La música es mágica. El hecho de que para percibirla y disfrutarla, además del sentido «físico» del oído también influya el guiño cómplice del corazón. A veces la música va más allá de aquello tangible que se puede evaluar, más teniendo en cuenta que la única calificación posible con ella es imposible -o cerca anda- de etiquetarla dentro de lo que te gusta o no. No voy a entrar en la polémica suscitada estos últimos tiempos entre los De Castro  por un lado y Sherpa y Hermes por otro, con la convivencia en el tiempo -aunque me da que será casi imposible en espacio- de Barón Rojo y Los Barones. Y no lo voy a hacer porque no tenga mi posición bien clara o porque me de miedo meter los pies -una vez más- en el charco, sino porque estoy hablando de una de las bandas de mi vida. Barón Rojo junto a Barricada y Asfalto son esa Santísima Trinidad a la que elevaría una plegaria cada noche mientras los ojos de mis héroes me miran desde la pared. Y por respeto a eso decido abstenerme en esta polémica. Me siento como hijo separado de padres beligerantes. Por eso cada concierto de Barón Rojo o de Los Barones para mi conlleva una carga emotiva. Se que quizás debería hablar de la voz de Sherpa, que me sorprendió gratamente pero que necesita ir dosificándola, por lo que el hecho de que tanto Sergio Rivas como Marcelo Calabria se hagan cargo de las partes vocales que corresponden a Carlos de Castro le viene de perlas.

Igual debería de nombrar que varían el ritmo de las canciones restándole velocidad y potencia, pero no será la primera ni última banda que por la edad de sus integrantes juega con ello. Ejemplos mil. Que se haga extraño no ver a los hermanos junto a Sherpa y Hermes cuando suenan los clásicos intemporales de la banda es quizás una apreciación personal y sentimental, pero es justo decir que tanto Marcelo como Sergio son dos músicos más que solventes cuya participación es vital para sacar el show adelante. Pero amigos, cuando te pasas un concierto cantando desde la primera hasta la última letra de todas la canciones, teniendo que parar solo cuando notas que la emoción te está embargando a niveles que solo quien lo vive de la misma manera lo podría entender, me doy cuenta que no puedo basar esta crónica tan solo en hechos puramente objetivos. Igual este es el punto donde deberías dejar de leer. El punto de salida antes de que este texto se convierta en un viaje nostálgico donde todos los sentimientos los hace latir el rock and roll.

Los Barones -Sherpa y Hermes- llegaban a la ciudad gaditana de Chipiona un caluroso sábado de agosto. La localidad, que en verano dispara el número de habitantes, se prestaba a acoger una noche de heavy metal a la vieja usanza. Y digo eso porque nada más llegar al lugar elegido, el colegio Virgen de Regla, ese escenario sobre el terreno de albero fue como un deja vu a tiempos mejores para el heavy metal de este país, si no musicalmente -eso sería fruto de larga discusión- si en cuanto a lo que representaba ser heavy en este país. Al principio no demasiada gente se agolpaba alrededor de la barra hasta que a las 22.10 daba comienzo la actuación de Alan Nepa Rock Band con su heavy rock directo plagado de influencias, que poco a poco se fueron haciendo con el público consiguiendo que finalmente la gente botase a ritmo de sus canciones. Sonido directo, que me da la impresión que funciona mucho mejor en una sala donde el contacto es frente a frente con el público. Ganas no les faltaron y canciones como «El trío calavera», «Héroes y heroínas» o «Corre» calentaron el ambiente.

