No, no me ha acabado de convencer nada El Renacido. Y no porque no soporte a Di Caprio que últimamente la arruga y los buenos guiones le están sentando muy bien, sino por la simpleza de la película planteada por Alejandro González Iñárritu. Bien es cierto que el director parece haberse ceñido exclusivamente a la historia basada en hecho reales de la odisea real de Hugh Glass, alejándose de la poética novela de Michael Punke (que dudo mucho me lea, todo hay que decirlo) pero no era este el planteamiento que me esperaba, sinceramente.
Para empezar, tengo que decir positivamente que la factura y la puesta en escena son brutales; la icónica ya escena del ataque de una Grizzly hembra, la degradación física y posterior recuperación del guaperas de Di Caprio, una fotografía que derrama hielo, congelación y sufrimiento ante las inclemencias climáticas, etc,… De esto ninguna objeción, Iñárritu es un crack en esto de recrear escenarios y puestas en escena y para eso su anterior Birdman habla por sí misma.
Pero, siguiendo con verdades, durante toda la peli tuve la sensación de estar ante un Naufrago (Cast Away (2000)) pero sin dolor de muelas, ni pelota ‘Wilson’, aunque brutalmente atacado por un oso. Las historias de hombres/mujeres luchando con la naturaleza han habido siempre y muy buenas y quizás sea ésta una temática ya trillada centrándose única y exclusivamente en lo que sufre el protagonista de turno sea Tom Hanks u otros que han tenido que pasar calamidades antes de arribar a puerto o cruzar un puto desierto.
Tampoco me convence nada (aunque fuese real en los hechos acaecidos) eso de que Hugh Glass haga de ‘Padre coraje‘ portando a sus espaldas el clamor de la venganza como único instinto para seguir con vida convirtiéndose el metraje en una historia simple, con una venganza más simple todavía si cabe, abocada a un ‘malo’ (Tom Hardy) que en lugar de huir parece querer celebrar ese enfrentamiento final. No, esto tampoco me ha convencido nada.
Acabando, salía del cine con la sensación de haber visto una peli ‘gore’, en el más amplio sentido de la palabra, con indios muuuy sanguinarios, caballos sirviendo ‘de refugio’, cicatrizaciones de heridas ‘a la Rambo III‘ y un enfrentamiento Glass/Grizzly, eso sí, espectacular. Pero lo que más me irrita de todo esto es que se nota demasiado que el personaje está hecho por y para Di Caprio en su nuevo asalto (por fin convertido en triunfo esta vez) a los altares de los Oscars. Y es que siempre tenemos, valga la redundancia, lo de siempre, personaje ultra-sufridor, con un gran drama a sus espaldas y con su particular camino iniciático a la redención (en este caso venganza) que es lo que tradicionalmente gusta a la Academía. ¿Lo merecía?…. es posible, pero no tanto…
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