Mientras escribo esto, y los partes meteorológicos, prometen que mañana brillará el sol, la furia se sacude desde vientre de las nubes, para dejarnos sin el último respiro, y calar nuestros huesos, como ofrenda a esa donante de vida, que a fin de cuentas, es el agua. Días grises, que no tristes, la lluvia no necesariamente es mensajera de tristeza, aunque a primera vista, no invite tanto a patear las calles como el calor de la caricia solar. Los días de lluvia no me sumergen en estados de consciencia que transmitan pesadumbre, pero si me invitan a bucear en mi interior, más allá de los vaivenes de mi cabeza. Y la música que me acompañe, debe ser acorde a los sentimientos encontrados. Y mientras vuelvo a escuchar las gotas de lluvia golpear mis cristales, busco en mis estanterías mi disco favorito de Radiohead, que ahora vuelven a estar en boca de todos con nuevo disco, del que momento no pienso hacer acto de presencia, quizás porque mi intercambio con ellos se produce mejor durante los 90.
Porque los 90 fueron tiempos convulsos, en los que los frentes se abrían en muchas direcciones, aunque algunos terminasen en callejones sin salida. Aún recuerdo cuando me topé con «The Bends», con una banda que tenía algo especial, aunque a muchos les interese más lo que tuvieron que decir con discos como «Ok Computer«, seguramente su obra maestra, o «Kid A», yo sigo prefiriendo este disco del 95, en el que las guitarras, aún seguian siendo el hilo conductor de un mirar hacia delante, sin miedo a dejar atrás. Una canción como «My iron lung», con todos sus devaneos o esa hipnótica «Fake plastic trees», marcan un disco que heredó la presión del éxito de su disco debut, y el ansia de despegar hacia nuevos horizontes de futuros proyectos enlatados con forma de canción. Me sigue atrapando la canción que da nombre al disco, me deslizo entre los últimos estertores de las nubes con «Bullet proof…I wish I was», mientras me asomo a la ventana y veo crecer los charcos junto a las aceras.
Me da igual si no es el cenit de su carrera, como me importa ahora mismo poco si brillará el sol mañana, porque «Black star» inunda la habitación, y los momentos hay que saborearlos. Parece que ha dejado de llover, de nuevo se asoman cabezas fuera de los portales, la vida continua y el disco acaba, con esa maravilla que es «Street spirit (fade out)», dejando sombras atrás. Hacía tiempo que no me hacía acompañar de Radiohead, que no viajaba atrás en la máquina del tiempo que son las canciones de hace ya dos décadas. Tal vez, mañana mis gafas de sol vuelvan a tomar protagonismo, y el viejo paraguas, quede relegado a aquel rincón, donde cura sus heridas en forma de gotas. Tal vez mañana, vuelva a encontrar una excusa para «The Bends», o tal vez no, quien sabrá.
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