Eterno debate la dichosa zona de confort. Mi rollo es el rock: guitarrazos, baterías contundentes, bajos en modo ametralladora y berridos de esos que acojonarían a Damien (el de la peli de Polanski). A partir de ahí, poco a poco con humildad y respeto, he ido ampliando mis gustos y mis limitados conocimientos, pero no puedo evitar ponerme nervioso cuando me cae en las manos un Aporía como este. Significa algo así como problema sin solución, callejón sin salida, duda no aclarable… pues allá que nos aventuramos. Un, dos, tres… ¡Jazz!

APORÍA

 

Contrahuellas. ¡Viva el mestizaje! Una base de jazz pasada por el tamiz de un tango argentino con el esqueleto del Tico tico de The Andrews Sisters. Siempre me ha transmitido un halo de melancolía el acordeón de un tango. Es una música que transmite nostalgia, incluso de algo que no se ha vivido. Muy interesante el juego de la batería con los platos, acariciados más que tocados, como si no quisieran hacer sombra a los protagonistas del tema, ese duelo guitarra-acordeón.

Aporía. El bajo se supedita al trabajo de equipo, a la batería, 100% jazz, mucho plato, juego con la caja, acariciando las baquetas, la guitarra, con algo de distorsión, un leve poso a lo Mark Knopfler y el protagonismo intercambiándose entre las seis cuerdas y el acordeón, que pone la letra imaginaria del tema. Es como ver un trío de power blues en pleno recital con la armónica, que pone esa guinda casi subconsciente, de la mente del compositor a la del público. Esta conexión es similar.

La banda y el conjuro. Ahora todos los focos se los lleva el bajo de Marcelo, como si fuera una jam session de Miles Davis. Ese leve golpeo de la caja, con la baqueta apoyada encima (cross stick o golpeo de arillo, para los musicalmente iniciados), los platos grandes percutidos tan levemente que parece que se los han llevado al estudio de grabación de al lado y esa aura argentina que transmite cada segundo. Ejercicio mental: sin dejar de escuchar esta canción, magina a Ricardo Darín en una parada de bus, subiéndose y mirando por la ventana mientras la ciudad avanza ante sus ojos. ¿Pega o no pega?

Cantus. Estaba pensando en algunas de Django Reinhardt, con la guitarra y el clarinete (en Aporía guitarra y acordeón) haciendo pequeños intercambios melódicos con los que hacer avanzar el tema. Por momentos, el contrabajo también se une a esa especie de imitación interinstrumental, que aúna contundencia. Esto huele a club de jazz, y parece que Louis Prima esté a punto de salir de detrás del telón a cantar unas estrofas.

 

Hugo vuelve a casa. Con la épica del final de Raíces profundas (¡Vuelve, Shane!) pero pasando por la amargura del Adiós muchachos de Gardel, viajamos con ayuda del solemne bajo y el melancólico acordeón hasta la voz del rapsoda Gerardo Fitanovich, que nos ofrece un abrazo lleno de ausencia como despedida.

Nene. Empieza como si fuese una prueba de sonido, y desde el acordeón, se construyen el resto de los instrumentos, que inician una especie de carrera, sobre todo bajo y batería, la versión jazz del crescendo de Kashmir, de los Led Zeppelin. Al final encuentra una especie de avance controlado que nos lleva hacia el horizonte.

Aldran. No sé si tiene un aire marcial o de paso de Semana Santa. Ese redoble de caja que nos transporta a un bajo juguetón y una guitarra casi blusera, que se alía con el acordeón para crear una unanimidad en primer término. Este tema aún exuda más ese poso de improvisación, de jam session a lo J. J. Johnson volviéndose un poco loco.

[column size=one_half position=first ]Donostia_Pamplona. El peso melódico cae en el bajo, que, unido a los leves toques a los platos, nos transporta a la carretera, por el norte, devorando kilómetros mientras la mente viaja a decenas de kilómetros a través del paisaje. Medio de aquí, medio de allá, con ese poso argentino, tan cercano y tal lejano a la vez, tan jazz y tan tango al mismo tiempo… jazz tan ortodoxo como moderno, una guitarra distorsionada y con un peso más rockero que jazzístico.[/column] 

[column size=one_half position=last ]Diálogos y secuelas. Sin ninguna duda, estoy condicionado por mis influencias y mis gustos, pero que me aspen si el comienzo, ese par de acordes rápidos de guitarra, no tienen un poco de Black Sabbath en War Pigs. Vale, estos intercambian fuerzas con un acordeón en vez de con Ozzy Osbourne, pero tiene un poso en común, como hacía Duanne Eddy con el saxo y la guitarra en Rebel Rouser. En esta se van un poco más al rock, en la propia evolución que tuvo la música, y que sigue teniendo en la fusión de estos estilos. Con una batería trotona y un contrabajo que sacrifica notas para ganar contundencia y dejar terreno a una guitarra más desgarrada.[/column]

 

 

[divider]APORÍA[/divider]

Y se nos fue el disco. Casi una horita de jazz, con el poster de John Coltrane de fondo, el filtro de Gardel y un poquito de ese proto-rock o proto-jazz de Django Reinhardt. Un jazz mestizo que me ha sacado de mi terreno, pero me ha dejado una sonrisa en la cara.

Para los convencidos, enlaces de los autores.

 

https://www.facebook.com/marcelo.escrich
www.marceloescrich.com
www.javierjaso.com

 

 

 

JAVIER LÓPEZ JASO & MARCELO ESCRICH QUARTET – APORÍA

by: Teodoro Balmaseda

by: Teodoro Balmaseda

Escritor de ficción y crítico desde la admiración. Si te gustan mis reseñas, prueba 'Buscando oro' en tu librería o ebook.

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