Lo que comienza con un crescendo a la altura de la ambición de la banda-«Something From Nothing», el sobresaliente tema de apertura-, se desinfla a medida que los descarados encajes con los que algunas canciones se visten para lucirse en estadios aparecen, empañando lo que en principio se presenta como un avasallador y enérgico trabajo de rock. Sonic Highways, que cuenta con ocho canciones de puro músculo, se grabó en ocho ciudades diferentes, una por canción. Un caro proyecto, que no pretencioso, pues el grupo no se empapó de influencias estatales y se limitó a componer canciones que suenan a Foo Fighters; con matices, claro.
Tras veinte años de carrera, están, posiblemente, en lo más alto de la misma en lo que popularidad se refiere. La excesiva campaña de publicidad que ha acompañado al lanzamiento de este Sonic Highways y que, por otra parte, tan bien recibida ha sido, lo atestiguan, y es esto mismo lo que seguramente ha jugado en su contra. No es precisamente «Concregation», uno de los pegadizos singles, la que suena convencional, medida y calculada para las grandes superficies. Las que chirrían de esa manera son «What Did I Do?/God as My Witness», «In The Clear», «Subterranean» y, en menor medida, «I am a River», que cierra el disco y a la cual se enfrenta uno cuando más descolocado está.
La producción es uniforme y vigorosa. Sonic Highways suena grande, ruidoso y potente. Ejércitos de guitarras eléctricas se amontonan sin darse codazos entre sí, y sobre una base rítmica sucia y acompañado de múltiples arreglos, Grohl se alza seguro y poderoso. Suenan imparables, pero chocan esas melodías cubiertas de purpurina calculadas para el contento de la mayoría. Contrastan -y palidecen- con pelotazos como «Outside», la joya del disco, o la punkarra «The Feast And The Famine», en la que tanto Grohl como las guitarras arrasan con cualquier otra cosa comercial que le puedan poner al lado.
Diríase que, en un intento de amortizar la inversión, han diseñado la mitad de las canciones para desahogarse de la contención y el exceso comercial del resto, intentando así contentar a la mayoría y captar nuevos hinchas. En una producción tan cara no podían habérselo jugado todo a la energía rebelde que tan bien se les da desprender, a pesar de estar en posición artística de hacer lo que les plazca. Han ido a lo demasiado seguro y por ello, Sonic Highways decepciona, siendo inevitable compararlo con Wasting Light. Se deja escuchar, sí, pero mientras a ratos tiran para atrás de la impresión, uno se aplatana cuando suenan como tantos otros grupos, cuando la sorpresa se da por perdida.
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