No es ni un biopic dejado a banda sonora lacrimógena. Tampoco es un mero vehículo para el lucimiento de un Matthew McConaughey del que cada día -quien me lo iba a decir- soy más fan. Es una objetiva narración sobre el periodo de enfermedad de Ron Woodruff, durante el cual se dedicó a importar medicamentos alternativos no aprobados en Estados Unidos para combatir los síntomas del SIDA. Una película dura, con escenas que lo dejan a uno helado.
Teniendo en mente lo melodramático de la propuesta -enfermos de SIDA en los ochenta, en Texas- sorprende como en esta cinta, la cámara captura los momentos con naturalidad, de cerca y desde un punto de vista neutral. Emociona y estremece. Sin trucos. En parte, gracias a un McConaughey que, amén de una transformación física sorprendente, se compromete con el personaje hasta el límite. McConaughey es un cowboy que le pega a la cocaína y al sexo sin complejos ni protección al que diagnostican VIH, empleando su desesperación en la búsqueda alternativas médicas y más tarde, en la ayuda a otros. Es fácil creérselo desde el primer minuto, como difícil es reconocer a Jared Leto en la piel de Rayon. Sinceramente, no se cuál de los dos me ha sorprendido más, pero queda claro que ambos ha sabido aprovechar muy bien la oportunidad para subir varios escalones en la escala de reputación. Están de premio.
El film equilibra, con un ritmo un tanto discontinuo que me ha descentrado en algún momento -montaje agresivo sólo a tramos-, la historia de un Woodruff al que la enfermedad le cambia la vida y la personalidad, con un objetivo retrato de lo que se vivió en la época, que bien hace las veces de mordaz crítica a la comercialización de las enfermedades. El gobierno, las farmacéuticas, sus putos representantes y sus relojes de oro, y los propios médicos. Todos participan en el tinglado, y cuando se muestra con nerviosos planos de cámara al hombro, la película consigue estremecer con ello tanto como con los achaques de Ron.
No hay, por otra parte, nada novedoso ni diálogos que no hayamos presenciado mil veces antes en películas del estilo. Estamos ante un drama bastante arquetípico, de guión sencillo que, por suerte, se ha llevado a la práctica contando con unas explosivas interpretaciones por parte McConaughey y Leto -Jennifer Garner me ha chirriado un poco- y con una actitud más seca y objetiva que le otorga credibilidad. Desde luego, es muy recomendable verla. Cuesta, pero al final, uno tiene que reconocer que el guaperas de los anuncios de colonia merece un grandísimo reconocimiento por este trabajo.
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