Los máximos responsables, salvo en contadas ocasiones, de lo que finalmente vemos en la gran pantalla, son los cineastas, los directores. En el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad han nacido unos cuantos genios que han dedicado su vida a esto de los encuadres, la dirección de actores y demás técnicas cinematográficas.

Resultaría imposible dedicar unas líneas a todos los que lo merecen, así que si damos por hecho que talentos del nivel del visionario Jean Vigo, H.R. Clouzot, René Clair, Robert Bresson, Jacques Becker o René Clément, o del éxito popular de Jacques Demy, Jean Jacques Annaud o Luc Besson, sin contar que genios del talante de Roman Polanski (polaco de origen) o Constatin Costa Gavras (natural de Grecia) podrían merecer un artículo aparte, nos limitaremos a comentar a una decena de los que, subjetivamente y en estricto orden cronológico, considero maestros del séptimo arte en Francia.

Grandes directores del cine francés


Marcel Carné

Considerado uno de los grandes nombres de la cinematografía gala, comenzó su carrera como crítico cinematográfico primero y como cámara después en el cine mudo, hasta que rodó su primer corto en 1929. Su verdadera contribución al séptimo arte comenzó al unir fuerzas con el guionista Jacques Prévert. Esa relación se prolongó durante 12 años y encabezaron un movimiento cinematográfico que conocemos como “realismo poético” que jugaba con el fatalismo dramático de las historias que nos contaban. “El muelle de las brumas”, “Amanece”, “Las puertas de la noche” y, especialmente” “Los niños del paraíso”, que fue votada por la crítica y compañeros del cine francés como la mejor película del siglo XX en el país de los hermanos Lumiere, son muestras de la categoría de un director que, repudiado por los modernistas de la Nouvelle Vague, recuperó posteriormente todo el mérito y valor que merece como una de las insignias indiscutibles del cine galo.

Marcel Carné


Jean Renoir

El hijo del famoso pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir resultó ser un enorme director de cine, escritor (autor de la biografía definitiva sobre su padre), actor, productor y guionista. Durante la IGM sirvió en la caballería y en la aviación, pero fue herido en una pierna y esa fue su puerta de entrada al mundo del cine ya que su recuperación estuvo envuelta de horas y horas viendo películas de Chaplin y Griffth.

No sé si aventurarme a decirlo, pero si no es el mejor, seguro que estaría en mi Top 3 de directores franceses de esa primera mitad del siglo XX. Su contribución al cine galo es abrumadora con multitud de cintas, algunas de ellas obras maestras incuestionables como “La gran ilusión” (1937) o “La regla del juego” (1939). Su fabuloso éxito le hizo cruzar el charco, desarrollando una notable carrera en Hollywood durante los años 40, destacando por encima de todas esa maravilla llamada “Esta tierra es mía” (1943). En los 50 volvió a trabajar en Francia, dejando una carrera memorable para el recuerdo.

Le realisateur francais Jean Renoir (1894-1979) ici en 1955 avenue Frochot a Paris --- French director Jean Renoir (1894-1979) in 1955 in Paris


Jean Cocteau

Uno de esos genios que de vez en cuando la naturaleza regala al género humano en su complicada extrañeza. Nacido en 1889, de infancia más que complicada, su padre se suicidó antes de que cumpliera su primera década, le alejaron de sus hermanos y se quedó solo con su madre que se obsesionó con su cuidado convirtiéndolo en un joven díscolo, indisciplinado y rebelde, pero también genial y talentoso. Su complicada vida le relacionó en exceso con la muerte. La prematura muerte de su amada le condujo a su ya inseparable compañero de andanzas, el opio.

Su inquietud y maestría le llevó a sondear multitud de géneros artísticos como la novela, la poesía, la pintura, la crítica, el teatro, el diseño, el dibujo, el ensayo y, como no, el cine.

En su versión cinematográfica, que es donde nos interesamos, hay dos personajes claves. Por un lado nos topamos con Christian Bérard, pintor y diseñador, con el que colaboró en varias películas, destacando la maravillosa escenografía de La Bella y La Bestia. Por otro lado, Jean Marais, actor bastante más joven que él, con el que mantuvo la relación más longeva de su vida y que fue su actor fetiche, con el que trabajó en sus obras más destacadas.

