Hablar de Italia es hablar de una de las filmografías más importantes de la historia, tanto a nivel artístico con el «neorrealismo» como «punta de lanza» y nombres como Rosselini, Fellini, Antonioni, De Sica, Pasolini o Bertolucci (como pequeña muestra) o copiando éxitos estadounidenses como el western (del que Edu Garrido tiene preparado un especial, seguro que tan bien documentado como el que realizó sobre el cine negro, donde a buen seguro tratará algunos de estos títulos) con Sergio Leone como máximo exponente y nombres como Corbucci, Sollima o Castellari o el terror y el gore con los Bava, Argento, Fulci o Deodato, que si bien eran masacrados por la crítica conseguían un buen rédito económico. Por desgracia, entre los ochenta y noventa les asoló una crisis del que todavía no se han recuperado y podemos salvar como grandes películas alguna de Nanni Moretti y la enorme «La gran belleza» de Paolo Sorrentino, última obra maestra con nacionalidad transalpina.
«La chica en la niebla», ni mucho menos, llega a los largometrajes antes escritos pero siempre es de agradecer ver que todavía queda industria en el país donde se fundaron los estudios «Cinecitta». Su responsable es Donato Carrisi, que dirige su «opera prima» basándose en un «best seller» que escribió él mismo. Como no podía ser de otra manera, también es quien firma el guion. Y como suele suceder cuando un escritor se vuelve cineasta, también pasa al contrario, el resultado es de lo más irregular, alternando interesantes momentos con otros mediocres. La idea es interesante y seguro que la novela, que no he leído, desarrolla mejor los personajes pero lo que vemos en la pantalla se resuelve en leves «pinceladas»; ejemplos vemos en como desaparecen los fanáticos padres de la joven y la congregación donde militan. Un fervor religioso que parece querer criticar pero que solo se queda en amago. Como pasa con la relación del profesor con una de sus alumnas, que parece ofrecerse como «fruto prohibido», una tentación que puede demoler los cimientos de su estructura familiar pero que tampoco termina en nada. Errores que se suman a la atropellada puesta en escena, con un montaje mejorable, un excesivo uso de la banda sonora, que como la totalidad de las más de dos horas de metraje alterna momentos emotivos e interesantes composiciones con otros temas insípidos o demasiado evidentes y una fotografía desaprovechada, con parajes alpinos que podrían convertirse en un personaje más, merced a su belleza y el aislamiento al que somete a la población pero que se queda en una preciosa secuencia inicial y nada más, pues apenas hay planos generales ni exteriores con un mínimo de interés. En el capítulo interpretativo, destaca Toni Servilo, el mítico Jep Gambardella en «La gran belleza» y «actor fetiche» de Sorrentino, que funciona en su papel de inspector más preocupado por el resultado que por impartir justicia. Un firma defensor de Maquiavelo y «el fin justifica los medios», que aprovecha a una prensa más interesada por el morbo y el «amarillismo» que por la búsqueda de la verdad. Y eso es lo más interesante del film, pues no queda bien retratado el «cuarto poder». Unas personas sin escrúpulos que todo lo hacen en pos de una exclusiva que amplie su audiencia o su cuenta de resultados, sin importar que lo que filman o escriban sea mentira o pruebas más o menos circunstanciales, cosa que podemos ver en medios televisivos en internet, donde cualquier comentario sacado de contexto puede generar una turba, una masa enfurecida digna de aquel memorable trabajo de Arthur Penn titulado «La jauría humana», donde los medios adoctrinan, eliminando la lógica y el pensamiento crítico, creando personas con mucha ira y poco análisis fácilmente manipulables y que encima se piensan libres, como bien describió Ètienne De La Boètie en su «Discurso de la servidumbre voluntaria», escrito en el siglo XVI pero de clara vigencia en la actualidad. Una pena, pero como dijo uno de los escritores españoles actuales más exitosos sobre la gente : «Tiene mucha ideología pero pocas lecturas». Esto, sin duda, es lo más interesante de «La chica de la niebla», un «thriller» menor que a pesar de sus defectos, no pocos, puede resultar ameno para una de estas tardes donde el calor empieza a llegar por casi toda «la piel de toro».
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