Un vicio que comparto con muchos de vosotros, el de rebuscar entre mis discos, mirar una y otra vez (aunque sea de vez en cuando) los que reposan en mis estanterías como testimonio de toda una vida. Vas recorriendo discos y comprobando tus etapas, estados de ánimo en cada puñado de canciones grabadas a fuego entre surcos. Gusta ver como ciertas bandas te han ido acompañando durante tanto tiempo, tantas lunas pasadas. Paran mis dedos en Extremadura, cuando me encuentro con los discos de Sinkope. No es sencillo resistir tanto tiempo sin el foco mediático (según las circunstancias así brilla su luz) a tus espaldas en cada movimiento que realizas, pero ahí están Sinkope que llevan ya muchísimos años contándonos sus historias en forma de canción, a pecho descubierto.
Para esta nueva colección de historias nos invitan a acompañarles al «Parque de los poetas», que abren con unas guitarras colosales de su nuevo guitarrista en la directa «Los bichos que alimento» junto a esas letras de Vito que se convierten en compañeras de viaje. «El que mata la vergüenza» entra con fuerza, riff sobre todas las cosas y la batería marcando diferencias. «Mi barca y mi mar» juega con esa estrofa calma que deja espacio a los versos como grandes protagonistas hasta llegar al estribillo donde entran con fuerza. ¡Como suenan las guitarras de este disco de Sinkope!. «El parque de los poetas (Construcciones la Ruina)» se nos muestra como un medio tiempo donde musicalmente se convierten en un paisaje al servicio de la letra de Vito. «No me desates» suena visceral, cruda (más aún). «La tasca donde la poesía es bebía» es puro rock urbano o como queráis llamarlo, riff y melodía constante, fácil asimilación.
«Pan de besos» es otro medio tiempo de sentida letra, en la que Vito nos cuenta que “labios que buscan labios para liberar besos presos”. «Y me da mucha rabia» también comienza con hechuras de balada pero despega con fuerza para traernos un grito de rabia denunciando como nos cargamos el planeta. También comienza de forma lenta y triste «En los tejaos de los gatos sin maullidos» para volver a acelerar y dejarnos a las claras la forma de jugar con las palabras para denunciar lo puta que es la vida cuando estás detrás de la barricada, «en los tejaos de los gatos sin maullidos, la tierna infancia solo dura nueve meses». Sigue este paseo por el parque de los poetas acompañados de Sinkope con «En parihuelas» y su tono aflamencao. «Si querer me va a doler» es una canción de amor (o más bien desamor) jugando con los recuerdos, con el dolor de la memoria. Cierran el disco con la acústica «Abriéndose un claro» y la colaboración de Aurora Beltrán, que deja constancia de esa voz maravillosa para poner al oyente la piel al límite.
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