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Max Ophuls

Pese a que Max Oppenheimer nació en Alemania y su familia era alemana, toda su carrera cinematográfica europea se desarrolló en Francia, donde se exilió a principios de los años 30 por culpa del ascenso del partido nazi en su país natal. Su ascendencia judía y su trayectoria profesional, iniciada en el teatro y posteriormente combinándola con sus primeros pasos en la UFA no le daban mucha opción y su paso al vecino galo le dio el respaldo y la posibilidad de desarrollar su carrera y su vida de una forma acorde a su talento. Se nacionalizó francés y el éxito de algunas de sus películas galas, como “Traficantes de opio” o “La tierna enemiga” y la explosión de la IIGM le obligó a huir a Suiza, Italia y finalmente emigrar a Estados Unidos en 1941. Allí, Ophuls y su familia sobreviven gracias a las ayudas y al apoyo de algunos amigos y admiradores dentro de Hollywood, casos de Robert Siodmak, Preston Sturges o Douglas Fairbanks jr. Gracias a ellos, en 1946 consigue rodar su primera película americana y nos deja 4 films en esta etapa americana de las que, por lo menos 2, son memorables, como “Carta de una desconocida” y “Almas desnudas”. Pese a ello, la IIGM ya terminó y Ophuls no termina de encontrarse a gusto en América, así que decide volver a Francia donde, ahora sí, consigue la estabilidad y la libertad necesaria para regalarnos 4 obras maestras de valor indiscutible. “La ronda”, “El placer”, “Madame de..” y “Lola Montes” siguen, hoy en día, siendo obras maestras de indiscutible valor cinematográfico y explicativos de un estilo propio, único, definitorio y culminatorio de la manera de contar una historia de la mano de uno de los maestros indiscutibles del cine surgido de Europa.

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Jacques Tati

Descendiente de una familia militar rusa, Jacques Tati nació en 1907 y en sus primeros años destaco tanto en deporte como poco en los estudios. La crisis mundial de los años 30 le hizo trabajar en infinidad de empleos, incluido el music hall, teatro y sus primeras colaboraciones en el cine. Al llegar la IIGM es destinado al 16º Regimiento de Dragones hasta 1940. En 1944 se casa con Micheline Winter y al terminar la IIGM vuelve al cine, primero como actor y luego como director. Otro momento significativo llegó en 1946 cuando fundó junto a Fred Orain la productora Cady Films con la que filmaría sus primeros trabajos.

“Día de fiesta” se rodó entre 1947 y 1948 y se estrenó en 1949, obteniendo bastante reconocimiento. La idea de Tati era estrenarla en color, pero su alto coste le obliga a hacerlo en blanco y negro (hasta 1995 no hemos podido ver una copia restaurada en color). Era su primer largometraje y vuelta a ver 65 años después me ha parecido tan maravillosa como la primera vez.

El estilo de Tati es comparable a Chaplin o Keaton, no tanto en lo formal como en el fondo, historias que parecen sencillas con crítica implícita, personajes no siempre aceptados con un corazón bondadoso y un sentido del humor basado en la imagen, en el gesto sutil, en la acción, sin necesidad de grandes muecas, estrambóticas bandas sonoras o descacharrantes gesticulaciones.

El culmen de su reconocimiento le llegó con el personaje de Monsieur Hulot, al que llevó a la gran pantalla en tres ocasiones, con “Las vacaciones de M. Hulot”, “Mi tío” y “Traffic”.

En 1955 rompió su asociación con Orain y tiene un accidente de circulación que le acarreará problemas el resto de su vida. En 1956 crea Spectra Films, pero las décadas de los 60 y 70 solo le aumentan los problemas económicos. En 1977 recibe un César por toda su trayectoria, pero nunca volvió a recuperar el prestigio perdido. Murió en 1982 y, como casi siempre, es más reconocido hoy en día como el cómico más grande del país vecino que en vida.

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Jean-Pierre Melville

Su verdadero nombre era Jean-Pierre Grumbach y era descendiente de una familia de judíos alsacianos por lo que no tuvo ninguna duda en alistarse en la Resistencia francesa tras la caída de Francia en la IIGM. Ahí fue donde adoptó su nombre de guerra “Melville”, en honor de Herman Melville, su autor favorito.

Tras la IIGM comenzó a desarrollar su trabajo como cineasta, pero fue con la llegada de la década de los 60 y su liderazgo en el llamado “cine polar francés” donde alcanzó sus cumbres más altas, donde podemos destacar, como cintas imprescindibles del género y del abanico cinematográfico francés de la guerra fría, “El confidente” (1961), “Hasta el último aliento” (1966), “El silencio de un hombre” (1967) o “Círculo rojo” (1970), aunque también hay que destacar por encima del resto “El ejército de las sombras” (1969) donde Melville recurre a narrar el trabajo de la resistencia francesa durante la IIGM.

