Hay una ley no escrita que dice que siempre nos da más miedo aquello que no vemos. Es una vieja norma muy usada en el cine de terror añejo que ha caído en desuso en las últimas décadas. Por suerte, de vez en cuando surge algún producto que busca que la imaginación del espectador rellene aquello que no sus ojos no ven. ¿A qué viene todo esto? Pues a que Chernobyl (la miniserie de HBO) pertenece a este último grupo. Así de claro, Chernobyl es la serie más aterradora que he visto en mucho tiempo. ¿Más aterradora que La maldición de Hill House? Sí, simplemente porque la amenaza de Chernobyl es invisible. Y encima está basada en una catástrofe real.
El 26 de Abril de 1986 explotó el reactor 4 de la central nuclear ucraniana de Chernóbil. Por si alguien no lo sabe, Ucrania era en aquel entonces una de las repúblicas de la ahora extinta Unión Soviética. Nunca había ocurrido algo así y muchos pensaban que era imposible. Era la primera vez que la humanidad se enfrentaba a una amenaza semejante y, claramente, no estábamos preparados. Más allá de una puesta en escena prodigiosa (por momentos parece que estamos realmente en la URSS de los ochenta) y un excelente trabajo de caracterización, el mayor logro de Chernobyl es el certero y pormenorizado retrato de una tragedia que hizo que el mundo entero contuviera la respiración y de cómo el aparato del estado soviético (ya en clara descomposición) hizo todo lo posible por ocultarla. Que la primera voz de alarma viniera de la central sueca de Forsmark (a 1.100 kilómetros de distancia de Chernóbil) nos da una idea de todo ello.
No hay en Chernobyl un protagonista claro, más bien podemos hablar de un colectivo en el que cada individuo tuvo su papel. La dictadura del proletariado de Stalin se encargó de borrar los individualismos para convertir al pueblo en una masa informe que seguía los dictados del estado. Era el estado quien, puntualmente, exigía sacrificios a los individuos y pobre de aquel que se negara. Por suerte, en 1985 había llegado al poder un tal Mijaíl Gorbachov que era bastante más aperturista, tanto que acabó admitiendo la insostenibilidad del sistema.
A pesar de las reformas de Gorbachov, la burocracia del agonizante estado comunista y el criterio de autoridad son los verdaderos villanos de la serie. Esa necesidad de escurrir el bulto y culpar a otro parece ser inherente al ser humano cuando pintan bastos. Igualmente al enfrentarse a una tragedia, la primera fase es la Negación. No puede ser. Imposible. La ignorancia es otro elemento clave de esta tragedia. No perdamos de vista que la desinformación del pueblo es fundamental para controlarlo. Lamentablemente, la verdad suele abrirse paso dejando un rastro de cadáveres.
Es la forma de narrar todo este proceso lo que me está entusiasmando de Chernobyl, su tono semi documental me atrapó desde la primera escena. Los cinco capítulos me parecen modélicos, impecables en su puesta en escena y su sobriedad. Quizás solamente me sobre alguna escena del cuarto episodio (las escenas de los perros no llevan a ningún sitio), el más flojo de todos. Sin buscar la lágrima fácil, Chernobyl tiene escenas sobrecogedoras y aterradoras a partes iguales. El final del segundo episodio es de infarto. El guión funciona con una precisión milimétrica siguiendo los momentos clave tras la explosión. Asimismo, toda la reconstrucción de la central y la ciudad de Prípiat es asombrosa. No hace falta una presentación de personajes previa a la catástrofe, los conocemos entrados en faena, cuando el reactor ya ha explotado. Así el espectador se encuentra tan desorientado como los mismos personajes. Dentro del coral reparto debo destacar a los más conocidos: Jared Harris, Stellan Skarsgard y Emily Watson están perfectos en sus personajes. Desde luego, HBO sigue apostando por las propuestas de calidad y no va permitir que el fin de Juego de Tronos se note demasiado en su programación.
Viendo Chernobyl me ha surgido la duda de si un accidente así sería posible hoy día. Tendemos a pensar que ahora la cosa está más controlada pero no olvidemos que países bastante herméticos como Irán o Corea del Norte tienen programas nucleares mientras otros como Pakistán e India hacen pruebas atómicas en su propio territorio para amedrentarse mutuamente. No olvidemos que la radiación no conoce fronteras y que materiales nocivos como el cesio y el plutonio permanecerán en el medio ambiente durante cientos o incluso miles de años.
Chernobyl no pretende abrir un debate sobre la energía nuclear sino mostrar los terribles efectos de una mala gestión de la misma. Y vaya si lo consigue.
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