Han pasado muchas lunas desde que dejé sus calles para volver a mi hogar, el continuo trasiego de hojas de calendarios corre implacable como señal de tiempos vividos. Aún mantengo vivo en mi memoria el día que llegué a la estación de Atocha con una maleta cargada con cuatro cosas, el miedo a la incertidumbre y el hambre por vivir de otra manera, por descubrir, con las alegrías y desengaños que ello lleva implícito. Madrid me acogió con los brazos abiertos y a mi que me enseñaron a ser bien agradecido, eso lo llevo grabado a fuego dentro de mi. Me perdí en el rumor de su selva urbana, en los ambientes ensoñadores como cantos de sirena de Malasaña donde fijé mi residencia, entre bares y ruidos de vida nocturna. Lo compartí con mis noches de Vallecas donde no olvidar mi origen, donde buscar ese recuerdo de un hogar lejano. Siempre mantendré una deuda sentimental con Madrid y su gente, porque desde el primer momento fui uno de ellos y siempre lo seré.
Por eso, aunque vuelvo a residir en mi Sur del Sur, que me da la vida entre coplas cantadas en voz bajita por las olas, junto a mi bandera clavada entre piedras ostioneras, mantengo abierta mi embajada para ese Madrid al que nunca dejaré de amar. Así que cuando llegan a mis manos discos de esa gente que vive y lucha en sus barrios, que sueña con este veneno inoculado llamado rock and roll, no puedo evitar sentir cierto deje de nostalgia. Esta vez vuelven a mis manos Moscú Babies, la banda de la incombustible Tania Ce, que después de aquel «Diarios del Caos», se planta pies en tierra, pensamientos sin límites ni fronteras con este fabuloso «Guerra fría», 13 canciones de rock and roll, punk, pop y todo lo que ha ido germinando en estos años. No entiendo mucho de cocina, yo siempre he sido más el pinche borrachín, pero si tengo claro, que junto al talento atesorado, pero ese punto añadido que te distingue del resto, no se tiene se nace con él. Cuando mezclas ingredientes, una pizca de más puede dar al traste. Pues «Guerra fría» puede presumir de haber dado con la fórmula magistral, porque han sabido adminstrar con maestría velocidad y melodía, para que el resultado no sea empalagoso.
Junto a Tania, se alinean tras el telón, Gon, Jorge Carod y Jorge Pecharroman, más la colaboración de gente como Dani Llamas, mi paisano Fede Rubio, Star Mafia Boy, Kurt Baker, Terry y Luis Sánchez. Y si comentaba anteriormente la importancia que han dado a la música y el gran trabajo de Manuel Micó a los mandos, las letras también han sido parte fundamental para convertir el disco en combinación ganadora. Sobresale la capacidad de Tania Ce para adaptarse a distintos registros, desenvolviéndose con soltura en cada momento y esas guitarras, que suenan potentes y protagonistas pero en ningún momento excesivas. Es complicado destacar canciones, pero reconozco que me rindo ante la melodía pop de «Falta de interés», que me trae a la memoria a Silvia Superstar y sus Killer Barbies.
El disco lo abre la potente «Palabras con sangre», donde las guitarras mandan, hardcore melódico, en el que Dani Llamas (G.A.S. Drummers) apoya vocalmente, garra y fuerza directa a tu cara. «No te dejará caer» muestra esa faceta melódica que tan bien han explotado en este disco. «La fuerza» vuelve a recuperar la velocidad por bandera, tomando un cariz más potente. «No» con Fede Rubio haciendo coros, un estribillo para enmarcar y un final donde las guitarras se endurecen. «Un número más» posee mucho ritmo y la impresión de que es una canción que puede funcionar muy bien en directo. «a cambio de sol», donde Tania vuelve a adoptar un nuevo registro, y que cosas, a mi por momentos me recuerda a Alannah Myles y que cuenta con un viejo amigo de esta casa, Star Mafia Boy marcándose un muy buen solo de guitarra.
«Guerra fría» suena muy bien, con ese estribillo acelerado, y una muy buena letra. «Bla bla bla» cuenta con duo vocal a cargo de Tania Ce en castellano y Kurt Baker en inglés. «Venimos de la nada» es directa, rockera, potente con una letra vitalista que me gusta mucho. «Eramos uno» tiene un aire más punk, principalmente gracias a esas guitarras. «El desierto» mantiene el ritmo, sonando fresco con una parte central melódica que enriquece aún más el tema. El punto final llega con «El borracho» y la sensación del trabajo bien hecho flota en el ambiente. Un muy buen disco con el que Moscú Babies deben avanzar hacia la dirección deseada en este mundo nuestro del rock and roll.
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