El F.C. St. Pauli es un equipo peculiar, una escuadra afincada en el barrio portuario de Hamburgo que hasta los ochenta era más o menos como el resto pero que tras la despoblación de esos años y el auge del movimiento «okupa» tomó una deriva política vinculada a estos sectores más populares y que han llegado a declarar al club en sus estatutos como antifascista, antirracista y antisexista, preciándose de ser quien más mujeres pueblan sus gradas, apoyando movimientos sociales de todo tipo y teniendo una legión de hinchas por todo el orbe, estimada en más de veinte millones de seguidores, a pesar de no haber ganado jamás un título, y que en estos años de fútbol moderno donde el aficionado cada vez cuenta menos, el St. Pauli es lo más similar al «amateurismo» y a la filosofía romántica en el balompié, que en España podría encarnar el Rayo Vallecano, aunque sea Sociedad Anónima Deportiva. Lo curioso es que este «localismo» genera pingües beneficios con el «merchandising», que hace que hasta en el aeropuerto de Hamburgo casi todo lo que se vende es del St. Pauli y no del poderoso rival HSV Hamburgo.

 

 

Ese carácter y una especial relación con el rock y el punk, hace que cada partido como local sea una fiesta, con llenos en el Millerntor Stadion, vetusto campo, construido en los setenta, que con la última remodelación tiene capacidad para casi treinta mil espectadores (29536 para ser exactos) y donde a pesar de estar vendido todo el aforo casi siempre no es complicado conseguir una entrada por los alrededores, ya que los aficionados venden las sobrantes de gente que no ha podido ir al precio que les costaron, ya que por la idiosincracia del club está mal vista la reventa. De hecho en un reciente viaje, solo tres teníamos ticket pero acabamos diez viendo la derrota del St. Pauli por 0-1 contra el Unión Berlín (otro equipo interesante) que hace peligrar su puesto en la Bundesliga 2, lo que hace que recordemos mejores tiempos como la temporada 2010-2011, última vez que el F.C. Sankt Pauli von 1910 militó en la máxima categoría del fútbol alemán, que comenzaba el año anterior con el ascenso directo junto con el Kaiserlautern (otro con serios problemas clasificatorios en segunda), con momentos antológicos como cuando su capitán Deniz Naki (alemán de origen kurdo), celebraba el tanto de la victoria contra el Hansa Rostock haciendo el gesto de cortar el cuello a los ultras locales, muy cercanos al «neonazismo» y clavando la bandera pirata al finalizar los noventa minutos.

 

 

Un año donde se intentaba mantener la estructura del curso anterior y que no pudo salvar la categoría, merced a un desastroso final de liga donde no se consiguió ganar en los últimos doce encuentros, lo que condenó al St. Pauli al descenso junto al Eintracht Francfort, a pesar de haber competido bien durante el resto de la campaña en los puestos medios y bajos. Un once inicial bajo el mando de Holger Stanislawski, antiguo líbero durante once años (93-04) que se retiró y empezó a entrenar al St. Pauli (tras el descensó dirigió a Hoffenheim y Colonia, con peor fortuna), formado por Kessler en la portería, Oczipka y Rothenbach en los laterales, el internacional peruano Zambrano (ahora en el Dinamo Kiev) y Thorandt de centrales, Lehmann y Boll en el mediocentro, el segundo todo un ídolo, policía de profesión que consiguió la pancarta de «todos los policías son unos bastardos… menos Fabian Boll» acuñada por los antisistema locales, dos excelentes jugadores como Bartels y Kruse, este último internacional absoluto con Alemania, los dos en el Werder Bremen en la actualidad y arriba los veteranos Asamoah y Ebbers, con cambios como Bruns, Naki, Gunesch, Daube (aplaudido cuando fue sustituido por su actual Unión Berlín por todo el Millerntor) o Kalla (que todavía milita en la primera plantilla del St. Pauli). Unos jugadores que consiguieron ocho victorias en la temporada; cuatro en casa contra Kaiserlautern, Colonia, Borussia Moenchengladbach y Nuremberg y cuatro fuera contra Friburgo, Borussia Moenchengladbach, Hannover 96 y contra su enemigo acérrimo, un HSV Hamburgo donde Van Nistelrooy comandaba la delantera y que durante el partido no pudo superar al veterano portero reserva Benedict Pliquett. Un delirio que llegaba al cuarto de hora de la segunda mitad cuando un saque de esquina al primer palo de Max Kruse era prolongado por Fabian Boll y Gerald Asamoah marcaba sobre la linea. Incluso se pudo ganar el partido como local, pues Boll marcaba el 1-0 en el último cuarto de hora pero Petric empataba sobre la bocina. También hubo malos momentos como el 1-8 del Bayern de Munich, que aun así no ganó la liga que fue a parar al Borussia Dortmund de Jurgen Klopp.

 

 

Confiemos que lleguen mejores tiempos para los «hamburgueses», aunque el resultado es lo de menos, una vez saneado, no como en el inicio del milenio, cuando se tuvo que recolectar dinero para la salvación del St. Pauli y la llegada de Corney Littmann, empresario teatral ligado al barrio que presidió al St. Pauli salvándolo de la «quema». Siempre es emocionante entrar en el Millerntor, con todavía más localidades de pie que sentadas y ese inicio con la versión punk del «Das Herz von Sankt Pauli», escrita en los cincuenta por Hans Albers, actor y cantante, con estatua en el centro de la plaza principal del barrio que lleva su nombre, casi esquina con la arteria principal; la «Reeperbahn», y que los más cinéfilos recordarán como secundario en «El Ángel Azul», inolvidable tragedia de Josef Von Stenberg, con Marlene Dietrich y Emil Jannings. De hecho hay un bar con el nombre de la película, como de otro de sus títulos más conocidos como «La Paloma», entre multitud de pubs de rock y heavy metal y los escaparates con las prostitutas. Tras la canción de Albers, con todo el público cantando el final «a capella», un momento de silencio y en el marcador se ve la bandera pirata y los primeros tañidos de campana anuncian la salida de los jugadores a ritmo de los primeros compases del «Hell Bells» de AC/DC. Un momento mágico. Casi tanto como celebrar los goles con el estribillo del «Song 2» de Blur. ¡Viva, St. Pauli!

 

 

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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