Me voy al campo a vivir, lo dejo todo, a tomar por culo, me harta demasiado la ciudad, los ruidos. Pero después me centro y que va, soy demasiado urbano, además, en el campo no hay bares en cada esquina, demonios. Al final, soy un puto urbanita. Necesito ese barullo de las calles repletas, los graznidos metálicos de la ciudad. La tranquilidad es un refugio que me proporcionan las paredes de casa. Dicen que la gente cambia, bueno, quizás haya cambiado con el tiempo, algo, no demasiado. Uno sigue siendo un chaval, sobre todo de mente y espíritu, aunque la chapa y pintura, haya que ir repasándola de vez en cuando. Pequeños pinchazos que reparar, nada importante, pero que va marcando muescas en tu camino. De un tiempo a esta parte, el médico me ha ido aconsejando que deje alguna que otra cosilla, nada importante. Ya sabéis, todo lo que me gusta es ilegal, inmoral y además engorda, como cantaban Pata Negra.
Al final, todo para mi se reduce a pequeñas cosas que son grandes en importancia. Los míos, unas cervezas bien frías, un buen bourbon y puñado de discos que suenen en los altavoces a volumen considerable. Ahora ando en ello, el rock and roll muchas veces me es complicado de concebir sin la espuma de una birra en mis labios. Mis oídos están atentos, rock and roll muthefuckers, es lo que suena, y viene de Suiza, a ritmo de esos sonidos añejos que tan en boga están en estos tiempos, con tantas bandas dispuestas a reivindicar lo que escribió con letras de oro el mundo del rock. Basement Saints son otra banda más dispuesta a dejar su impronta, y por todos los diablos que lo hacen muy bien, pero mucho. «Get ready» es su disco debut y la canción que da nombre al disco, ya nos pone sobre aviso, que aquí las guitarras son importantes, y que vas a mover el cuerpo te guste o no.
«Red wine» posee un riff que te atrapa, y la melodía de voz combate cuerpo a cuerpo con la potencia de la canción. «Revolution» se pierde en las raíces del rock, aprovechando los juegos vocales. «Jeans» me pone y mucho, es directa, sin artificios, «Hight tide» toca terrenos más garage, puro y corrosivo rock and roll. «Wild fire» suena oscuro, con esa distorsión que le da un sonido de blues sucio. «Third eye» me trae, vocalmente, recuerdos de The Cult, mientras esa armónica prende fuego. «Aplee tree» suena adictiva, con esa guitarra que no frena en ningún momento. Llega el final con «Valhalla», que ponte punto y final a un muy buen disco de estos suizos que este verano andarán de gira por aquí.
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