Hoy me ha pasado algo curioso. Andaba comprando unas cosas en el super y se me ha acercado un señor que por el acento podría ser alemán, aunque vete a saber. Me ha preguntado de aquella manera si hablaba español, y al decirle que si, me ha pasado con la persona que tenía esperando al otro lado del teléfono, para que me explicase que debía comprar el señor en cuestión. El caso es que al pillar el móvil del tipo, he visto que andaba escuchando a Eric Clapton. Curioso, verdad. Andaba para casa, y cada día me cruzo con decenas de coches, de cuyos interiores, salen canciones de moda de esas que suenan en las radio formulas y los chavales imitan en apps, o tonadas de flamenco descafeinado. Pero esta vez, uno de esos conductores anónimos que circulan a mi alrededor, deleitaba al personal con «Ramblin man» escapando de la mínima apertura de su cristal. ¿Que está pasando hoy?, posiblemente es solo una puta casualidad, pero en cuanto he llegado a casa, he sacado una cerveza del frigorífico y he sacado el disco de una banda murciana que se sabe al dedillo, a pesar de su juventud, todos esos ritmos que han formado la historia del rock.
Y es que a Moody Sake, si los setenta les queda muy lejos de sus partidas de nacimiento, en cuanto a herencia musical los tienen muy presente. Con este segundo ep, se muestran más solidos que con el anterior, ofreciéndonos la constancia de que siguen subiendo las escaleras al éxito, escalón a escalón pero bien agarrados al pasamano para no retroceder ni un solo centímetro. Cinco canciones que abren con la potencia controlada de «Come over my darling», ritmo sensual, batería contundente y estribillo matador. Siguen con la rítmica «Cannonball man» con ese rollo funk que se une al momento de calma incitada de la estrofa. Sexy y sordida como un affaire en el baño de señoras de aquel pub que gustas de visitar. «Top the Moody» sigue manteniendo ese ritmo bailable, ese cambio de ritmo, de secuencia, de Lou Reed a Hendrix sin pasar por tu dealer habitual.
«Hello Mr. Humble» es una maravilla, esa guitarra, la voz, tantos recuerdos entre su ritmo, tanta personalidad impresa a la vez, no puedo dejar de moverme y eso suele ser buena señal. Se acaba demasiado pronto, cuando llega «Here with my mates» y ese slide, melodía de voz repleta de chulería, ritmo desbocado, esencia de puro rock and roll pasado por el matiz de la mejor vid plantada durante el paso de los años. Una juventud insultante, las cosas muy claras y sin lugar a dudas, un puta gran banda de rock, amigos, amigas, enemigos, y gente de mal hacer.
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