Era de esperar que el éxito de Ocho apellidos vascos tuviera su continuación más pronto que tarde. Así ha sido, apenas un par de años después se estrenó esta secuela llamada Ocho apellidos catalanes. Como bien indica el título, ahora la cosa va de poner el acento en las diferencias culturales con los catalanes.
Si te reíste con la primera, te reirás con esta secuela aunque algo menos. El guión de Borja Cobeaga y Diego San José está lleno del mismo tipo de humor a base de equívocos y explotar las diferencias culturales entre las distintas regiones de ese extraño país (o lo que sea) al que llaman España. No estamos ante alta comedia ni creo que esta película pase a la historia. Pero cumple su cometido de hacerte pasar un rato agradable. El problema de este cruce de comedia romántica y Goodbye Lenin reside en un guión que funciona únicamente a base de unos gags que han perdido el factor sorpresa y bastante frescura.
Y lo que es peor, los gags no sirven para hilvanar una historia mínimamente coherente. Una comedia no debería ser una mera de sucesión de gags más o menos resultones. Se necesita un hilo conductor y una resolución que aquí han fallado. Hay personajes y tramas que no resultan graciosos aunque lo intenten (el tablao flamenco, la asistente) amén de estar fatalmente desarrollados. Por suerte, la casa se mantiene en pie gracias al buen hacer para la comedia de Dani Rovira, Carmen Machi y Karra Elejalde. También las incorporaciones de Berto Romero y Rosa María Sardá aportan su innegable bis cómica a esta comedia. Todo lo referente a la comedia romántica con boda incluida me parece muy trillado y traído por los pelos. Esta vez el final no funciona, resulta forzado, poco creíble y poco divertido. De todo el film me quedo con el gag del Big Ben y la escena del balcón.
No puedo decir que me gustara la dirección de Emilio Martínez-Lázaro, cumple en el rodaje de diálogos de comedia (lógico a estas alturas del partido) pero el mérito creo que reside en el guión y en los acotres más que en la labor del director. Además, la resolución técnica de algunas escenas sigue siendo francamente chapucera (el castellet), de juzgado de guardia.
Lo dicho, esta comedia funciona a trompicones y no resulta ni tan fresca ni tan redonda como su predecesora.
0 comentarios