Me ha dado mucha alegría volver a saber de Beggar’s House. Compré su primer disco cuando salió, y de eso hace ya un buen puñado de años. Luego les perdí la pista, y el caso, es que más. Esta vez, hago los deberes, porque tengo en mis manos su nuevo lanzamiento. A ver, ya esa portada me mola cantidad, porque no se a vosotros, pero a mi me recuerda muchísimo a al peli «You’re the next», que por cierto, me gustó y mucho. Es complicado ponerse a hablar de estos tipos, no por sus canciones, ya que cuando hay calidad, es sencillo que las palabras fluyan al ritmo de esas melodías y acordes que te van taladrando el cerebro. Lo jodido llega cuando intentas hacer el acercamiento imprescindible, para intentar dar pistas de por donde corren los tiros y poner sobre aviso a navegantes de lo que pueden buscar en el interior del disco. Venga, dejemos las tonterías, con las facilidades que existen hoy en día, de plataformas que te ponen la música en el salón de casa sin moverte, es sencillo acercarse e investigar, por si tus intereses y los de esta banda sevillana, de Utrera para ser más exactos se encuentran en el mismo bosque de sensaciones.
La amalgama de sonidos e influencias se dan cita en «Behold the monster», aunque los efluvios de aquellos años 90 en los que muchos pusimos a Seattle en el mapa, musicalmente hablando, se dejan entrever una y otra vez en el resultado final. Comienzan las sensaciones con la canción que da título al disco, donde la profundidad del riff choca con una aparente tranquilidad. Con «Growin» y ese riff, mi cabeza se llena de recuerdos de aquel cambio en el mundo del rock. Por momentos entonan momentos más rockeros con «Lone wolf», y su fantástico estribillo. Se introducen de lleno en mundos más psicodélicos con «Through the woods». Se siguen basando en la potencia del riff, como dejan claro en «Mesala», junto a una batería muy contundente. Sonidos más pesados se agolpan en «Driving mirror», con ese estribillo cercano al rock alternativo que nada en medio de la contundencia del riff. «Crap» saca músculo a través del riff, con un sorprendente giro en la parte final donde pueden recordar el rock latino de Santana, con esas percusiones.
En «III» todo se vuelve más caótico, crudo, directa al paladar, que contrasta con el inicio de «Something» y sus ritmo sosegado que va alternando con un grueso riff, para terminar en un crudo alegato. Con «Close encounters of the fourth kind» nos metemos en terrenos instrumentales, sin ponerse límite alguno. «The haze» vuelve hacía terrenos actuales, con una muy buena ejecución y la voz como principal protagonista. Se tornan otra vez más densos en «Nazarí», donde se podrían emparentar con QOTSA. Cierra el disco «Brain damage», 8 minutos donde se miran al espejo de bandas clásicas, buscando ese sonido prog de milimetrada ejecución. Un muy buen disco, si señor.
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