Si la primera temporada de The Leftovers, tal como y os conté en su momento, ya tenía una idea original y una puesta en escena sorprendentes gracias a Tom Perrotta y Damon Lindeloff (Lost) (a pesar de alguna interpretación que no acababa de convencerme), ha sido en esta segunda temporada cuando las vicisitudes, los dramas, el sufrimiento, la pérdida, y muchos otros sustantivos más inherentes a una trama en la que la población mundial tiene que adaptarse a la misteriosa desaparición de 140 millones de personas, han adquirido una entidad arrolladora, donde todo empieza a tener sentido dentro del sin-sentido.
Obviamente, esta segunda colección de 10 capítulos supera a la primera con mucho, situando la trama en un humilde pueblecillo de Texas, Jarden, en donde no sufrieron la desaparición de ninguno de sus habitantes convirtiéndose en una especie de ‘Meca’ de peregrinación de todo el mundo que necesita sentirse seguro allí, beber su agua y besar su suelo. La crítica a estos lugares de peregrinación, con todo lo que conlleva de comercio y falsedad, es brutal y certera.
En cuanto a los personajes, bueno, si ya estaban jodidos ahora lo van a estar más con un Kevin Garvey obsesionado, alucinógeno y en busca de ‘alivio espiritual’, un ‘curita’ obsesionado también con la resurrección de su esposa (y que ésta vez sí me ha gustado) y un elenco de personajes femeninos, encabezados esta vez por Liv Tyler como Megan Abbott, de lo más solvente y creíble con Laurie Garvey fuera de la secta «Culpable Remanente», una Nora Durst espectacular lidiando con todo, una Jill Garvey más que prometedora y, cómo no, Patti Levin…
Y no destripo más, The Leftovers se ha convertido en algo necesario que disfrutarán muy pocos (o eso creo), a pesar de que ésta segunda temporada entra mucho mejor en todo desvelándose muchas tramas que se dejaron ‘en suspense’ en la primera. Esa crítica a la obsesión religiosa, a las sectas, al comercio y la mentira que lo envuelve todo, a ese apoyo espiritual que todo el mundo necesita en momentos de pérdida, me han parecido espectaculares y que deberían estar levantando ampollas a la de ya en los estados más conservadores y ultra-religiosos del sudeste yankee.
Mención especial obligada para la bien planteada banda sonora y, sobre todo, para la bellísima y original cabecera inicial que no puede decir tanto con tan poco…
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