Jean-Pierre Melville


François Truffaut

Personaje indescifrable e imprescindible del cine del siglo XX y, probablemente, uno de los mayores cinéfilos y cinéfagos de la historia. De infancia muy problemática y abandonado por su familia, es un mal estudiante y pasa por múltiples problemas con la justicia de las que, casi siempre, le saca su ángel de la guarda, André Bazin. Toda su energía la centra en la literatura y el cine y es en la pujante revista Cahiers Du Cinema donde empieza a realizar sus primeras críticas cinematográficas e iniciando un movimiento de renovación del cine, la Nouvelle Vague, que tomó forma definitivamente con el estreno de su primera película como director, la impactante y sobresaliente “Los 400 golpes”. De su obra destaca la serie dedicada al personaje protagonista de su debut, Antoine Doinel, así como multitud de homenajes a sus grandes pasiones, casos del cine en “La noche americana”, el teatro en “El último metro”, la libertad y la literatura en “Fahrenheit 451” o el cine negro clásico en “La novia vestía de negro”. La enorme variedad de su obra y la pasión con la que siempre habló y defendió el arte cinematográfico, así como sus diversas apariciones como actor en varias películas, tanto propias como ajenas, y su enorme trabajo como crítico difusor del cine, así como el maravilloso libro de entrevistas con uno de sus más admirados directores de todos los tiempos, como fue Alfred Hitchcock, lo convierten en pieza clave para entender el lenguaje cinematográfico de nuestro vecino del norte.

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Louis Malle

De familia acomodada y vida asentada Malle es, junto a Truffaut y Chabrol, el triángulo básico para entender el cambio cinéfilo producido en Francia a finales de los años 50 y principio de los 60. Sé que aquí habría mucho que discutir por la relación de amor/odio que otros personajes de la época como Godard o Resnais suscitan entre los aficionados al séptimo arte, pero en mi caso son esos 3 los nombres fundamentales. Malle debutó con una gran obra, “Ascensor para el cadalso”, con la gran Jeanne Moreau, donde dejaba claro su maestría tras la cámara, su magnífico pulso para narrar una historia y su amor por el jazz, destacando la genial banda sonora original de Miles Davis. Durante esos años desarrolla una gran carrera con obras fundamentales como “Zazie en el metro” o “Fuego fatuo”, pero un escándalo producido por el estreno de “Lacombe Lucien” le obligó a emigrar a USA, donde destaca la película “Atlantic City” con un crepuscular Burt Lancaster y una joven Susan Sarandon. Finalmente, regresa a su país y se cubre de gloria con “Adios, muchachos”, que logra multitud de premios y grandes críticas, así como sus últimos estrenos que dejan su carrera a un nivel más que notable.

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Claude Chabrol

Claude nace en 1930 y desde pequeño se interesa por el cine, el teatro y la literatura, pero el primer dato biográfico determinante para su futura carrera es su matrimonio con Agnès M. Madeleine Goute en 1952, con un patrimonio sobrado que les permite vivir de rentas y dedicarse a lo que realmente quieren sin mayores preocupaciones. Comienza a colaborar con la revista Cahiers Du Cinema y en 1956 funda la productora AJYM que dará cobijo a los primeros trabajos de algunos de sus compañeros en la Nouvelle Vague (incluido él mismo) hasta 1961.

Su cinematografía se ha dividido en varias etapas. La primera caracterizada por su adhesión a los dictados de la Nouvelle Vague, consiguiendo sus primeros premios internacionales (Oso de Oro en Berlín con “Los primos”, Copa Volpi para Madeleine Robinson en Venecia por “Una doble vida”…), y conoce a Stéphane Audran lo que provoca la ruptura de su matrimonio.

La 2ª etapa, que para mi es la mejor y mas interesante, caracterizada por su unión con el productor André Génovès y el protagonismo de su pareja Stéphane Audran en casi todas sus películas. Bajo la apariencia formal de thrillers criminales con actores conocidos, Chabrol logró el reconocimiento de la taquilla y el ataque de la crítica especializada por su traición a la Nouvelle Vague, pero lo cierto es que el análisis pormenorizado a las pasiones humanas, al retrato psicológico de los personajes, a la culpa, a la venganza, a la traición, a la infidelidad, etc… conduce al cine de Chabrol a los niveles que hoy en día le reconocen como el maestro que realmente es. Difícil elegir, pero una trilogía formada por “Accidente sin huella”, “La mujer infiel” y “Al anochecer” no está a la mano de cualquiera.

La 3ª fase de su carrera le reunió con otro productor, Marin Karmitz, y con otra actriz, Isabelle Huppert, siendo la más prolífica y la que más reconocimiento internacional ha logrado, especialmente para Huppert, con algunas películas notables, aunque para mí no llegó a lograr el nivel alcanzado con Génovès. Las mujeres toman el  mando, creando personajes fuertes y siendo las protagonistas principales de sus historias. Quizás “La ceremonia” sea la película más recordada de esa época.

Su etapa final da los últimos bandazos a una gran carrera, pero pierde fuerza y estilo, y no muestra los signos que han hecho de Claude Chabrol uno de los directores indiscutibles del cine francés.

