No os voy a mentir, yo quería ir a ver la nueva de Ant-man o la de Hereditary. Pero cuando vas al cine con varias parejas de amigos y sus hijos, el consenso es siempre la mejor opción. Estamos en verano y proliferan las películas infantiles de ver y olvidar. Así pues, me dispuse a ver esta película infantil llamada Hotel Transilvania 3 sin haber visto las dos anteriores y sin ninguna expectativa. Me conformaba con pasar un rato fresquito en el cine en compañía de nuestros hijos y verlos disfrutar. Tocaba apagar el cerebro y relajarse. Ya estoy de vacaciones, nada de sesudos análisis de películas polacas o cine de culto que no ve nadie. Relax. Tras 20 minutos de anuncios nos proyectan el trailer de Hotel Transilvania 3 y nos preguntamos si nos hemos equivocado de sala. No fue así, la sala era la correcta. Espero que no se convierta en moda lo de proyectar el trailer del film que está a punto de ver. De todas maneras, fue el único sobresalto que me deparó la proyección.
Ya he comentado alguna vez que hay dos tipos de espectadores: los que quieren ver siempre la misma historia y los que quieren que les sorprendan. Lamentablemente, los niños pertenecen a la primera categoría, por ello los contenidos infantiles suelen repetir siempre los mismos esquemas. Pensemos en recientes series infantiles de éxito como La patrulla canina o Dora la exploradora. Todos los episodios son exactamente iguales. Está bien que a los niños se les dé lo que piden pero como adulto me sentí insultado viendo esta rutinaria película. Desde luego que esta franquicia de Hotel Transilvania está muy lejos de Pixar y sus películas para toda la familia. Hotel Transilvania es la típica producción elaborada únicamente para los más peques de la casa. Lo siento por los papás. Es tan obvia que me aburrí casi desde el minuto 1. Reconozco que lo único que me resultó agradable fue la aparición de los gremblins, supongo que será por el guiño a los que crecimos en los ochenta. Todo lo demás es una sucesión de obviedades de gusto y gracia bastante discutibles. Ni se ha respetado la esencia de los monstruos clásicos ni el doblaje al castellano mejora en nada al original. Santiago Segura está correcto como Drac y Arturo Fernandez resulta simpático como el abuelo pero ni Alaska ni Mario me convencieron. Por cierto, lo de poner acento andaluz a la pareja de lobos me pareció curioso pero podo efectivo. Además, se empeñan en poner música atronadora por doquier y ponerse a bailar sin ningún motivo. Ya me aburre el recurso de meter con calzador escenas de baile para rellenar metraje cuando las ideas escasean.
Reconozco que los niños pasaron un buen rato e incluso se rieron a carcajadas un par de veces. Una pena que fuera a costa de chistes sobre ventosidades. El film no aspira a nada más que a divertir a los peques aunque sea a base del manido caca, culo, pedo, pis. Pues vaya. No he visto las dos entregas previas y me pareció que en esta tercera ya no saben sacarle el partido a los personajes, me resultaron desgastados y sin lustre, con unos gags muy forzados. Además, me sentí muy defraudado por la falta de complicidad con los padres. A estas alturas, el ejemplo de Disney/Pixar de lograr unir diversión y calidad ya debería haber cundido entre todos sus competidores. Los de Columbia y Sony Pictures Animation todavía tienen mucho camino por delante.
Lo dicho, los niños la disfrutaron, los padres algo menos y yo estaba deseando que acabara lo antes posible. Por si no os ha quedado claro: Floja, muy floja.
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