Fuego, rabia, desesperación juvenil buscando una puerta de salida que llevase rotulada con sangre la palabra rebeldía. Días de apretar los dientes y los puños, de miradas recelosas, de sentimientos encontrados. Juventud a flor de piel como no puede ser de otra forma, sus caminos me cruzaron con el thrash metal, con su golpeo violento de notas distorsionadas, con sus palabras escupidas al son de una música hecha para confrontar al sistema. Casi 46 años marcados en el calendario, 30 desde que me topé por primera vez con la rebelión revestida de música y aún me sigue emocionando, poniendo la carne de gallina, insuflándome una fuerza igual a la de un combate en plena estepa entre los Panzer y los T-34. El heavy metal, mi heavy metal, ha cambiado, metamorfoseado, eculubrado en distintas salidas, con las que muchas veces me siento confuso, desubicado, pero el thrash metal, mi thrash metal siempre ha sido esa tabla de salvación a la que agarrarse cuando las fuerzas comienzan a desfallecer, cuando la fe se coloca en el disparadero de salida.
Mi encuentro fue con el thrash americano pero rápidamente me enganché al europeo, más sucio, violento, oscuro y desde entonces reconozco que las bandas del viejo continente suelen ganar la partida cuando el estadio se traslada a mis altavoces. Dentro de la vieja europa podemos presumir que dentro de nuestras fronteras la escena thrasher cuenta con un estado de salud envidiable, con bandas demostrando estar a un nivel que más quisieran por ahí. Pero si tenemos que hablar de la banda que está clavando la pica en Flandés a nivel internacional, está claro que los albaceteños Angelus Apatrida son la banda que pronto todos reconocemos. Y ojo, que se lo han ganando a pulso, a base de discos y canciones. No solo llegaron y vencieron, han conseguido lo más complicado, convencer y que cada lanzamiento nuevo sea una expectativa para muchísima gente. Y aquí lo tenemos, «Cabaret de la Guillotine», diez canciones detrás de un brutal artwork necesario e indispensable para cualquier gran trabajo del género que se precie.
El comienzo de «Sharpen the guillotine», acústicas que anuncian tormenta, riff que entra a muerte y la voz, más limpia dentro de esas tesituras más melódicas que comenzan a entrar en escena con su anterior lanzamiento. En «Betrayed» reconoces a la primera el estilo de la banda, con unas guitarras brutales de buenas y ese ritmo que da juego a tus cervicales. «Ministry of God» es otro trallazo en plena regla heredero de los primeros y mejores tiempos de Mustaine. «The hum» posee ese tipo de melodía que va marcando los tiempos como un golpe continuo junto a un riff machacón que te tiene en vilo toda la canción. «Downfall of the nations» suena realmente bien, demostración de potencia controlada hasta el límite.Atentos a «One of us», porque atesora lo mejor de ambos mundos, efluvios del thrash que tanto nos gusta pero con muestras claras de un sonido moderno. ¡Gran canción!. «The die is cast» es para disfrutarla y me da que en directo va a ser una jodida locura. El ritmo más pausado de «The Witching hour» y un riff demoledor y demostrando que no siempre la fuerza viene por tocar más rápido o contundente.
Escucho el metálico medio tiempo «Farewell» y no puedo evitar pensar en Metallica esos instantes antes de convertirse en una de las bandas de las realmente grandes y ojo que no estoy hablando de sonido. Es la primera vez que se meten en estos berenjenales y que me aspen si no salen con nota alta. «Martyrs of Chicago» pone el punto final a base de fuerza y tralla desbocada a un disco que coloca a Angelus Apatrida como esa gran banda que ya todos sabemos que son y que hace tiempo que comenzó a jugar dentro de la primera división del metal europeo.
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