Las niñas ya no quieren ser princesas, y a los niños les da por perseguir, el mar dentro de un vaso de ginebra… cantaba Sabina en aquel«Pongamos que hablo de Madrid». Ahora en los barrios, los niños y las niñas no quieren montar grupos heavys o punks, quieren apuntarse a los gimnasios, llenarse de tatuajes, pasar por el quirófano y aspirar a un puesto en Hombres, mujeres y viceversa. Ya no se escriben canciones en la mesa de un bar o al fondo de unos futbolines, la calle ha cambiado en muchos casos sus prioridades.
El relevo lo han tomado desde la clase de una facultad o desde el garaje de una bonita urbanización, y aunque el libro de la teoría lo tienen bien aprendido en la mayoría de los casos, muchas veces echo en falta esa sobredosis de mala leche, que viene dada por el buscarse la vida día a día y soñar por salir algún día de esa prisión en forma de aceras que te ha tocado vivir. No pretendo quitar valor a nadie, pero a veces tengo la sensación, de que hemos dejado de dar miedo para pasar a ser esos buenos chicos de al lado. Ya no caminas con el D.N.I. entre los dientes, porque el Zara o el Bershka, han decidido que durante cinco minutos, aquellos que mutan de piel a cada soplo de moda, estén al día con aquello que hace años despertaba el recelo del personal. ¿Cuando se convirtieron los Ramones en etiqueta de chicos hormonados y chicas con pechos operados?
No se donde se han criado la gente de Subestimados, pero si que se han pisado hasta el último garito, donde les han dejado ocupar, que se han encargado de fundirse con el asfalto, de convertirse en piedra de manifestación, para dotar su música de la rabia necesaria. Tres discos ya a sus espaldas, para este, tratan de ampliar miras, de enriquecer su música de mensajes directos, de golpes entrecortados. Y lo consiguen. Lo suyo es escupirte a la cara lo que viven en cada momento, cuando doblan cada esquina, no lo que aprenden viendo Juego de Tronos. Su mensaje está más cercano de aquel a que se le quema la sangre en la cola del paro. Subestimados son punk lo suficientemente enraizado en el rocanrol, o viceversa, que en este caso, el orden de los factores no altera el producto. Canciones afiladas y llenas de energía, como «El engranaje», «Tu, la reja, la distancia y yo» o más rítmico como «Hoy volvemos a salir».
El mensaje es importante, y ahí está como prueba «Insurgencia», «A las puertas del cielo» o «Militante de la libertad». En sus canciones hay pequeños detalles, que intentan no encasillarlos en el piñón fijo de un género en el que a veces, hay demasiadas bandas con el mismo sonido y el mismo punto de vista. Eso se nota sobre todo en «Militante de la libertad», donde hay que premiar el riesgo asumido. Eso si, el decidir cantar en inglés una canción como «Revolution», hay que hacérselo mirar, de veras. Buen disco de los madrileños, que espero que sigan inmersos en la lucha y que nadie los subestime.
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