Suele ser habitual que, por motivos de presupuesto, comercialidad o duración, en las adaptaciones cinematográficas se descarten  muchos elementos interesantes presentes en el original literario. Tras romper esquemas con Alien, Ridley Scott adaptó con Blade runner la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? dando origen con Blade runner a una estupenda película de cine negro que revolucionó la ciencia ficción. La estética futurista (cyberpunk), la mítica banda sonora de Vangelis y los costosos decorados elevaron el film a la categoría de clásico moderno. Así mismo, las distintas teorías sobre la identidad de Deckard, el improvisado monólogo final de Rutger Hauer, las múltiples revisiones (final cut, director’s cut),  los finales alternativos y el significado del unicornio han convertido a Blade runner en un film de culto. Pero, ¿estaba todo ello incluido en la novela?

La novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? se publicó en 1968 y transcurre en 1992, obviamente Dick fracasó en sus predicciones sobre el futuro al igual que Arthur C. Clarke y su 2001. En la novela, la tierra es un planeta casi inhabitable, un polvo radiactivo cubre el planeta y la ONU aconseja partir hacia las colonias en el espacio. Los varones llevan protecciones en sus genitales para evitar quedar estériles. Las ciudades están casi abandonadas, llenas de apartamentos vacíos. Miles de pequeños objetos inservibles (kippel) se acumulan por doquier. Muchas especies se han extinguido, tener una oveja o un perro como mascota es todo un lujo. Tener una réplica eléctrica es también un signo de status social. Si no tienes una mascota eléctrica, no eres nadie. La esposa de Rick Deckard quiere una de esas costosas mascotas eléctricas, sólo por ello Deckard acepta el encargo de encontrar a unos androides (nunca se menciona en el libro el término replicante) que se han escapado. Dichos replicantes (usaremos este término en adelante) son robots de forma humana que se usan como esclavos para trabajar en el espacio y tienen una vida limitada. Deckard emprenderá la búsqueda de los replicantes fugados. A través de unos tests se puede adivinar si un sujeto es o no un replicante, ya que muchas veces ni ellos mismos lo saben, sus recuerdos son implantados cuando son creados. Ahí entra una de las constantes de la obra de Dick, la percepción de la realidad y de la propia personalidad.

En la novela los humanos son retratados como seres apáticos y deprimidos que necesitan cambiar su estado de ánimo de forma artificial gracias al Órgano de Ánimos Penfield. La percepción de la realidad (tema habitual en las novelas de Dick como ya hemos dicho) es modificada a voluntad del usuario. Cuando alguien está deprimido, sólo tiene que desearlo y se encontrará animado. Muchas de las opciones de tan terrible aparato inducen a comprar o a ver más televisión. Precisamente en televisión triunfa un talk show diario de 23 horas en el que un cómico/telepredicador habla sin parar. Todo indica al lector que tal personaje es una gran estafa, nadie puede estar 23 horas en antena ininterrumpidamente y en directo. O va muy drogado o es una elaborada farsa… o es un replicante.

Obviamente, el Mercerismo, la religión dominante, no es trigo limpio. Los ciudadanos tienen en su casa un aparato eléctrico o caja de empatía. Al agarrarse a las asas del aparato experimentan una especie de alucinación en la que entran en comunión con otros cientos de seres mientras sienten en primera persona el calvario, muerte y resurrección de Wilbur Mercer, el fundador del Mercerismo. Los seres humanos dejan de sentirse abrumadoramente solos únicamente durante los momentos en que se sienten parte de esa gran comunidad de personas enganchadas a esta máquina. Cuando los creyentes se fundencomparten sentimientos y experiencias, pudiendo sentir las emociones de los demás creyentes. Pero no olvidemos que lo hacen a través de una máquina electrónica, no hay magia ni sentimientos verdaderos en su religión, es pura tecnología controlada por alguien en beneficio propio. ¿Quiso Dick elaborar una crítica al instinto gregario del ser humano? ¿Es la religión el gran hermano de Orwell? Cuando las cosas se ponen feas es cuando el ser humano se aferra a lo intangible en busca de una respuesta o un sentido a una oscura realidad.

