Varias y variadas son las propuestas que hasta el momento el cine nos ha servido sobre el siempre apasionante universo zombie, y si bien en la actualidad, y a la espera de la nueva entrega de que dentro de un par de años Brad Pitt, vuelva a ponerse a las ordenes de Bayona para la esperada Z 2, y a la espera también de que Anderson se las haga pasar una vez más canutas a la siempre más que interesante Milla Jovovich en la sexta entrega de Resident Evil, tenemos un par de propuestas bien diferenciadas sobre el tema como son The Walking Dead y The Strain, siempre es interesante que consiga colarse, como si de un soplo de aire fresco se tratase, esta la particular visión del tema que nos comparte Kiah Roache-Turner con esta Wyrmwood.
Una particular visión que no se anda con rodeos y a la que poco le importa los orígenes del mal, y la historia que a lo largo de una hora y media envuelve a los cuatro personajes en los que se centra la película, De hecho ya en el preámbulo nos sitúa en medio de la acción, para volver a ese mismo punto cuando él lo cree oportuno. Poco importa, y si bien en un momento dado se saca una pincelada mística, si el origen es una plaga bíblica o si se trata de cualquier otra cosa; de la misma manera que tampoco se muestra minimamente interesado en dar una explicación coherente al trabajo del Dr. Megele de turno, merecedor de una mención especial para la escenificación del laboratorio de trabajo, que bajo su traje se dedica a realizar una serie de experimentos que seguramente no obtendrían el beneplácito del colegio de médicos del lugar, al que una serie de soldados, de nuevo sin una explicación aparente, le dan cobertura.
Una visión que junto al reguero de sangre y vísceras va dejando interrogantes sin resolver hasta llegar a ese final abierto, que en otro caso, de tratarse de una película de más medios y en la que participase una productora con un nombre de más peso, se podría pensar que sería el encargado de abrir las puertas a una nueva entrega, que aquí simplemente es la manera de cerrar la película lo más correctamente que puede, y es que la cosa, llegado al minuto noventa, ya no tiene vuelta atrás, y tras lo acontecido con anterioridad no hay manera material de cerrarlo de otra manera. Y es que esto no es The Walking Dead, esto es Wyrmwood, y aquí, incluso a las chicas guapas, las heroínas de la película, no pueden escaparse tan fácilmente de esa tonalidad con la que el pincel de Kiah Roache-Turner, en la que es su debut como realizador, ha querido dar a su opera prima. Un lienzo en el que el horror y el apocalipsis nos llega, aunque parezca increíble a estas alturas de partido, con un nuevo aire fresco que agradecerán los seguidores del genero.
Wyrmwood, de la misma manera que lo fue Stake Land, corta la cinta de salida con humildad y sin la pretensión de hacer mucho ruido, pero al final acaba haciéndose un hueco entre los seguidores de este tipo de cine.
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