Es la noche que muchos esperan entre misales. Se acerca la Madrugá, la noche grande de la Semana Santa, el camino al calvario representado entre el fervor de penitentes y la mirada curiosa de invitados de piedra al cadaslo. Más allá de representaciones revestidas de afición, dejando a un lado visible la fe profesada por unos en mayor o menor constancia, no se puede obviar que toda la imagineria que rodea a la Semana Santa, la talla de las imágenes, el constricto silencio que les debería acompañar, el auténtico auto de fe que supone su recuperación anual por estas fechas, tiene ese halo mágico, místico que ha sido abandonado por su entorno festivo e incluso económico, convirtiendo una estación de sangre y dolor como camino a la salvación en el cortijo iluminado de un pueblo perdido. La Semana Santa en esencia está más cerca al sentido lúgubre del doom que al regocijo familiar de comer pipas en una esquina esperando el paso de la Cofradía, más centrado en una espiritualidad manifiesta que en el fariseo golpe de pecho del hermano que solo acepta sus valores de tradición siempre que no afecten a su quehacer.
Se acerca la Madrugá, y junto al sentimiento sincero de la saeta encarnada que brota de la garganta popular, mi estación de penitencia la acompaña desde hace ya varios años esta «Sentencia» salida de los infiernos sacrosantos de los sevillanos Orthodox, banda que ha ido evolucionando en cada estado, en cada parada transmutada en grabación desde los sonidos más oscuros del metal, la presencia doom, sludge, drone, hasta el cúmulo de sensaciones capaces de transmitir en ese viaje onírico en el que han ido convirtiendo sus canciones durante el paso del tiempo, sin perder esa oscuridad propia adquirida, incorporando pasajes jazzisticos o lo que pasase por sus cabezas hasta llegar a esta «Sentencia» ejecutada en 2009 incorpora esa transmutación cofrade a las tres canciones, piezas que lo componen, para hacernos purgar nuestros pecados en busca de los siguientes como perfecta banda sonora para un Semana Santa ejecutada de manera diferente.
«Sentencia» deja abandonadas practicamente la distorsión de las guitarras en la puerta del templo para convertirse en marcha cofrade en la inicial «Marcha de la Santa Sangre», tristeza y melancolía empuñadas en la fuerza de la trompeta que invita al arrastre de pies descalzos y encadenados. Llegan los casi 27 minutos de «Ascensión», saeta oscura y siniestra, con esos cambios agonizantes que entroncan en el doom más propio de ese pasaje de dolor. Piano, batería y voces entroncadas en lamentos dan vida a este testimonio sosegado y asfixiante, junto al apoyo melancólico del clarinete. «Y la muerte no tendrá dominio» con ese órgano eclesial que vuelve a marcar el camino de una nueva marcha en la que en el estandarte podrás leer «ego non baptizo te in nomine patri sed in nomine» diaboli» rememorando al Capitan Ahab en Moby Dick, y es que la ballena vuelve a hacer acto de presencia en la carpeta de esta «Sentencia» con aquella frase de Edmund Burke, «España…una gran ballena encallada en las orillas de Europa». Esta madrugá recibid al Nazareno con la saeta de Orthodox bien presente.
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