Primer round y comenzaba a llenarse el recinto. Al principio surgían dudas sobre la respuesta del público que finalmente sobre doscientas personas se daban cita. Decir que la media de edad era bastante alta, mucha gente que disfrutamos de la edad de oro de Barón Rojo, que crecimos con sus canciones y con muchas otras de aquellos días en los que aquello de que ser heavy era una forma de vida, no era una frase hecha sino una realidad. Así que permitidme que pegue un tirón de orejas a las nuevas generaciones. ¿Por qué piensan que no deben honores a las bandas españolas de los ochenta?. Eso se demuestra en los conciertos no clamando en facebook o twitter. Igual alguno prefiere pasar la noche de un sábado en un garito donde hasta lo mismo le ponen algún tema de Barón, Panzer u Obús. Vete tu a saber. Mientras reflexionaba cerveza en mano, subían al escenario Double Cross. Los de Trebujena con su repertorio lleno de clásicos del blues rock se marcaron un gran concierto, poniendo el punto diferencial entre el sonido más parejo de Alan Nepa Rock Band y los cabezas de cartel. Suenan muy bien estos tipos, destacar la labor del cantante y bajista, porque no es sencillo encarar con éxito ciertas composiciones tan conocidas y reconocidas.

Llegó el momento. Se notaba en el ambiente. O sería yo y mi ansiedad por volver a escuchar en directo unas canciones que son tan mías como del grupo, porque me han acompañado durante todos estos años y lo harán toda la vida. Sherpa aparentemente no está nada mal físicamente, Hermes acusa más el esfuerzo de la actuación, algo que se hizo evidente durante el solo de guitarra de Sergio Rivas que se mostró como un muy buen guitarrista, que además se complementa perfectamente con Marcelo Calabria. En el momento que comenzaron a sonar los primeros acordes aquello se convirtió en una comunión perfecta, público/banda y viceversa. Sherpa muy comunicativo, tirando de experiencia, socarrón como el viejo zorro que es, sin tirar gasolina a la hoguera algo que yo personalmente agradecí. Los Barones suenan compactos y evidentemente el repertorio es tremendo. Además se permiten meter dos temas propios del disco en el que andan trabajando y que sonaron muy bien, uno de ellos muy Sherpa y el otro ultra rockero, «Vive hoy», una canción que recordó los mejores momentos del heavy rock clásico que ellos representan.

Apoteosis entre el público. Muestras de cariño. Suenan «El pobre», «Barón rojo», «Son como hormigas», «Breakthoven» entre el gozo general, «Se escapa el tiempo». Canciones que representan una forma de entender la vida, que no se puede concebir sin el sonido de las guitarras eléctricas. El ritmo no baja, casi no da tiempo de recuperarte de la emoción cuando esta se vuelve otra vez un punto álgido. Dedicaciones al público  y cae entre el delirio generalizado «Siempre estáis allí» y ese grandísimo homenaje al rock and roll que es «Concierto para ellos». Sherpa sabe que son sus canciones y también que son nuestras. Reconozco que me sorprende que suene «Larga vida al rock and roll» porque es una composición  de los hermanos, pero no amigos, el patrimonio de estas canciones es de ellos cuatro, y así lo comprendemos todos, así lo deseamos.»Campo de concentración», «Cuerdas de acero», un himno tras otro. Va llegando el final. No queremos que la noche acabe pero no queda otra. Cantamos todos juntos «Hijos de Caín». Una canción que es mucho más que una sucesión de acordes. «Los rockeros van al infierno». 

Se acaba. No hay tiempo para más. Os prometo que hubiese estado allí toda la noche. Echo en falta «Resisitiré», bueno, y tantas otras, pero es comprensible. El tiempo es el que es. Gran concierto de Los Barones. Me encamino emocionado a la salida. Satisfecho. Creo que poca gente saldrá con una sensación distinta. En Chipiona volvió a volar el rojo biplano. Puños en alto. Voces rotas. Aquello no era un mar de cristales rotos pero estoy seguro de que Sherpa y Hermes (y Sergio y Marcelo) se fueron con la sensación y la seguridad de que siempre estaremos ahí.

 

 

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

1 Comentario

  1. carlos

    Te ha faltado Tierra de nadie (obra maestra) que he visto en YT que la tocaron.

    Y por favor, arregla eso de «bolar» que duele; entiendo que es un error de tecleo dada la buena redacción general.

    Responder

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