Llevamos un par de semanas rumiando sobre el final de estos 365 días, y ahora si que es cierto. En unas horas, estaremos olvidando paulatinamente 2015 y entrando con fuerza, ganas y esperanza, en 2016, que esperemos que sea trampolín de nuevas sensaciones, de mejoras para todos, de ilusión por lo que tendrá que venir. Alcemos nuestras copas, abandonad la moderación que son fechas especiales, que todo cambio, merece la atención necesaria. El final de la cuenta atrás, cuando las uvas están digeridas, y el primer trago del año sea una realidad palpable, habrá que seguir luchando, que jamás en la vida hay que salir derrotado.
Desde Rock The Best Music, dejad que os desee un próspero año 2016, que la suerte os acompañe, que la salud sea vuestra guia y por supuesto, que la música, sea vuestra eterna compañera de viaje. No se, si sois supersticiosos. Yo lo soy a ratos, lo reconozco, según me interese o no, si la situación lo propone o lo pide a gritos. No lo soy por convicción, ni por tradición, pero hay cosas con las que prefiero no andar o si lo tengo que hacer, ir preparado. Además, el final de año, es pasto de supersticiones y tradiciones. Anillos dentro de la copa, ropa interior de color rojo…. aunque mi mejor superstición, mi mejor escudo para protegerme de los malos augurios, sea rodearme de los míos.
Despidamos el año con música, con rock, con uno de esos discos, inmortal como los recuerdos. Y ya que hablamos de superstición, que suene ese disco donde Jeff Beck, Tim Bogert y Carmine Appice, dieron rienda suelta a su talento para tocar el apabullante tema de Stevie Wonder. El accidente de Beck a final de los sesenta, dio al traste, con el primer intento de estos tres fantásticos músicos de poner sus ideas en común. Fue en el 72, después de que tanto unos como otros, diesen por terminadas sus historias con Cactus y Jeff Beck Group, cuando dieron vida a este magnífico disco que vería la luz en el 73. He leído y oido mucho sobre esta grabación, sobre el hecho de que la producción no fuese acorde a otras grandes producciones de la época, o que no contar con un vocalista, y hacerse cargo tanto Bogert como Appice de las voces, le restase algunos puntos, pero sinceramente, el puñado de canciones que estos tipos fueron capaces de grabar en este disco, eclipsa, al menos para mi, cualquier pero que se le pueda poner. Es cierto, que hacer cábalas de como sonaría este disco, con Rod Stewart a las voces, como iba a ser en el 69, antes del accidente de coche de Beck, puede llevarte a ensoñaciones, pero, ¿para que?.
Desde que la slide de Beck comienza a sonar en «Black cat moan», solo puedes introducirte en la música y dejarte llevar por la infección que destila este blues de sonoridades duras. Que Appice y Bogert son una de las secciones rítmicas más brutales de la historia del rock, queda claro en «Lady», además aderezado con esas guitarras de Beck. Llega la balada «Oh, to love you», en la que Bogert se defiende más que bien en las labores vocales. Sin duda uno de los puntos fuertes del disco es «Superstition», ese rollo funk que tan bien defiende esa sección rítmica tan brutal y ese riff aplastante. Vuelven los vientos reposados con «Sweet sweet surrender», donde las lineas vocales toman mucha importancia, en detrimento de la fiereza de la guitarra. «Why should I care about you now» se encamina por cauces más rockeros, volviendo a levantar el disco, y haciendonos disfrutar de esa guitarra. Igual se desarrolla «Lose myself with you», con el wah-wah presente y ritmos funk.
«Livin’ alone» es muy rock de los setenta, obvio por otro lado, con el riff como principal arma, antes de dar paso al baladón «I’m so proud» de Curtis Mayfield que pone punto y final a este disco, que es bueno rescatar a menudo de la estantería, y dejarte llevar por sus surcos. Tres músicos enormes, que han escrito parte de la historia del rock con letras mayúsculas. Lo dicho, feliz año nuevo.
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