El cine clásico sigue siendo la semilla que hizo del séptimo arte, el evento mundial del siglo XX. Llegado el sonoro, las décadas de los 30, 40 y 50 fueron los años dorados de la cinematografía, donde se asentaron las bases que lo convirtieron en un fenómeno de masas, sus protagonistas pasaron a ser adorados u odiados y sus creadores se convirtieron en los nuevos genios del arte.
Pathé y Gaumont en Francia, UFA en Alemania, Mosfilm en Rusia y las grandes productoras norteamericanas como Universal, Warner Bros., Metro-Goldwyn-Mayer, RKO, 20th Century Fox, Paramount Pictures, Columbia Pictures y United Artists inundaron el mundo de obras maestras que, todavía hoy, siguen deleitándonos cada vez que las vemos.
El cine político soviético, con Sergei M. Eisenstein a la cabeza, el expresionismo alemán, dónde Fritz Lang, Robert Wiene o F. W. Murnau en Alemania deslumbraron al mundo con su competencia e ingenio, o la enorme calidad salida de Francia, liderados por Marcel Carné o Jean Renoir, secundaron la ingente cantidad de talento afincada en los Estados Unidos, desde los iniciáticos David W. Griffith o Charles Chaplin hasta la abrumadora cantidad de inspiración que cruzó el Atlántico por el auge del régimen nazi como Billy Wilder, Ernst Lubitsch, Max Ophüls, Fritz Lang o Robert Siodmak, por citar solo unos pocos de la increíble cuantía de genios que huyeron de la barbarie en Europa, a los que podemos añadir otro montón de actores, músicos, guionistas, etc…
De la colosal producción de todos esos años siempre se ha dicho que hay 2 o 3 añadas especialmente significativas por la cantidad de películas magníficas producidas. He elegido 3 de ellas, una de los años 30, otra de los 40 y una última de los 50, para ejemplificar lo dicho. Bien podría votar por otro de esos años, pero me parece que esos tres en concreto son esencialmente significativos para demostrar la importancia que el cine ha supuesto en la vida del siglo pasado.
1939
El año que cierra la década de los 30 es el primero en aparecer por méritos propios. Encabezado por el gran acontecimiento que supuso el estreno de la adaptación cinematográfica de la novela de Margaret Mitchell, la camada surgida de dicho año es sencillamente maravillosa.
Casi todos los grandes directores del cine clásico estrenan alguna de sus películas más icónicas.John Ford, Frank Capra, Howard Hawks, Raoul Walsh, Leo McCarey, George Stevens o el emigrado Ernst Lubitch, aunque podemos añadir a Jean Renoir que, desde su Francia natal nos regala una de sus joyas imperecederas, o a Marcel Carné, que también nos regala otra de sus poéticas gemas.
Los premios Oscar ensalzaron el empeño de David O. Selznick por sacar adelante “Lo que el viento se llevó”. 3 directores constatados como George Cukor, Sam Wood y el que finalmente aparece en los título de crédito, Victor Fleming, 5 guionistas, un reparto que, hoy en día, todavía quita el aliento, un proceso de selección mundial para el papel de la protagonista femenina, 4 horas de metraje divididos en 2 partes y un sinfín de anécdotas, curiosidades y mitificaciones que acompañaron a la producción que, gracias al empecinamiento y obsesión de su productor, se ha convertido en un icono del cine del siglo XX.
Película, director, actrices (principal y secundaria), guión adaptado, fotografía en color, dirección artística y montaje fueron los premios de la Academia que acabaron en sus vitrinas y, viendo la cantidad de grandes películas que competían ese mismo año, da más valor si cabe a lo logrado. Destaca el Oscar a Hattie McDaniel, primera mujer negra en obtenerlo, así como a la dirección, cuando ya hemos comentado que fueron 3 los directores que pasaron por su silla.
Dejando el sur, nos topamos con una producción enorme de indiscutibles obras mayores de la cinematografía yanqui y, por ende, mundial. John Ford dota de personalismo psicológico al western, convirtiéndolo en un género mayor. McCarey pone en imágenes el romanticismo puro que él mismo superaría años después con una revisión de su propia obra. Capra convierte a Jimi Stewart en el americano de a pie que todos quieren ser. Hawks nos pone la piel de gallina, llevando la emoción un paso más allá. Lubitsch hace reír a la Garbo, un slogan que recorrió el mundo al servicio de una de las comedias más deliciosas de la década. Walsh compone otra de las joyas absolutas del cine negro en manos de James Cagney y Humphrey Bogart. El mismo Victor Fleming se encarga de dirigir otro de los títulos más emblemáticos del año, que pasará a la historia y, todavía hoy, sigue siendo idolatrado por multitud de fans.
La guerra civil española llega a su fin y Hitler invade Polonia, dando inicio a la II Guerra Mundial. El clima mundial es un polvorín y el cine se convierte en la distracción favorita de la población.
