Es muy complicado hablar de un nuevo disco de Metallica, os lo digo de verdad, es algo que me cuesta mucho, porque por medio hay mucho más que la simple interacción con una canción, hay algo que va más allá, vínculos que solo se pueden establecer con ciertas bandas, contadas canciones y momentos muy acusados. Sus discos «Ride the lightning» y «Master of Puppets» fueron un salvavidas al que agarrarme fuerte en un momento muy oscuro de mi pasado, quizás sería excesivo decir que a ellos les debo la vida, pero posiblemente, si les debo buena parte de mi estabilidad mental, porque la rabia contenida en sus canciones me sirvieron como canalizador hacia ciertas emociones que posiblemente, por mi propia cuenta, era incapaz de hacer salir, de exteriorizar. Por eso os decía que para mi es muy difícil hablar de Metallica y ser capaz de mantener la objetividad, aunque ahora que lo pienso, hace mucho que la dejé olvidada bajo el taburete de algún oscuro bar.
Es cierto, que buena parte de su discografía, para mi ha pasado no a un segundo plano, sino casi a un tercero o cuarto, jamás he sido capaz de conectar con ella. Pero desde el «Black album» hacia atrás, estos tipos eran sencillamente imbatibles. Ojo, que el legado es un valor constante y a tener en cuenta, pero eso no quiere decir que haya que poner los puntos sobre las íes cuando es justo y necesario, no caer en el sentimentalismo barato ni la defensa sin argumentos, pero tampoco en el linchamiento por decreto, en la mofa y el escarnio desde la más absoluta ignorancia, y eso que reconozco, que posiblemente la actitud de algunos miembros de la banda no haya sido la más indicada con respecto (e incluso respeto) a sus fans. Así que enfrentarme ante este «Hardwire…to self destruction» es tarea ardua, incluso mucho antes de haber escuchado el disco, y lo sigue siendo, no se cuantas escuchas después.
A estas alturas del partido, ni los más optimistas, esperan un disco a la altura de sus grandes obras, porque tampoco ellos han dado muestra de que pudiese ocurrir, pero al igual que es cierto, que espero con alegría un nuevo lanzamiento que me haga vibrar, y mira que teniendo en cuenta sus últimas andanadas, la misión no se antoja excesivamente complicada, o quizás si. Tengo muy claro que este disco se va a llevar muchos golpes, posiblemente, más de uno bien justificados, pero también he podido comprobar como alguno que otro, lleva ya la deformación de fabrica antes de escucharlo. Reconozco que el disco se convierte a veces en un quiero y no puedo, que algunas canciones me parecen hermanas menores y pobres de algunos de sus inmortales, pero no es menos cierto, que el disco me produce cierta sensación de haberse corregido errores, de haber intentado volver al camino correcto, seguir los carteles que indican el camino a casa. Comienzan con «Hardwire», embistiendo con fuerza y garra, tal vez sea el tipo de canción donde alguno puede ver más simplicidad, pero el tipo de ataque que muchos queremos y deseamos por parte de Metallica. «Atlas, Rise!», se muestra como homenaje a todas aquellas bandas que Lars nombraba con orgullo como razón de ser de Metallica, todo el heavy metal británico de mitad de los ochenta, pero es que ese estribillo además me recuerda horrores a «Blackened». Se templa el riff en «Now that we’re dead», que a mi me convence instrumentalmente, pero quizás es la voz de Hetfield quien no me termina de convencer del todo.
«Moth into flame» trae a mi cabeza el recuerdo de los tiempos del «Black album», ese cauce entre el thrash primigenio que les convirtió en gigantes y ese metal que pretendían abanderar. «Dream no more» posee un riff realmente emocionante y una batería que recuerda viejos tiempos, quizás de los mejores momentos de gloria de este disco, del que por cierto, el que por fin hayan decidido aprovechar las aptitudes de un gran bajista como es Robert Trujillo, les ha beneficiado de manera palpable. «Halo on fire» son ocho minutos donde bajan la potencia e introducen cambios que recuerdan los tiempos de sus «baladas», aunque las comparaciones son odiosas, y sinceramente no me termina de llenar. El segundo disco comienza con «Confusion» comienza bien, con un marcado riff y una base rítmica llena de potencia, que parece anunciar viejos y buenos tiempos, pero finalmente no termino de conectar con la canción, esos efluvios al «Load» no me terminan de convencer.
El riff machacón de «ManUNkind» no salva la canción, que también bebe de esa época del 96/97 con aquellos dos discos que ahora hay quien se empeña en reivindicar aunque personalmente, no termine de encontrarle el punto. «Here comes revenge»se alinea en este comienzo poco esperanzador del segundo cd, y aunque el riff pueda esperanzar, no termina de añadir la potencia necesaria para volver a levantar el vuelo. Cosa que si parece suceder con «Am I Savage», que combina esas atmósferas pesadas heredadas de Black Sabbath y compañía con los arrebatos de furia de la mano de Hetfield. De todos es sabido la admiración de la banda por nuestro querido Lemmy, así que no podía faltar un homenaje que viene de la mano de «Murder one». La velocidad endiablada junto a esa batería que suena tremenda, ponen punto final con «Spit out the bone», regresando los Metallica que tanto echamos de menos, los gigantes del thrash metal con el que muchos crecimos.
«Hardwire…to self destruction», evidentemente no es un disco comparable a las grandes obras de la banda, que las tiene pese a quien pese, pero tampoco me ha producido esa insatisfacción que si he sentido con otros discos de los de San Francisco. A pesar de la sensación a veces de quiero y no puedo, si hubiesen dejado fuera un par de canciones señaladas, sin importarles reducir el minutaje de la grabación, hubiese ganado enteros el disco. «Hardwire…to self destruction» es un disco para disfrutarlo, y quizás una señal de recuperación de la banda. Lo iremos viendo.
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