Ya se que la felicidad viaja por barrios, y que el reparto de carnés de rockero anda de moda, pero yo, desde que me enteré que Ozzy Osbourne viene de gira a España este año, ando nervioso perdido y haciendo planes ya para junio de 2018. Y es que detrás de Ozzy no solo es la pasión por su música, por sus canciones, son tantas vivencias pegadas a la piel a ritmo de su peculiar voz. Hay muchas cosas que me recuerdan aquellos días de adolescencia, de sueños, de rebeldía y de ganas de pegar al mundo el bocado más grande posible. Años de buscarse uno a si mismo, para terminar perdiéndose en lo que al final es, que quizás no es lo que soñó ser, pero si lo más cercano que las circunstancias y la realidad te va permitiendo, una realidad a la que encaras día a día con tu dedo índice como referencia, cuando intenta convencerte de que tu camino elegido no es el que debería ser. Y por supuesto canciones, siempre todo rodeado de canciones, de música que nunca abandonas y que no lo hará contigo. Si miro a los ochenta, cuando descubrí este mundo del rock del que jamás me conseguirarn sacar, son tantos los discos que me han acompañado, que me han ido señalando el camino a coger, que sería imposible nombrarlos todos de una sola tacada.
Pero tengo claro, que hay alguno que otro, sin los que no sería capaz de entender el hard rock y el heavy metal de los 80, al menos, en la parte que concierne a la banda sonora de mi vida. Hay muchos discos de esos días, que confirmaron por donde quería navegar, pero solo unos cuantos, me mostraron mi realidad, Judas Priest, Iron Maiden, MSG y Ozzy Osbourne. Si, Ozzy es uno de los protagonista absoluto en aquellos momentos. El encontrarme de cara, siendo un chaval, ávido por descubrir cada día una nueva banda, un nuevo riff, otra canción, con un disco como «Blizzard of Ozz» es algo que no se puede describir con palabras, por muchas vueltas que le de uno. Eso es algo que hay que sentirlo, notar como se te erizan los vellos de los brazos con cada riff, saborear esas ganas de gritar a la vez que el viejo loco de Ozzy.
No lo tenia fácil el madman, salir de Black Sabbath, con todo lo que ello conllevaba, y comenzar una carrera en solitario, aunque pueda parecer que ser quien eres, te facilitará las cosas, a veces los fans no lo ven así. Ahí están los ejemplos de Rob Halford o Bruce Dickinson, que quisieron volar sin su banda madre, y fue un viaje de corto recorrido. Ya Ozzy había intentado una «espantada», pero acabó volviendo al redil de unos Sabbath, donde solo su amigo Bill, parecía echarle realmente de menos, pues tanto Iommi como Geezer, estaban hasta las narices del vocalista. Esta vez fue la definitiva, y Ozzy sabía que su disco debut en solitario, era un «now or never» en toda regla. Arriesgó con un guitarrista joven, que militaba en unos Quiet Riot, que por entonces no conocía ni Dios, pues digan lo que digan, hasta «Metal Health» no dieron el paso hacia el conocimiento masivo. Randy Rhoads era su nombre, y ya nadie lo olvidamos jamás.
Aquel chaval, delgado de pelo rubio, compuso a pachas muchas de las canciones del disco debut de Ozzy, «Blizzard of Ozz», y dejó maravillados a todos, con su forma de tocar, con su técnica y su feeling. Completaban la banda que grabó el disco, dos veteranos como Lee Kerslake y Bob Daisley. Desde la inicial «I don’t know» te das cuenta que esto no es un disco más, ese riff brutal con el que se abre el disco y comienza la canción, y la voz de Ozzy, que será lo que quieras que sea, pero es inimitable, te pone en aviso, de que estas son las canciones que ya nunca te abandonas y que navegaran junto a tu alma hasta que Caronte y su barca, se presenten un día en tu puerta. Si el riff de «Smoke on the water» es el más tocado del mundo, estoy seguro que el «Crazy train» no debe andar lejos. Casi todos los que alguna vez, hemos tocado en una banda de hard and heavy, hemos tocado esta canción aunque sea en los ensayos, y quien sea inocente que tire la primera piedra.
«Goodbye to romance» es una de mis baladas favoritas de Ozzy, Rhandy y del rock en general, con un solo, por el que matarían millones de guitarristas, incluso algunos muy reconocidos. Al Randy más intimista lo conocimos gracias a «Dee», esa bella instrumental dedicada a su madre. Ozzy, como muchos rockers de aquella época, tenía todas las papeletas para tener problemas con la hipócrita moral norteamericana, y «Suicide Solution» fue la clave, mal interpretada a conciencia, pues la canción habla del infierno del alcohol, algo que el Madman conoce en primera persona, y que aprovecharon, basándose en el título de la canción de que inducían a los adolescentes al suicidio. En fin, mirad a Judas Priest, que incluso acabaron en el banquillo de los acusados, y afortunadamente, la cordura se impuso en el fallo del juez, que los estimo inocentes, cuando dos descerebrados, puestos hasta arriba, decidieron acabar con su vida, después de escuchar «Stained class».
Este disco está lleno de himnos, y acaso, ¿no lo es «Mr. Crowley»?, con esa intro de teclados, la voz de Ozzy que es un continuo lamento al maestro de lo oculto, el riff y el solo de Randy, brutal, inolvidable, una grandísima canción. «No bone movies» es más rockera, y por cierto, a mi siempre me ha recordado a Barón Rojo, fíjate tu que cosas, o Barón a esta canción de Ozzy, como prefiráis. Ente tanto acohol, drogas, alucinógenos y cantos a lo oculto, Ozzy deja aflorar sus sentimientos en un temazo como es «Revelation (Mother earth)», con unos apergios estupendos por parte de Randy, gran protagonista de este disco. Para cerrar el ultra rockero «Steel away (the night)», que pone punto final a un gran disco, donde no hay canciones malas, y que no conocerá jamás fecha de caducidad. Hay muchas historias que contar, pero amigos, al menos por mi parte, mucha de las que recuerde, llevaran esta banda sonora.
0 comentarios