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Jean-Pierre Jeunet

Su todavía corta e inacabada trayectoria me hacían dudar, pero su inagotable imaginación y su indudable originalidad y su refrescante irrupción en la industria cinematográfica francesa de la mano de Marc Caro le han guardado un hueco en la historia del cine en la antigua Galia.

Nació en 1953, con 17 años se compró su primera cámara y estudió animación en los Estudios Cinémation. Entabló amistad con Marc Caro, diseñador y dibujante de cómics, relación que trasladó al cine y de la que saldrían alguno de sus films más reconocidos como “Delicatessen” o “La ciudad de los niños perdidos”.

El éxito le llevó a probar suerte en Hollywood, concretamente con la 4ª parte de una de las sagas más representativas del cine de terror y ciencia-ficción de la historia del cine, “Alien Resurrección” y, sin llegar a las cotas de las dos primeras partes, no salió mal parado, logrando recuperar en parte una serie que parecía perdida.

En 2001 le llegó el éxito masivo con “Amelie”, logrando un montón de premios y nominaciones al Óscar, Globos de Oro y demás, y encumbrando a Audrey Tautou como la actriz de moda en todo el mundo.

Desde entonces sus trabajos se han ido espaciando en el tiempo y no han vuelto a alcanzar las cotas de popularidad y éxito del pasado, pero dada su edad todavía le queda mucha cuerda a ese reloj surrealista e innovador que, seguro, volverá a contar con Dominique Pinon y Hervé Schneid entre su plantel de actores.

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Actores y actrices del cine francés

El arte de la interpretación ha convertido a sus máximos exponentes en estrellas mundiales, en iconos de un estilo de vida, en el espejo para muchos jóvenes que quieren llegar a ser como ellos, dejando en algunos casos el arte interpretativo en un segundo plano. Desde el cine mudo, con el que probablemente fue el primer caso de idealización masiva de una estrella de cine, como fue Rodolfo Valentino, hasta nuestros días en que la influencia de la prensa y la importancia de la imagen es, en muchas ocasiones, casi tan importante como la calidad en tu trabajo para el público masivo, los actores y actrices son la imagen del cine, las caras públicas de las historias que los autores, productores y directores nos quieren contar.

En Francia no podía ser de otra manera, aunque en Europa en general, la interpretación se centra más en una suma de actitudes y aptitudes que en una simple cara bonita o un cuerpo escultural. Pongamos unos cuantos ejemplos de actores y actrices galos que han pasado a la historia o han traspasado fronteras gracias a su talento y a su innegable competencia en el maravilloso arte de la actuación cinematográfica: desde los años 30, donde jóvenes como Jean Gabin o expertos como Michel Simon ponían los cimientos a sus grandes carreras (obviamos a otros como Charles Boyer porque su exitosa carrera se desarrolló casi por completo en la industria americana), o en los 40 donde la española María Casares (nacionalizada francesa desarrollando su carrera enteramente allí) o el gran Yves Montand daba sus primeros pasos en el celuloide.

En los 50 conocimos el advenimiento de grandes estrellas como Simone Signoret, Brigitte Bardot, Jacques Tati o Jeanne Moureau, pero fueron los revoltosos 60 los que encumbraron a un buen puñado de intérpretes galos como Alain Delon, Jean Paul Belmondo, Catherine Deneuve, Michel Piccoli, Anouk Aimée o Maurice Ronet. Los 70 deberían existir aunque solo fuera por haber dado a luz la carrera de uno de los más grandes intérpretes de la historia del cine europeo como es Gerard Depardieu, y los 80 mostraron una nueva generación que, todavía hoy, sigue mostrando su talento tanto en Europa como en América, casos de Juliette Binoche, Sophie Marceu, Julie Delpy, Irène Jacob, Jean Reno o Isabelle Huppert.

Si a todos los nombres que hemos mencionado, reconocidos a nivel mundial, les añadimos otros como Jean Louis Trintignant, Philippe Noiret, Gerard Philipe, Sylvia Bataille, el gran Lino Ventura (italiano de nacimiento), Marcel André, Arletty, Jean Servais, Serge Reggiani, Jean Marais, Daniel Auteuil, Jean Rochefort, Michel Bouquet o los más actuales Vincent Cassel, Audrey Tautou, o la que probablemente sea la actriz más talentosa que se haya visto en los últimos años, Marion Cotillard, vemos que la profesión de actor/actriz en el país vecino está y ha estado en buenas manos.

Más en Rock, The Best Music:

EL CINE FRANCÉS (VI): los directores, actores y actrices más importantes

by: Edgar

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A la música le dedico la mayor parte de mi tiempo pero, aunque el rock me apasiona desde que recuerdo, no vivo sin cine ni series de televisión. Soy ingeniero informático y, cuando tengo un hueco, escribo sobre mis vicios. Tres nombres: Pink Floyd, Led Zeppelin y Bruce Springsteen.

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