Recordemos algunos de los films que se estrenaron ese mismo año y que, desde aquí, os invitamos a revisar para comprobar el enorme nivel existente en aquel ya lejano 1939:
Lo que el viento se llevó (Victor Fleming)
Caballero sin espada (Frank Capra)
Solo los ángeles tienen alas (Howard Hawks)
Los violentos años 20 (Raoul Walsh)
Ninotchka (Ernst Lubitch)
El mago de Oz (Victor Fleming)
La diligencia (John Ford)
Tú y yo (Leo McCarey)
Adios Mr. Chips (Sam Wood)
Gunga Din (George Stevens)
La solterona (Edmund Goulding)
Cumbres borrascosas (William Wyler)
Las cuatro plumas (Zoltan Korda)
La regla del juego (Jean Renoir)
La fuerza bruta (De ratones y hombres) (Lewis Milestone)
El joven Lincoln (John Ford)
Amarga Victoria (Edmund Goulding)
Beau Geste (William A. Wellman)
Esmeralda, la zíngara (William Dieterle)
Amanece (Marcel Carné)
1944
1944 fue el año de la consolidación del género negro como algo más que una moda o un subgénero. “Perdición”, “Laura”, “La mujer del cuadro”, “Tener y no tener”, “Historia de un detective”, “La dama desconocida”, “Luz que agoniza”, El ministerio del miedo” o “El sospechoso” componen un conjunto de películas dedicadas a la parte oscura del ser humano que, por sí solas, servirían para encumbrar a dicho año como algo sobresaliente. La unión de directores talentosos, intérpretes en estado de gracia y unos textos que pasarán a la historia del cine, aprovechando a unos directores de fotografía, montadores o directores artísticos que, seguramente, jamás volveremos a ver, nos regalan un puñado de maravillas que nos mantienen pegados al asiento, casi 75 años después.
La femme fatale asume el papel protagonista y se apodera de la pantalla. Jamás podremos olvidar a Barbara Stanwyck con sus gafas de sol en el supermercado o bajando las escaleras de su casa con las mejores piernas que ha dado Hollywood, mientras Fred MacMurray se hace el duro, pero cae rendido a sus encantos y se deja manejar como un títere sin voluntad. O a Joan Bennett convirtiendo a Edward G. Robinson, el tipo duro por excelencia del cine negro junto a James Cagney, en un desmadejado juguete ante sus deseos. Dos de las mujeres fatales más icónicas del género negro se encontraron en 1944.
Sin embargo, las ganadoras de los premios Oscar fueron 2 películas alejadas del crimen, las mujeres fatales, los policías y los ambientes siniestros. “Siguiendo mi camino” de Leo McCarey fue la gran vencedora, con 7 triunfos, entre ellos 6 de los grandes (película, director, actor protagonista, actor de reparto, argumento y guión adaptado). La bondadosa historia de este cura interpretado por Bing Crosby (todo un ídolo en Estados Unidos) conquistó a la Academia, dándole el 2º Oscar a Leo McCarey. “Wilson” de Henry King se llevó 5 premios, aunque solo 1 de los grandes (guión original). El biopic del que fuera presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, dejó atrás a películas que, años después, le han pasado por encima a la hora de valorar la apisonadora que es el paso del tiempo.
Si añadimos que genios de la talla de Capra, Minnelli, Hitchcock, Dassin o Olivier se suman a la fiesta y nos entregan algunas de las mejores películas de la historia en sus respectivos géneros, comedia, musical, intriga o histórico, acertaremos en nombrar a 1944 como un año clave para entender el séptimo arte tal y como lo conocemos hoy en día.
Por último, añadir que la aportación ajena a lengua inglesa viene de la mano de dos monstruos. Uno de la talla de Sergei M. Einsenstein, estrenando la primera parte de su dupla dedicada al primer zar de Rusia, “Iván, el terrible”, un drama épico monumental que pasa por ser un arranque de genio llevado a su máxima expresión, o lo amas o lo odias. El otro lo presenta en España Edgar Neville, “La torre de los siete jorobados”, una mezcla de terror e intriga fantástica que deja claro que, con los pocos medios disponibles en nuestro país en aquella época, con talento y visión se podía facturar cine de mucha calidad.
