Normalmente, escuchas un disco, y cuando te enteras que la banda pasa por la ciudad, si el disco te ha convencido, vas a verles en directo, con el conocimiento de causa, con la lección aprendida, y no lo neguemos, ese pequeño atisbo de duda, sobre si serán capaces de reproducir en directo aquello que han plasmado en un estudio de grabación, como serán capaces de defender sus canciones sin «trampa ni cartón», ¿Pero que pasa cuando la situación es la inversa?, cuando se invierten las tornas. Cuando descubres una banda en directo, con las cartas al descubierto, en ese cara a cara donde te la juegas todo a una, donde los faroles no existen, quedan fuera de juego, porque bajo las luces, no hay donde esconderse, donde preparar lo que vas a ofrecer. Pues que si te convence, si consigue llevarte a su terreno, cuando llegas a casa, con el cd en la mano, ya intuyes que con los medios necesarios, te puedes encontrar con un artefacto que te explote en la cara.
Ese es el caso de este primer disco de Scape Land. Tras haber superado la prueba del directo con nota alta, llega el momento de que sobre el césped salten sus canciones con la producción y la dedicación que te ofrece el estudio de grabación. No nos engañemos ni tardemos en dar el veredicto, porque lo cierto es que este disco homónimo es un grandísimo trabajo de un grupo al que hay que tener en cuenta, porque futuro no les falta. Resulta complicado etiquetarlos, amarrarlos dentro de un estilo completo, porque han conseguido hacer de la variedad de influencias su seña personal. Se mueven perfectamente tanto en terrenos más progresivos como en tesituras propias del metal extremo, o el metal de tesituras más actuales. A pesar del nivel que presenta cada miembro de la banda, es inevitable destacar la labor de su vocalista, Ivan Corpás, capaz de desenvolverse con la misma facilidad en cualquier registro, desde partes melódicas o los guturales, algo que no solo demuestra en disco sino que lleva al directo con una facilidad asombrosa.
El disco se abre con «Run to the end», esa intro que te ofrece una calma que no es más que la antesala a lo que se te viene encima, destacando esa batería de Adrián Ramos y, antes de que el riff de Diego Galindo y la complicidad del bajo de Josema Nuñez, vayan subiendo las revoluciones, a la vez que se van alternando las partes melódicas, una canción que seguro que atrapará a aquellos más interesados en el metal progresivo. «Lost in a deam» vuelve a incidir en esa dualidad, con una estrofa melódica reforzada con el riff de guitarra. Con «Nation», aunque se repiten los patrones, si se percibe el cambio que ofrece esa voz más death, y ese muro de sonido constante que consiguen construir, junto a un estribillo demoledor, volviendo a incluir en la parte central de la canción, los matices melódicos en cuanto a voz.
«Own decisions» va subiendo la escalada tanto agresiva como progresiva, desde inicio en el que la melodía toma la iniciativa para ser pronto relevada por la voz gutural y un sonido más propio del heavy metal tradicional, entrando en ese intercambio de golpes. «Blood is not enough» destaca por su riff contundente, junto a la batería, creando un plus de potencia, mientras que se separa un poco del camino de las anteriores canciones para meterse de lleno en el groove metal. A destacar el riff, brutal. «My resurrection» es otro de los puntos álgidos del disco, el bajo toma protagonismo, mientras la voz mete una melodía muy buena, llegando el riff y ese punto agresivo de la batería para que la voz mute hacia terrenos más death, que se va alternando, dando ese toque de distinción. Atentos a la parte central de la canción, donde la guitarra me trae a la cabeza esos momentos de calma propios de las viejas bandas de thrash, para dar paso al solo. Si, se nota lo que me gustan estos siete minutos de canción.
«Destructive resolution» es otra de las canciones a recalcar, con una batería acelerada al máximo en algunos momentos, con una voz espectacular, ramalazos industriales, una brutalidad intrínseca que lleva adherida de la que no es sencillo zafarse, realmente una canción a la que estar atento a todos y cada uno de sus detalles, y es que el disco va mejorando a medida que va sonando, cada canción parece ir aportando un punto más a su total. «A joke not a game» se presenta directo, con una guitarra cuyo mayor objetivo es no hacer prisioneros y de nuevo la voz de Iván demostrando ser capaz de arrasar con todo aquello que le pongan por delante. El disco se acaba con «Inner jail» y ese perfecto inicio de guitarra, que me trae a la cabeza la grandeza de cierta banda de thrash que reinó en los ochenta y parte de los noventa, para de pronto saltar hacia terrenos más propios del rock más clásico, sin dejar de lado las partes más agresivas, en una canción que vuelve a dar otra vuelta de tuerca al sonido de la banda.
Realmente este «Scape land», que por supuesto tiene sus sombras aunque queden muy escondidas entre tantas luces que atesora, es un disco muy, pero que muy interesante, porque además estamos hablando del debut del grupo si no contamos su anterior ep. El perfecto equilibrio que se traen entre fuerza y melodía es la baza de la banda, además del nivel de cada uno de los músicos que conforman la banda gaditana.
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