Que estuviesen todas las entradas vendidas podía indicar dos cosas: buen gusto del público español, o hype. La sensación tras el concierto de Beth Hart en Madrid, en mi caso, era una mezcla de ambas. Buena parte del público se acercó por pasión. El resto, ni zorra de por qué, pues el parloteo, los gritos y la charla insustancial abundaron hasta durante las canciones más intimas. Hart, sin embargo, demostró que ni el ruidoso murmullo ni los «sshh» del público tumbaron el ímpetu de su imparable e hipnótico talento.
Para ella no tengo más que halagos. Resulta una tarea ardua quitarle la vista de encima: su baile sensual, su voluble voz, su maestría al entonar, su arte al sonreír, e incluso sus breves monólogos son parte del show; es el show de Beth Hart. Lo demás resulta superfluo. O casi, tal como yo lo percibí.
El problema radica en grabar discos con innumerables instrumentos no presentes en directo. La banda de la angelina, que la acompaña desde hace más de una década, adapta maravillosas canciones soul, blues y rock grabadas con el apoyo de una big band, al sonido rockero de la batería, dos guitarras y un bajo. Y, personalmente, siento que chirría.
Conste que no tuve suerte con la ubicación, pues desde donde pude situarme no escuchaba más que bajo y, más tarde, vibrantes graves en la voz las guitarras, que a su vez sonaban chillonas y latosas. Por contraste de opiniones, sé que no fue así en el resto de la sala, y con todo, no sentí apropiadas las adaptaciones. Temas como «Might as well smile» se quedaban en taparrabos; acostumbrado a escucharlos vestidos de gala en sus discos, un servidor se sentía desubicado a menudo. Costaba agarrarse a los temas, y lo más fácil era aferrarse a esa prodigiosa voz llena de colores y formas, a esa figura del soul que hacía suyo el escenario como si jamás hubiese pertenecido a nadie más.
Los mejores momentos, a mi jucio, fueron los que Beth nos regaló a su aire, banda aparte, a solas con el piano y el público: emotivísima «We’re Still Living in the City», dedicada a su compañero sentimental, que se dignó a abrazarla a su fin ante el abarrotado Teatro Barcelo, y una grandiosa «St. Teresa» que habría emocionado al John Wayne más duro. Lo cual me hace preguntarme qué habría pasado si Beth hubiese llevado el peso de la hora y cuarenta y cinco minutos de show, siempre que, claro, el sector maleducado del público respetase el silencio que el espectáculo requería. Me quedo con esos momentos íntimos y, también, con la recta semi-acústica del final, con Beth sentada al frente del escenario y media banda entre bastidores, dejando a la dama reinar.
La diva prometió entre agradecimientos y emociones desbordadas que volvería el año que viene. Valdrá la pena.
Corroboro cada una de estas palabras, Edgar, la estrella sin par fue Beth Hart, yo me desplaze a lo largo de la sala y estuve en sus cuatro costados y aunque el volúmen y la sala, que yo creo no era la mas apropiada para el evento, estaban a tope de gente y watios era difìcil escuchar a Beth. Esperemos mejor ocasión y que el Señor la guarde para seguir disfrutando.
Un saludo a todos esos fans que buscabamos fundirnos con «ELLA».
Yo salí mas que complacido del evento, creo que (aunque soy asiduo a conciertos) no volveré a escuchar una voz tan intensa y llena de matices en años… Por lo demás, el sonido me pareció correcto, quizás demasiados conciertos en la riviera me haya hecho perder el norte, y la banda igual. La traca final fue a la salida de Beth del recinto y el ratito que pudimos compartir, fue realmente emocionante. Si vuelve, volevré, seguro
Pues yo no pude ir, pero me alegro de no haber ido tras leer tu crónica, porque ir a un concierto así y q la gentuza hablen… Podrían irse a la Mierda¡