Adjuntemos un listado de films que hacen de 1944 uno de los años más grandes de la historia del cine:
Perdición (Billy Wilder)
Laura (Otto Preminger)
La mujer del cuadro (Fritz Lang)
Tener y no tener (Howard Hawks)
Arsénico por compasión (Frank Capra)
Enrique V (Laurence Olivier)
Luz que agoniza (George Cukor)
Siguiendo mi camino (Leo McCarey)
Cita en San Luis (Vincente Minnelli)
Náufragos (Alfred Hitchcock)
El ministerio del miedo (Fritz Lang)
Historia de un detective (Edward Dmytryk)
El señor Skeffington (Vincent Sherman)
El fantasma de Canterville (Jules Dassin)
La dama desconocida (Robert Siodmak)
Iván, el terrible (Sergei M. Eisenstein)
La torre de los siete jorobados (Edgar Neville)
Desde que te fuiste (John Cromwell)
Wilson (Henry King)
Las modelos (Charles Vidor)
1950
La década de los 50 se inicia con otro puñado de obras maestras estrenadas de golpe. Nos topamos con otro de esos años con los que podríamos vivir una larga temporada a base de recuperar sus grandes clásicos. Films que han soportado el paso de los años como pocos, renovando su valor y actualizando discursos que se mostraron con un nivel tan alto. Es uno de esos cursos en que todos los géneros están representados por grandes obras: el drama, el western, el cine negro, aventuras, comedia, intriga, prácticamente toda la paleta de registros se muestran al máximo.
Los grandes nombres tras la cámara asumen el protagonismo de algunas de sus películas más emblemáticas. Mankiewicz, Wilder, Huston, Ray, Mann, Minnelli, Cukor, o Kurosawa, Ophuls y Buñuel si cruzamos la frontera. Podemos añadir otros directores alejados de los grandes focos como Joseph H. Lewis, Byron Haskin o John Cromwell que añaden una competencia digna de los más grandes, sin contar que Lang, Tourneur, Dassin, Ford o Kazan también dan muestra de la grandeza con la que 1950 golpea la historia.
Destaca la abrumadora muestra de talento interpretativo femenino que nos aborda en “Eva al desnudo”, donde Bette Davis, Anne Baxter, Celeste Holm, Thelma Ritter o Barbara Bates nos ponen el corazón en un puño. Por otro lado, John Huston inaugura un nuevo subgénero dentro del noir con una masterpiece digna de todos los elogios. Un atraco sirve de excusa para diseccionar el alma humana, con un reparto maravilloso en su ejecución, donde Sterling Hayden, Louis Calhern, Sam Jaffe, James Whitmore o Marc Lawrence estereotipan para el futuro los caracteres de un montón de personajes indiscutibles para el devenir del cine negro del futuro. Pero, además, Billy Wilder rescata a Gloria Swanson y Erich Von Stroheim para dar vida a dos ídolos del cine mudo venidos a menos que acompañarán a un soberbio William Holden, en otra de esas cintas que por sí solas merecen postrarse de rodillas en un cine.
Lo más gracioso de todo esto es que, en aquel momento, ninguno de ellos, ganó el Oscar a mejor actor, ni como principal ni como secundario, dando muestra de la grandísima altura de los que optaban al mismo, aquel año. Películas menores como “Cyrano de Bergerac” (Michael Gordon), “El invisible Harvey” (Henry Koster) o Sansón y Dalila (Cecil B. De Mille) lograron alzarse con algún galardón aquella noche en el RKO Pantages Theatre de Los Ángeles, mientras otras icónicas como “La jungla de asfalto” (John Huston), El padre de la novia (Vincente Minnelli) o “El halcón y la flecha” (Jacques Tourneur) se fueron de vacío.
Si abandonamos la lengua de Shakespeare nos topamos también con alguna joya para el recuerdo, de las que voy a destacar solo 3. “La ronda” del director franco-alemán Max Ophuls, donde la Viena de 1900 sirve de encaje de bolillos para deleitarnos con las historias de amor y desamor que el grandioso estilo de Ophuls es capaz de provocar. “Rashomon” de Akira Kurosawa fue la gran sensación internacional, una innovación absoluta del poder narrativo del cine que logró premios y todo el reconocimiento mundial. La última la guardamos para Luis Buñuel y “Los olvidados”, relato de apabullante dramatismo social, rodada en Méjico, que el Festival de Cannes puso en boca de todos para darle el reconocimiento que se le negaba en nuestro país.
Como siempre, dejamos una veintena de títulos imprescindibles para ensalzar el poder de 1950 dentro de la historia del cine:
Eva al desnudo (Joseph Leo Mankiewicz)
El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder)
La jungla de asfalto (John Huston)
Winchester’73 (Anthony Mann)
Pánico en las calles (Elia Kazan)
El padre de la novia (Vincente Minnelli)
Río Grande (John Ford)
La costilla de Adán (George Cukor)
El halcón y la flecha (Jacques Tourneur)
En un lugar solitario (Nicholas Ray)
Noche en la ciudad (Jules Dassin)
Nacida ayer (George Cukor)
Carta a tres esposas (Joseph Leo Mankiewicz)
La ronda (Max Ophuls)
La casa del río (Fritz Lang)
Al borde del peligro (Otto Preminger)
Rashomon (Akira Kurosawa)
Flecha rota (Delmer Daves)
El demonio de las armas (Joseph H. Lewis)
Los olvidados (Luis Buñuel)
Texto de Eduardo Garrido
Ya no se hace cine así, lamentablemente.