Así pues, Philip K. Dick no parece creer en la raza humana. Nos presenta un futuro muy negro en el que el ser humano se ha cargado el planeta y ha perdido totalmente la libertad de sentirse triste y solo. Por medios externos, los humanos cambian artificialmente su humor pero, a la larga, acaban sumidos en una fuerte apatía y depresión. Aunque los recuerdos de los replicantes pueden ser artificiales, sus deseos y sus sentimientos son reales. Incluso muchas veces tienen más ganas de vivir que los humanos. Los replicantes son nuestro espejo, sienten nuestra misma angustia existencial: buscan respuestas sobre el sentido de su existencia y su caducidad. Las mismas cuestiones que han aterrado al ser humano desde el inicio de los tiempos. Los replicantes buscan a su creador, pero su creador es sólo un hombre, están solos y sin respuestas. Su existencia no tiene sentido, sólo les queda la pataleta y aceptar su destino. Los replicantes no se conectan a la caja de empatía y por ello mismo escapan del control del estado. Deckard nunca ha sentido una real empatía cuando se conecta ¿es por ello un replicante?  Dick consigue que nunca estemos seguros de nada en la novela: las mascotas son eléctricas, los sentimientos son inducidos, la televisión miente, la religión es falsa e incluso es casi imposible distinguir a un replicante de un humano.

En el guión de Blade runner se eliminaron muchos de estos elementos del libro y pasajes enteros como el de la comisaría de policía formada íntegramente por replicantes. Las calles desiertas del libro se convirtieron en abarrotadas calles adornadas con anuncios publicitarios. Tampoco se trasladó el hecho de que las replicantes Rachael y Pris son idénticas, en la película fueron interpretadas por Sean YoungDaryl Hannah, dos actrices muy diferentes. También hicieron cambios menores como convertir a Deckard en divorciado o transformar en bailarina exótica a una replicante que en el libro es una afamada cantante de ópera (Luba luft). Precisamente, al morir ésta, Deckard se da cuenta en el libro del sinsentido de eliminar a los replicantes ya que ellos son capaces de crear e interpretar verdaderas obras de arte. Por una vez, Deckard siente empatía, pero no hacia un humano.

En mi humilde opinión, el guión de Blade runner simplificó demasiado el complejo mundo creado por Philip K. Dick. Se obviaron algunos aspectos que hubieran mejorado aún más el film y espero que se recuperen para este nuevo acercamiento a la novela, hay material de sobra. Los animales eléctricos, el status social, la religión, los recuerdos artificiales, el consumo abusivo de drogas legales, la identidad y el poder sedante/controlador de los medios de comunicación son elementos que no se trasladaron a la pantalla y a los que el paso del tiempo ha dotado de actualidad.

Lamentablemente, Philip K. Dick murió antes del estreno de Blade runner y no sabemos qué hubiera opinado del film de Ridley Scott. Tampoco sabemos qué hubiera pensado de posteriores adaptaciones de su relatos como Desafío total A scanner darkly, aunque tiendo a pensar que la primera no le hubiera gustado demasiado. Lo que sí parece innegable es que el paso del tiempo ha convertido a Philip K. Dick en un visionario.

Blade runner no fue bien recibida en su estreno pero el tiempo la ha ido convirtiendo en clásico. Es tal su complejidad y las diferentes capas de lectura que ha visto no pocas versiones. Desde el mismo estreno en cines de Blade runner, han habido varias versiones del film. Está la versión estrenada en cines para el mercado norteamericano (con poca violencia, la maldita voz en off y happy end), y la internacional (con más sangre y más happy end). Años después la película sufrió otro montaje para ser emitida por televisión. Y, por si fuera poco, en 1992 llegó otra versión llamada Director’s cut (sin happy end y con los dichosos unicornios). Sin embargo, el montaje presuntamente definitivo llegó en 2007. Así pues, no existe una única Blade runner, sino muchas, en un ejercicio de esquizofrenia cinematográfica que, quizás, hubiera encantado a Philip K. Dick.

Blade runner (1982)

by: Luis Cifer

by: Luis Cifer

Luis Cifer, nació en la ciudad del cierzo. Se dice que siempre viste negro, que Luis no es su nombre real y que duerme en la calle. Otros dicen que tiene un trabajo, que no bebe alcohol e incluso que es padre de familia, pero no hay nada confirmado. También se le puede encontrar en su blog de cine.

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