Volvamos a 1993. Todo en el universo musical había cambiado. El grunge y toda la escena de Seattle se ha apoderado de los medios y los géneros imperantes hasta el momento se veían abocados al underground, salvo los gigantes como Metallica o Guns N’ Roses.

En esos primeros años de los 90 el heavy metal de toda la vida nos dejó joyas como las editadas por Judas Priest (Painkiller) o Iron Maiden (Fear of the dark), pero el thrash vivía un época gloriosa con bandas como Megadeth, que publicó su trilogía “Rust in peace”, “Countdown to extinction”, “Youthanasia”, Overkill que hizo lo propio con discos como “Horroroscope” o “I hear black”, Testament nos regaló el “Souls of black” o “The ritual”, Death Angel grabó “Act III”. Dentro del hard rock imperante en los 80 seguían en el candelero grupos como Tesla, White Lion o Skid Row, pero todo cambió cuando Seattle se convirtió en el centro del mundo musical y arrasó con todo.

De repente bandas como Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains o Soundgarden copaban las radios y televisiones de medio mundo arrinconando al resto de géneros a algo subsidiario. Tan solo Metallica (que había publicado su “Black album”) y Guns N’ Roses (con las dos partes del “Use your illusion”) se atrevían a combatir por el trono mundial con sendas giras mundiales que terminó por convertir a los primeros en algo que nunca entendí, y por acabar con los segundos.

Con el paso de los años, el tiempo va colocando a cada uno en su sitio y somos capaces desde la distancia de juzgar con más objetividad lo que se vivió en aquel momento. Y lo cierto es que salieron un puñado de auténticas joyas para el universo musical como este “Sound of White Noise” que hoy nos atrevemos a recuperar.

El mundo estaba inmerso en un cambio radical. Había caído el muro de Berlín, los Balcanes había estallado en una guerra civil fraticida, EEUU se había enfrascado en otra de sus guerras invasoras contra Irak y Kuwait. Y, en medio de todo esto, Anthrax resolvía sus propios conflictos internos. Joey Belladona dejaba el micro y fue sustituido por el gran John Bush que acababa de disolver su banda madre (los muy recomendables Armored Saint). La banda venía de grabar dos de sus mejores obras, el imprescindible “Among the living” y el notable “Persistence of time”, así que el listón estaba realmente alto y la cosa se complicaba mucho con las nuevas tendencias y el cambio de la cara visible del grupo.

El tiro no les salió por la culata, sino que dieron de pleno en el clavo. John Bush se apoderó del puesto de cantante y de frontman con una fuerza y una personalidad brutales, aportando una tonalidad a las armonías vocales que Joey jamás habría podido aportar. Desde el principio el cambio fue aceptado por casi todos, ya que el álbum entró directamente en el puesto nº 7 de las listas americanas, fue certificado como disco de oro y recibió muy buenas críticas por parte de la prensa especializada.

Otra cosa eran los fans clásicos de la banda que no aceptaron tanto el cambio de Joey, incluso de estilo, alejándose un poco de los parámetros del thrash para acercarse más al heavy de la época, con mucho groove y dejando que las influencias que venían de John Bush pudieran encajar perfectamente con lo que la banda pretendía.

Visto hoy me atrevería a decir que se ha convertido en uno de los 2 mejores discos de toda la discografía de Anthrax y que la aportación de John Bush al grupo ha sido capital para consolidar la propuesta del combo de New Jersey. De hecho, muchos fans de la banda nos decantamos claramente por la etapa Bush al frente de Anthrax, pero eso ya sería cuestión de tirarnos horas de charla.

Centrémonos en el disco que me estoy yendo por las ramas. El álbum fue producido por Anthrax y Dave Jerden (productor de Alice in Chains) y fue capaz de dotarles de un sonido muy actual. Los 11 temas que componen el redondo conforman una unidad indisoluble desde los iniciales ruidos siderales que nos anuncian un viaje a través del sonido hasta la canción “This is not an exit” que lo cierra basada en la novela de Bret Easton Ellis “American psycho”.

