¿Si tuvieses que salir a elegir tu destino, qué camino tomarías? Una mochila con cuatro prendas y tres recuerdos grabados a fuego y a seguir caminando las vías del tren, inmerso en un carrusel de emociones, de vivencias, con la cabeza efervescente, utilizando como guía el sentimiento más que el razonamiento, aunque este perviva acechante por si hiciese falta. Un viaje onírico, una transmutación con olor a azahar, una epopeya de balcones repletos de flores regados por el divino alimento del mar y su sal, un vuelo aéreo sin perder de vista la costa, la vereda que conduce prisionera hacia la puerta de salida. No son más que emociones, elucubraciones propias del abandono terrenal provocado por la música, por ese estado alterado de consciencia fértil y glorioso que alimenta el alma cuando eres capaz de conectar con los sonidos, no, cuando estos son capaces de hacerte aparcar por un momento tu sustrato mundano para de la mano conducirte por los parajes que pretenden dibujar.
Y todo esto forma parte la experiencia vivida en comunión con «Valdeinfierno», lo nuevo de Atavismo, que siguen siendo esa caravana andaluza cuya maestría confluye en un paso adelante con cada grabación que nos presenta. «Valdeinfierno» son cuatro canciones, cuatro epístolas en forma de oasis en este desierto desagradecido en el que estamos convirtiendo el mundo de la música. «Las trompetillas de la muerte» comienzan esta nueva entrega de los de Algeciras, unos segundos de calma acústica que nos introduce de lleno en el sonido de «La Palmosa», reivindicación del rock andaluz, ese sonido de distorsión de guitarras propio de los primeros Medina Azahara, melodía narradora del Sur del Sur. Magnífica esa parte final en la que el bajo toma voz creando un incansable mantra que se corona con la entrada de teclados. «Quejigo» (nombre de árbol también conocido como roble andaluz) posee un ritmo hipnótico, repetitivo, incesante, voces distorsionadas, seis minutos de ritmo infeccioso.
De nuevo el sonido del bajo nos introduce de lleno en las emociones inmersas en «Valdeinfierno», que por cierto es un lugar enclavado en esa maravillosa zona del Parque de los Alcornocales, pulmón de nuestro Sur del Sur. El ritmo del bajo y ese toque lento a la batería marcando tiempos como si del paso de una Cofradía impía se tratase, una continua calma tensa rota solamente por las guitarras en su parte final, apropiandola de fuerza y sonidos flamencos, destacando la percusión. Ocho minutos de viaje por el presente del Rock Andaluz. «Sapo Sagapo» añade sonidos arábigos en la reivindicación del legado andalusí que representa su música sin perder de vista ese rock psicodélico que tan bien se funde con las raíces de esta tierra que vió nacer a Atavismo. «Etreum al ed sallitepmort»(Trompetillas de la muerte si lo colocais frente a un éspejo) es una pequeña outro que pone punto final a este maravilloso ep, parido de la mente prodigiosa de unos músicos cuyos límites se han perdido en la profundidad del talento.
Atavismo son, por derecho propio, una de las bandas más interesantes de este jodido país y orgullo musical de este Sur del Sur que tanto tiene que decir. Revelación de una representación actual de un Rock Andaluz nunca lo suficientemente reivindicado. Cuatro canciones que te dejan con la sensación de que disco a disco, van cimentando un camino de baldosas amarillas del que ya nadie les puede ni debe sacar. Por supuesto, no quiero dejar de hablar de esa preciosa portada de Antonio Ramírez. «Valdeinfierno» es un gran sucesor de «Inerte», moradores de una discografía impecable.
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