A principios de los años 60 el mundo no era tan cínico como hoy. La ciencia ficción era bastante ingenua y los efectos especiales tiraban a cochambrosos. Desde luego, los avances técnicos desde entonces han sido asombrosos pero ciertos films nos siguen causando una honda impresión aunque se hayan quedado totalmente desfasados. Yo descubrí esta película de niño cuando al emitieron (creo) un Sábado por la mañana en el programa Pista libre.
El hombre con rayos X en los ojos versa sobre un científico que ante la negativa de sus superiores decide continuar con sus experimentos sobre la visión humana usándose a sí mismo como conejillo de indias. No deja de ser el clásico argumento del científico loco de los años 50. Como ya sabemos, en esa época el terror se basaba en científicos locos, invasiones alienígenas y/o comunistas (La invasión de los ultracuerpos es un claro ejemplo). La bomba atómica había creado un miedo a la ciencia que nunca antes había existido, los avances tecnológicos podían acabar con el mundo en vez de mejorarlo. Los científicos se convirtieron en unos tipo muy atractivos para el cine. Daba igual que en la vida real sean unos tipos bastante aburridos que apenas salen del laboratorio. Lo que más me impactó del film es cómo el personaje del doctor (interpretado por el siempre eficiente Ray Milland) se va obsesionando cada vez más con sus experimentos hasta llegar a arriesgar todo lo que realmente importa (amor, amigos, trabajo). Lo que inicialmente puede resultar divertido (ver a la gente desnuda) o útil (diagnosticar enfermedades) se irá convirtiendo en una maldición conforme pasa el tiempo y los poderes aumentan. El doctor se verá inmerso en una peligrosa espiral que le conducirá a la perdición.
El film es un claro exponente del trabajo de Roger Corman, auténtico paradigma de la serie B. Corman era conocido por su rapidez a la hora de rodar y su capacidad para trabajar con presupuestos muy reducidos. Su trabajo tras las cámaras no es perfecto, ni mucho menos, pero consigue crear una terrible sensación de desasosiego en el espectador. Sensación que aumenta gracias a la misteriosa música y los baratos pero efectivos efectos especiales.
El film me dejó un regusto amargo y me impactó mucho (yo era sólo un niño), la escena final es simplemente demoledora: el peso de los pecados cometidos (soberbia e ira principalmente) cae sobre el protagonista en forma de terrible revelación divina. Nada peor que caer en manos de una congregación fundamentalista cristiana cuando estás en un mal momento. Corman parece aunar aquí lo peor del mundo moderno (los avances científicos) y lo peor de la religión. Otras escenas que se quedan grabadas pueden ser las de la actuación en la feria o la de la fiesta en la que el protagonista ve a los invitados desnudos. Obviamente, la censura de la época no permitió que el espectador compartiera tal visión.
Un film interesante que vale la pena descubrir.
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