James Bond o Misión imposible aderezado con un toque de Arma letal. Ocurre que tenemos a los dos personajes más carismáticos de la saga Fast & Furious en su propia película. Guau. En el contraste entre los dos protagonistas y sus continuas puyas y piques verbales reside lo más destacado de este guión sin pies ni cabeza. No está mal librarse del inexpresivo Vin Diesel y demostrar que la franquicia mejora cuando él no aparece. No es que Dwayne Johnson o Jason Statham sean grandes actores (no me tiréis de la lengua), pero resultan mucho más divertidos en pantalla que Vin Diesel. Es evidente que cualquiera de ellos durante el rodaje se pasó más tiempo en el gimnasio que preparando el guión. Al menos, Dwayne Johnson sabe mover las cejas.
Más allá de las persecuciones, los tiroteos y los insultos a la inteligencia del espectador (elementos habituales de la franquicia original) esta Hobbs & Shaw aporta un edificante tono de no tomarse a sí misma en serio que la hace disfrutable. Obviamente, el espectáculo está asegurado desde el minuto 1 y los fans de la saga original no saldrán defraudados. Tipos duros, chicas guapas, coches, bíceps hiper desarrolllados, velocidad y violencia coreografiada. Eso sí, el papel de las mujeres sigue relegado a un segundo plano a pesar del movimiento Mee too. Aquí las mujeres siguen siendo meros floreros aunque al principio pudiera parecer lo contrario. Lo de convertir a una chica en el McGuffin del film me resultó original pero pronto se diluye entre la testosterona que emanan sus protagonistas masculinos.
Nuevamente vuelven a contar con actores de renombre para dar algo de empaque al elenco, supongo que un suculento cheque habrá hecho que la gran Helen Mirren haya accedido a participar en esta rentable Oda a la testosterona. Y algo me dice que volveremos a ver a Ryan Reynolds (que interpreta el único registro que sabe hacer) por esta franquicia. Al menos, el villano interpretado por Idris Elba tiene cierto carisma pero es a la vez lo peor del conjunto: una cosa es pasarse las leyes de la física por el forro y otra cosa es esnifar óxido nitroso. Esta nueva franquicia apuesta directamente por la ciencia ficción con motos que se conducen solas y súper villanos mejorados en unos laboratorios propios de un Tony Stark de saldo.
El director de este artefacto de pirotecnia es David Leitch, experto en dobles de acción y responsable de John Wick, Atomic blonde y Deadpool 2. No se puede negar que el tipo sabe cómo rodar escenas de acción. Una pena que al film le pese demasiado su excesivo metraje, toda la parte final en Samoa me resultó innecesaria. Tanta zafia alabanza de la familia y la vuelta a las raíces me resultó innecesaria en un film cuyo tono desenfadado era su mejor baza. A pesar de todo, esta franquicia tiene cuerda para rato ya que ha sido todo un éxito de taquilla a nivel internacional. Pues vale.
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