Tras ganar el Oscar a la mejor película extranjera se estrena el nuevo título de Ashgar Farhadi, un director que ya maravilló hace años con “Nader y Simin. Una separación”, con la que también consiguió la dorada estatuilla. Un autor que ha conseguido aunar calidad y comercialidad en su cine, lejos de las propuestas de su compatriota Abbas Kiarostami, mucho más abstruso y elitista en su puesta en escena y que etiquetaba al cine iraní como tedioso y demasiado discursivo, opinión que comparto a medias pues en la filmografía de Kiarostami, tristemente fallecido el pasado verano, hay películas que me gustan como “¿Dónde está la casa de mi amigo?” en contraposición a sus más célebres “A través de los olivos” o “El sabor de las cerezas”, cintas que vi de estreno siendo un recién veinteañero con inquietudes en los cines de la calle Martín de los Heros de Madrid y que al final te acababan catalogando como aquel que se “traga” cine iraní, como sucedía con el griego Theo Angelopoulos o el portugués Manoel De Oliveira (los tres estrenaban por aquella época casi a la vez). Cine complicado, de planos y secuencias largas y pausadas, donde si uno no conseguía entrar en su discurso era imposible aguantar sin aburrirse. Lo contrario a Ashgar Farhadi quien ha tomado el relevo de su antecesor Kiarostami como principal cabeza visible del cine iraní pero que resulta mucho más accesible con historias de menos complejidad narrativa y donde el drama está mucho más al alcance del público occidental, sin dejar de narrar y rodar en ese vasto caos que es la ciudad de Teherán.

En “El viajante” nos cuenta la vida de dos actores que están representando “La muerte de un viajante” de Arthur Miller y que por un posible derribo de su casa acaban alquilados en un ático. Un triste episodio de violencia sobre la esposa desencadenará un cambio brutal en la joven pareja. Una venganza de un buen hombre que intenta resarcir la humillación sin buscar más que lo que él entiende como una afrenta, dejando a un lado los posibles abusos sexuales que ha sufrido su mujer que tiene que sufrir ese violento acto prácticamente sola. Farhadi lo narra todo con pausa pero con un acertado ritmo, mezclando el drama, con el melodrama e incluso el thriller o el policiaco, lo que hace de “El viajante” una estupenda película que no deja indiferente, sorprendiendo con una parte final excepcional que ofrece muchas más dudas morales que respuestas, como sucedía en la políticamente incorrecta “La caza” de Thomas Vintenberg. Algo que hay que agradecer en estos tiempos donde uno tiene que medir las palabras (o las imágenes) para no ofender a tal o cual colectivo. Una nueva forma de censura que recuerda a la religiosa o política del pasado pero en la que un amplio sector de la sociedad parece encontrarse cómoda. En esto Farhadi es un gran “contador de historias” pues nos mantiene en tensión de saber qué es lo que ha sucedido en realidad, quien es el agresor y ver si el matrimonio resistirá esta traumática agresión mientras siguen representando noche tras noche su obra teatral. Todo bien realizado, rodado en pocos escenarios interiores y sin demasiados secundarios pero con un brío y una “prestanza” digna de encomio. Buen director de actores, los principales que son Shahab Hossaini y Taraneh Alidooisti están soberbios y mantienen un interesante duelo interpretativo. Una pareja joven y normal donde su amor se pondrá a prueba por ese extraño incidente. La lástima es que los secundarios no terminan de aportar a la historia tanto como los principales, salvo el excelso y patético personaje que desemboca la tragedia. Cinta que nos genera más preguntas sobre una sociedad acostumbrada a no dar el derecho a réplica y juzgar cualquier acto desde el blanco o el negro, para ello solo hay que repasar las redes sociales convertidas muchas veces en un vertedero dominado por la masa cretinizada. Por ello es importante largometrajes como “El viajante” y actos como el de Ashgar Farhadi no recogiendo el Oscar.

EL VIAJANTE – Ashgar Farhadi

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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