Una vez vista “Imperium” me vinieron a la mente varias películas que tratan sobre el mismo tema de los grupos supremacistas blancos, sus contactos con el nazismo, el terrorismo y el Ku Klux Klan como “Tiro mortal”, cinta de John Frankenheimer de finales de los ochenta, masacrada sin piedad por la crítica y “American History X” que tuvo mejor calado y un rotundo éxito de taquilla. Creo que ambas son los patrones en los que se ha basado el debutante Daniel Ragussis para rodar su primer largometraje; una historia policíaca sobre un infiltrado del FBI en un grupo de extrema derecha con una amenaza clara de poder cometer un acto terrorista dentro de los EE.UU. y aunque guiones sobre infiltrados de la policía en organizaciones delictivas hay muchas, en grupos de nazis o violentos de ideología extrema no hay tantas, aunque volvió a la mente otra cinta inglesa “I.D. (Identificación)” sobre un grupo de detectives infiltrados en un grupo ultra futbolero, donde uno de ellos se mete tanto en la organización que al final acaba integrado en ella.
Y es que es sencillo que ciertas personas normales y corrientes acaben en grupos racistas y supremacistas, pues no hace falta pensar en exceso, solo seguir las directrices de otros, tener obediencia ciega y a cambio se puede tener las ventajas de ir acompañado de un grupo, por lo general radical y violento, pudiendo asustar al resto de la población, imponer respeto y que nadie contradiga sus argumentos por disparatados que sean. Para eso solo se necesita una enorme dosis de victimismo, buscar una causa común que requiera un enemigo exterior y ajeno y seguir con fidelidad a un líder carismático. De todo esto trata “Imperium” y lo podemos ver en los diferentes personajes, con un guion del propio Ragussis que avanza “a trompicones”, ya que algunas ideas son buenas y el relato policíaco funciona, no dejando lugar a ninguna historia amorosa, lo cual se agradece mucho pero se notan demasiadas carencias tanto en como accede a la organización, siendo elegido siendo un mero “chupatintas” en el FBI y sobre todo en la elección de Daniel Radcliffe, ya que a pesar de ser un buen actor, su físico le condiciona mucho, ya que es demasiado delgado ante los musculosos compañeros de banda, pero imagino que es lo que ha intentado Ragussis: mostrar la diferencia entre un intelectual y su capacidad para convencer a unas “moles” sin cerebro y con tendencia a la violencia sobre colectivos que ellos consideran una amenaza, una invasión o los responsables de su penosa situación.
Acompaña a Radcliffe, una Toni Collette que siempre funciona aunque su carrera ha quedado estancada como la de secundarios acertados como Sam Tramell, Tracy Letts y Nestor Carbonell, al cual tras “Perdidos” y los Batman de Nolan estoy siguiendo ahora en la serie “Motel Bates”. Un buen reparto para una cinta irregular, rodada como una cinta de detectives clásica (y eso sin duda es lo mejor), con toques de documental y una narración que mantiene en tensión y además nos hace reflexionar sobre un tema interesante, ya que no trata a los racistas como imbéciles e inútiles sino como ultras y radicales, ya que como dijo Clausewitz en el lejano siglo XIX “La guerra es la continuación de la política por otros medios” y estos fascistas resultan creíbles, grupos supremacistas bien organizados que aprovechan la crisis económica aunque sus líderes sean burgueses de clase media o acomodada pero que comparten la violencia extrema y parafraseando a Maquiavelo “consiguiendo que el fin justifique los medios”. Están más cerca de la sociedad actual que los “zumbados” de la divertida “Green Room” de Jeremy Saulnier, donde unos “skinheads” rodeaban a una banda de punk que, por desgracia, veían lo que no debían.
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