 

 

Como siempre, las bases rítmicas de Anthrax son abrumadoras, impolutas, noqueadoras. La potencia de Frankie Bello con el bajo y los constantes juegos, redobles, cambios de ritmo y artificios dispares de Charlie Benante con la batería los convierte en una de las parejas definitivas en cuanto a bases rítmicas en el mundo del metal se refiere. Si le añadimos la inspiradísima guitarra rítmica de Scott Ian y las inconmensurables melodías de John Bush, nos encontramos ante un diamante en bruto. El único pero que le pongo a este disco es la contribución de Dan Spitz como solista. No digo que sea un mal trabajo, de hecho creo que es notable, pero no creo que llegue al sobresaliente del resto de sus compañeros. Siempre me ha gustado la aportación de Dan Spitz a sus bandas (Anthrax, Overkill), pero creo que aquí queda un poco oscurecido por la brillantez del resto de músicos.

Entre los 11 cortes que componen “Sound of white noise” es realmente difícil destacar alguno por encima del resto, aunque hay 3 ó 4 singles potenciales que pusieron a Anthrax en boca de todos. Y es que el brutal inicio con temas como “Potters field”, “Only”, “Room for one more”, “Packaged rebellion”, “Hy pro glo” y “Invisible” me parece de lo más grande que se haya grabado jamás en la cara A de cualquier LP publicado en la historia de la música. Todas, absolutamente todas las canciones que abren este álbum podrían ser perfectamente singles destacados en cualquier otro grupo o disco, pero aquí se han juntado todos en un mismo álbum. De hecho, “Only” y “Room for one more” se han convertido en clásicos atemporales de Anthrax y suelen sonar en cualquiera de sus conciertos.

A partir de aquí llegan los dos temas que menos me vuelven loco. “1000 points of hate”, especialmente destacable por el trabajo de Benante y los fraseos de guitarra, y “Black lodge”, una balada que también salió como single, pero que a mi particularmente no me pone los pelos como escarpias. Atención, no son malos temas, pero al igual que con lo comentado con el trabajo de Dan Spitz, no creo que lleguen a la exigencia impuesta por las 6 primeras canciones.

“C11H17N202SNa”, fórmula química del pentotal sódico, intenta retomar el ritmo de su anterior etapa, recordando en determinados momentos a las estructuras empleadas en “Persistence of time”. “Burst”, con Scott Ian a la guitarra solista, vuelve a subir el nivel a cotas muy altas, subiendo la velocidad, con un riff adictivo y un Charlie Benante sublime tras los parches.

El cierre viene de la mano de “This is not an exit”, un tema que como ya hemos comentado se inspira en “American psycho”, la exitosa novela de Bret Easton Ellis que retrata la vida de un yupi convertido en asesino en serie. Musicalmente insiste en el ritmo machacón impuesto por las guitarras, dando preponderancia al texto que John Bush va recitando, cerrando un disco casi perfecto, absolutamente imprescindible para entender el metal de los 90 en general y de la carrera de Anthrax en particular.

Espero que estas líneas sirvan para que recuperéis el álbum de la estantería y vuelva a sonar a todo volumen en vuestro reproductor, o mejor aún, para que os hagáis con una copia del mismo si todavía no lo tenéis.

 

                                                                           GRUPO: ANTHRAX                                                                          
DISCO: THE SOUND OF WHITE NOISE
FECHA DE PUBLICACIÓN: 1993
SELLO: ELEKTRA REDCORDS

 


 

BANDA:

John Bush: voz
Scott Ian: guitarra rítmica, bajo de 6 cuerdas y coros
Dan Spitz: guitarra solista
Frankie Bello: bajo y coros
Charlie Benante: batería

 

TRACKLIST

                                                                                                                                                           
1.- Potter Field
2.- Only
3.- Room For One More
4.- Packaged Rebellion
5.- Hy Pro Glo
6.- Invisible
7.- 1000 Points Of Hate
8.- Black Lodge
9.- C11H17N202SNa (Sodium Pentathol)
10.- Burst
11.- This Is Not An Exit

 

 

ANTHRAX – THE SOUND OF WHITE NOISE (1993)

by: Eduardo Garrido

by: Eduardo Garrido

Roquero, cinéfilo, lector empedernido que estudió Derecho para trabajar en una biblioteca y disponer de pelis, discos y libros a mano

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